Setas y comida, una manera de disfrutar de la vida en el otoño montañés de León

Los participantes en las XI Jornadas Micológicas de Babia y Laciana han encontrado la mejor forma de clausurar el encuentro de amantes de las setas impulsado este otoño, con una degustación de las exquisiteces que éstas ofrecen una vez cocinadas y servidas en un plato.

El punto final de las jornadas lo pusieron con una tarde de sensaciones, olores, sabores y texturas especiales, empleando para ello las aportaciones que algunas y algunos de los participantes en las jornadas ofrecieron, elaborando un menú digno de cualquier degustación gourmet que aspire a un buen reconocimiento gastronómico.

En este contexto, las jornadas babiano-lacieniegas, disfrutaron de los siguientes manjares en su final: puré de boniatos con champiñones al tomillo, picatostes y huevo duro, croquetas de níscalos con avellanas molidas, pastel de setas, níscalos con hígado y lepistas nudas al curry. Una excelente carta gastronómica acompañada de buen vino del Bierzo, sustituido para los abstemios y menores con refrescantes bebidas gaseadas de sabores diversos y la sabrosa agua del grifo que se disfruta en Laciana.

Comer para celebrar, una tradición milenaria

Cuenta el padre Mariana (Juan de Mariana 1536-1624) en su “Historia general de España” (1855) que los romanos, cuando llegaron a España, se vieron muy sorprendidos porque los montañeses del norte, los astures, siempre celebraban con comidas todo tipo de eventos, favorables o adversos.

Utiliza para su aseveración los testimonios de los historiadores romanos y escribe que los romanos no comprendían como “los astures por cualquier hecho terminado o iniciado acabasen celebrando convite con sus consanguíneos”.

Dos mil años después, estos descendientes de aquellas tribus y hordas ancestrales, siguen haciendo gala de una forma de entender la vida muy peculiar, una en la que el hecho social compartido y la comida son uno de los argumentos destacados de la existencia. Si hay comida y hay socialización, la vida y la pervivencia del grupo parecen estar garantizadas.

Han ido modificando sus gustos y refinando el paladar, para pasar de las pócimas y asados rudimentarios a condimentos y sabores más elaborados y exquisitos. Pero no han perdido el espíritu de la celebración social y en Laciana y sus comarcas limítrofes no hay fiesta de regocijo o luctuosa que no se finalice con un refrigerio, piscolabis o comida formal.

Estas prácticas de vida supervivientes en estas comarcas contrastan con recientes modas sociales salidas de mentes modernistas que defienden que todo lo ancestral y antiguo está caduco y debe ser eliminado de la sociedad. Porque no alcanzan a comprender, en sus limitadas capacidades, que vivir es mucho más que limitarse a seguir pautas de modas cuasiobligatorias. Vivir es disfrutar de lo que el hecho de la propia vida nos ofrece y ser libres e independientes a la hora de tomar nuestras decisiones.