Que los procesos electorales, y en concreto los de recuento de votos, son complicados no es algo desconocido. Los sistemas por los que se rige este complejo proceso en España son modélicos, según reconocen otros gobiernos europeos. Pero siempre cabe margen de error, desde una transcripción equívoca en un acta del resultado de una urna hasta un problema informático.
Es por eso que el resultado de la noche electoral es siempre, de manera oficial, un resultado provisional. Y lo sigue siendo hasta que tres días después no se produce lo que se conoce como “escrutinio general”, una revisión acta por acta para cotejar sin lugar a dudas que los datos que le constan al Ministerio del Interior son idénticos a las que reflejaron todas y cada una de las urnas. Y si no lo son, cambiarlos.
Habitualmente son ínfimos errores que no tienen un reflejo en los resultados finales de los votos de los ciudadanos. Pero hay ocasiones en las que estas diferencias provocan un efecto enorme, modificando la representación política de los partidos y cambiando la configuración de éstos en las instituciones.
Es algo que podría ocurrir este miércoles tras detectarse que puede que en 12 mesas electorales de la capital leonesa se hayan computado todos los votos del PSOE, que fue mayoritariamente respaldado este pasado 26M, a la formación de Vox, mucho menos apoyada, dejándole a este partido de ultraderecha con 2 concejales. De confirmarse el numero erróneo de votos Vox desaparecería del Ayuntamiento de León al no llegar al 5% para el reparto de concejales, que se los llevarían PSOE y UPL.
Sin embargo, no sería la única, ni siquiera la segunda vez que algo parecido ocurre en la provincia de León. Y de hecho, tampoco la de repercusión más profunda. Existen dos claros precedentes históricos de momentos en los que por casi nimiedades cambió la política leonesa.
Hay que remontarse a las primeras elecciones democráticas, en 1979, para encontrar el primer episodio. Y se trata de una situación en el que la repetición de las votaciones en cuatro mesas electorales forzó un cambio de alcalde.
El resultado del domingo 3 de abril de 1979 hizo que la izquierda consiguiera su primera victoria electoral tras la travesía de la dictadura. Un pacto de los cuatro concejales del Partido Comunista con los diez del PSOE que encabezaba Gregorio Pérez de Lera le otorgó la Alcaldía de León a este último. Se había impuesto en la noche electoral por 17.332 votos a los 17.293 de UCD, encabezada por un jovencísimo Juan Morano Masa, al que no le llegaba para pactar con sus diez ediles con los tres de Coalición Democrática.
Sin embargo, UCD sorprendió a todos cuando impugnó cuatro mesas que sabían estratégicas. En una, en el Instituto La Palomera, dos personas habían depositado dos votos; en El Ejido se había retrasado una hora en abrir la urna; en el Colegio Quevedo no cuadraban los números de votos con los votos obtenidos por cada candidatura; y finalmente, en la mesa de las Asuncionistas no aparecían en el acta los 13 votos nulos que se habían contado.
Haciendo algo que hoy no sería posible, el partido que lideraba Adolfo Suárez exigió y consiguió que se repitieran las votaciones en estas cuatro mesas. Y curiosamente, UCD no hizo campaña para sí misma sino que animó a sus propios votantes a meter la papeleta de Coalición Democrática. Su éxito le arrebató finalmente un concejal al Partido Comunista, y el pacto dio un vuelco: Juan Morano, que a la postre fue el más longevo en el puesto, selló un gobierno municipal con UCD. Y el socialista tuvo que decir adiós a una más que efímera Alcaldía, de apenas unos meses.
El otro 'Caso Carrasco': los dos diputados de la UPL que al final no eran
Otro error en el recuento, en este caso informático, ya en la era de las telecomunicaciones, causó otro considerable terremoto político en León en el año 2007.
A finales de mayo, los resultados de la noche electoral, todavía provisionales, lanzaron una sorpresa: el PP perdía la mayoría absoluta en la Diputación de León, a cuya presidencia se había postulado Isabel Carrasco para sustituir, no sin tensión, a Javier García-Prieto. Porque con 11 diputados, los populares quedaban en minoría frente a un más que previsible pacto entre el PSOE con 11 y UPL, que había logrado 'tres' actas: dos en el Partido Judicial de León y otra en el de Ponferrada con la coalición MASS-UPL (y que habría sido para Fátima López-Placer).
El jarro de agua fría vino dos días después. Al PP no le cuadraban las cuentas y reclamó ante la Junta Electoral de Zona, que entonces presidía en León el magistrado Juan Carlos Suárez-Quiñones, hoy miembro del Gobierno de la Junta y electo candidato a las Cortes de Castilla y León.
En la revisión de las actas, identico trámite al que hoy tendrá lugar en León, se demostró que UPL no había sacado tantos votos como había recogido la aplicacion informática. Y es que ésta había computado a UPL todos los sufragios que en realidad eran del PAL-UL, la escisión leonesista fundada por José María Rodríguez de Francisco. En total, 4.115 votos de más que no eran suyos. Lo mismo había pasado en el Bierzo con el puesto de Fátima López-Placer —ya entonces enemiga política irreconciliable de Carrasco por la que abandonó el PP y había creado ese nuevo partido coaligado con los leonesistas—, con lo que el PP pasó de 11 a 13.
La recomposición de las cifras acabó otorgando al PP la mayoría absoluta de 13, frente a los 11 del PSOE y el único de UPL. Una situación que, una vez aclarada, no sin correr ríos de tinta, llevó a exclamar a Carrasco en una rueda de prensa: “¡Por supuesto que gobernaré en la Diputación”! Aquella legislatura, la primera de las dos de la nueva presidenta, ya nació políticamente tensa. Y así continuó.