No ha pasado más de medio siglo y aquellas ranas, salamandras o renacuajos que poblaban nuestras charcas y lagos ya son una rareza muy difícil de ver. Por no hablar de los grandes mamíferos o de los cientos de pájaros que atronaban en las plazas al atardecer. Las evidencias de la presión humana sobre la vida animal son tan claras que ya son perfectamente observables por una sola generación, en el tiempo que dura una vida. Y hay una especie cuya desaparición parece estar poniendo en peligro toda la cadena alimenticia: las abejas.
En los últimos años la población de abejas se ha reducido de forma alarmante. Este es el titular que aparece ante tus ojos. Ligeramente abrumado por la noticia, te sumerges en ese cajón de sastre que llamamos internet en busca de información sobre tan insólito como inexplicable suceso. Después de revolver un rato en la red, los primeros datos rescatados a golpe de teclado no son muy tranquilizadores. Para empezar, no se trata de una leyenda urbana, es totalmente cierto, las abejas están desapareciendo misteriosamente. Desde hace poco más de 20 años los investigadores advierten de una disminución drástica y sin precedentes (se habla de un 35%) de las poblaciones de abejas en todo el mundo. Aunque lo que resulta definitivamente inquietante es enterarse de que, por lo visto, el mismísimo Albert Einstein aseguró hace tiempo: “Si las abejas comenzaran a desaparecer, a la humanidad le quedarían pocos años de vida”. Podría haber sido otro, algún soplagaitas o iluminado de tres al cuarto, o un profeta del desastre con ganas de notoriedad. Pero no, quien lo afirma es un científico visionario y genial que pervive en el imaginario colectivo como paradigma de inteligencia.
Además de elaborar miel, las abejas son responsable de por lo menos un tercio de la producción mundial de alimentos, polinizando el 85% de los bosques y el 70% de los cultivos agrícolas. Son, en definitiva, parte fundamental del ciclo reproductivo de multitud de especies vegetales que, sin ellas, estarían condenadas a la extinción. Luego, como dijo Einstein, nos tocaría a nosotros. El abuso de pesticidas, la contaminación o el cambio climático parecen ser algunas de las causas que están provocando este perturbador acontecimiento que amenaza nuestra presencia en el planeta. Aunque lo más desconcertante sigue siendo que desaparecen sin dejar rastro, simplemente no retornan a sus colmenas. ¿Adónde van las abejas?