Con ocasión de la presentación en la Casa de León en Madrid el próximo 23 de febrero, a las 19.15 horas, de la ‘Primera Parte: El Golpe’, de mi libro ‘Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León’, una investigación en la que la detallada narración de los avatares padecidos por las columnas de trabajadores que desde Asturias y en defensa de la República se encaminaron a Madrid ocupa un amplio espacio, he tomado de entre la información que la obra recoge, mucha desconocida hasta el presente, la siguiente, que a modo de breve y resumido apunte les acerco:
En Oviedo, sobre las dos de la mañana del sábado 18 de julio se había presentado en el despacho del gobernador civil el socialista Ramón González Peña para informarle que Indalecio Prieto ordenaba desde el ministerio de la Guerra la entrega de armas a las milicias obreras, comunicándole telefónicamente por la mañana desde el mismo ministerio que “el Gobierno aceptaba el ofrecimiento hecho por dirigentes de las masas trabajadoras de Madrid, de solicitar la cooperación de los obreros de Asturias, que emprenderían la marcha aquella misma noche”, y ya al inicio de la tarde comunicaba el ministro de Obras Públicas que “había dado órdenes a la Compañía de Ferrocarriles del Norte para que en trenes ordinarios y especiales se facilitase el traslado a Madrid de los trabajadores asturianos”, a la vez que le insta a disponer todos los vehículos posibles para que pudieran viajar por carretera los que no lo hiciesen por ferrocarril, y a que arbitrara que al armamento que por igual mandato del Ejecutivo había de proporcionárseles se añadiesen varias toneladas de dinamita.
La convocatoria fue exitosa, y en pocas horas “se concentraron de tres a cuatro mil obreros en Oviedo, de las milicias socialistas y comunistas, en su mayoría sin armamento”, superando la capacidad de los medios de transporte disponibles. Encargaba ahora el ministro de la Guerra al jefe de la Comandancia Militar Exenta de Asturias, el coronel Antonio Aranda Mata, proveerlos de armas sobrantes y de mandos militares y enviarlos municionados con urgencia por Valladolid y Salamanca hacia Madrid para cooperar en su defensa frente a un previsible ataque de militares levantiscos, lo que haría de manera convenida con los responsables izquierdistas asturianos.
A través del Sindicato de Transportes de la UGT se incautaron los camiones de la Compañía del Norte, algunos de servicios municipales de Oviedo, de las líneas férreas de Gijón y Avilés y de la Campsa y autobuses para formar una columna motorizada, que contaba con unos 500 o 600 hombres, a los que se sumaron en Mieres varios cientos más, y que viajaría por carretera, cuyos chóferes hubieron de ser seleccionados, pues todos los del Sindicato querían partir hacia Madrid.
Al mismo tiempo que el convoy motorizado, se fue componiendo una columna ferroviaria, formada por dos locomotoras y doce vagones, lista ya a las diez y media de la noche para iniciar su marcha, cuyos núcleos organizativos se dispusieron en Sama de Langreo y Mieres además de en Oviedo. De las tres columnas de mineros formadas y enviadas desde Asturias a la capital de la República por Aranda, una primera con un numeroso grupo de los que no quisieron esperar habría partido ya el 18 de julio, a las siete y media de la tarde, desde Gijón en el tren expreso diario que la comunicaba con Madrid, para llegar allí en las primeras horas matinales del domingo 19. Ya en la madrugada de este día se ponían en marcha camino de León y hacía Madrid las otras dos columnas.
Aquella dominical mañana se decía en Madrid que algunos mineros asturianos, la vanguardia salida en los primeros trenes (el expreso que con urgencia había partido de Gijón) y camiones, habían sobrepasado Valladolid (que se insurrecciona avanzada la noche anterior) y estaban llegando. Lo harían por la tarde unos dos mil, atravesando sin tropiezos ni reveses una Castilla ya casi toda sublevada, y con tiempo para recibir algunos de los primeros cinco mil fusiles repartidos a los milicianos en la capital y de participar al día siguiente, al menos un centenar de ellos, dirigidos por el teniente coronel Mangada, con su dinamita varios, en la toma del Cuartel de la Montaña y ser parte de ellos agregados a la artillería que lo cerca, cayendo en el combate varios.
Paso por León y llegada a Madrid
De aquellos mineros de Asturias, y los que a su paso por León se les suman, dirá el entonces joven bañezano Ernesto Méndez Luengo haber llegado a Madrid el día 19 como una pequeña fuerza obrera antifascista armada venida en avanzadilla de una poderosa columna de más de cinco mil enviados por ferrocarril y carretera en ayuda de las organizaciones que defienden al Gobierno, y pudieran ser algunos de ellos de quienes el historiador Gabriel Jackson afirma que “un grupo de asturianos fue al hospital militar de Madrid, en Carabanchel, para matar –bárbaramente el 16 de agosto– al general López Ochoa allí convaleciente, al que hacían responsable de la feroz sofocación de la revuelta asturiana de octubre de 1934 y de la cruel represión que la siguió”. (El enfermo, vinculado a la conspiración golpista desde finales del pasado marzo, lideraba la iniciativa –frustrada, como otras anteriores– de asestar en Madrid un improvisado, audaz, y sangriento golpe de mano el 11 de mayo, cuando Azaña con la comitiva oficial se dirigiera al Congreso tras su toma de posesión como presidente de la República el día antes).
Parece que al menos una columna de mineros, la que viajaba en el expreso gijonés, alcanzaría Madrid (lo hacen además algunos grupos de los que se movían por carretera), “5.000 voluntarios de Asturias que llegaban en la tarde del domingo haciendo su entrada en la capital en jubilosa caravana por distintos sitios, saludados por las milicias y por la multitud que en las calles presenciaban su desfile, poniéndose acto seguido a disposición de las autoridades para la defensa de la República, y prestando durante la noche vigilancia en diversos lugares de Madrid, entremezclados con la Guardia Civil, de Asalto, Seguridad y milicias” (informaba El Sol el martes 21 de julio, y el Heraldo de Madrid el día antes), de los que dice en 1973 Eduardo de Guzmán que se oía en Madrid en la amanecida del día 19 que están ya en Ávila, después de haber pasado por Palencia y Valladolid antes de que transcurrida ya la media noche triunfara allí la rebelión, y que llegaban unas horas más tarde a la madrileña Estación del Norte para desfilar al poco en unos cuantos camiones por la Puerta del Sol entre ensordecedores vítores y aplausos, empuñando fusiles y pistolas, saludando a la muchedumbre puño en alto y gritando UHP al tiempo que se alejan por la calle de Alcalá…. Algunos de aquellos asturianos reforzaron luego la miliciana columna Mangada, y participarían también en la excavación de la media docena de minas desde las que, con escasos resultados, se iba a pretender dinamitar ya mediado septiembre el sitiado Alcázar de Toledo…
Procede lo anterior del libro referido, publicado el pasado julio por Ediciones del Lobo Sapiens con la colaboración de la Diputación Provincial y su Instituto Leonés de Cultura, y los Ayuntamientos de Santa María del Páramo, La Bañeza, Astorga, Santa Elena de Jamuz, y San Andrés del Rabanedo; que han valorado en el ILC como “una obra de singular importancia para el conocimiento de la historia reciente de nuestra provincia”, y que con sus 828 páginas, referencias de casi tres mil personas y más de quinientos lugares provinciales, un centenar largo de imágenes de época, y sus 1.200 notas a pie de página, es mucho más que el relato más completo, actual y detallado del golpe militar de julio de 1936 en los pueblos, villas y ciudades de la provincia de León.