La olvidada caída del Frente Norte: 80 años del 'final' de la Guerra Civil en León

La noche del 20 al 21 de octubre de 1937, cautivo y desarmado el Ejército del Consejo Soberano de Asturias y León, terminan oficialmente las operaciones bélicas terrestres en el Frente Norte de la Guerra Civil (que no el conflicto en sí). Un suceso sobre el que han corrido ríos y ríos de tinta de los bravos 'gudaris' vascos que se rindieron ignominiosamente ante los italianos, pero que el velo del olvido ha ido ocultando cuando se quiere contar algo de la 'Batalla de los Puertos' en León a primeros de octubre y la toma de Gijón en aquella fecha de hace ochenta años.

Si bien en Asturias sí que se ha escrito algo más sobre la resistencia de aquel cantón socialista del Consejo Soberano de Asturias y León, en la provincia de León son pocas (por no decir escasas) las referencias conocidas sobre el Frente de los Puertos que comunmente se dice que ocupó la montaña leonesa desde Laciana hasta Tarna, y en el que se creó a toda prisa por parte de las tropas republicanas una línea defensiva de búnkeres y trincheras en los picos y riscos que se ha llegado a llamar 'La Maginot del Cantábrico'.

Y es que hasta la propia formación del Frente Norte en los puertos de León es una historia desconocida fuera de los estudios universitarios, de los que la mayoría de antes del año 2000 se podría decir que están obsoletos. Mucho de lo contado del inicio de la Guerra Civil contenía errores de libro, como la detención de las autoridades republicanas en el Gobierno Civil de León el 20 de julio de 1936.

[Puedes ver pinchando aquí cómo era el Frente Norte antes de caer en octubre de 1937]

Ya de por sí, la propia fecha de la sublevación en la provincia difiere de la ampliamente creída por la población en general: no fue el 18 de julio, sino dos días después por la presencia de una columna minera el día 19, que al abandonar la ciudad permitió el levantamiento de militares y Guardia Civil. Muchos de estos mitos fueron desmontados el año pasado en el especial multimedia de ILEÓN '7 Días del 36' que contó casi minuto a minuto los primeros días del conflicto fratricida en la provincia.

Una de las excepciones a la regla fue la excavación, en 2011, del cerro de Castiltejón por parte de los arqueólogos leoneses Víctor Bejega García y Eduardo González Gómez de Agüero dirigidos por el investigador del CSIC Alberto González Ruibal y con el asesoramiento técnico del experto en la Guerra Civil de la Universidad de León Javier Rodríguez González (que ofrece hoy una conferencia sobre este tema en Valdepiélago). Gracias a su introducción se puede conocer qué ocurrió entre los primeros meses del conflicto y octubre del 37 en los puertos leoneses y cómo se conformó la línea de batalla, se luchó en ella y se hundió en pocos días.

Toda la montaña leonesa más La Robla, línea del frente entre los sublevados y la República

El golpe militar, pese a su dureza, no pudo controlar toda la provincia, aunque tuvo éxitos iniciales en los primeros días al controlar las líneas férreas de la Compañía del Norte (lo que hoy es Renfe) y el Hullero de la Robla (FEVE), con la toma de una localidad minera tan importante como Cistierna. No lo consiguieron con La Robla o La Pola de Gordón, y mucho menos con Laciana; quizás conscientes de que era mejor proteger el ferrocarril que arriesgarse a asaltar los feudos de los temidos milicianos mineros. Así, la línea del frente quedó situada de este a oeste en Riaño, Lillo, Boñar, La Vecilla, La Robla, La Magdalena, San Pedro de Luna, San Emiliano y el puerto de Leitariegos. La Montaña Central Leonesa, con Lillo por un lado, La Vecilla en el Centro y La Magdalena en el otro, quedan como una cuña dentro del territorio 'Nacional' leonés.

En los meses posteriores, los franquistas consiguen controlar Leitariegos pero no Somiedo y Ventana. Estos últimos altos de la Montaña Occidental leonesa cambiarán de bando repetidas veces hasta que la República consigue sostenerlos antes del durísimo invierno. Los sublevados lo intentan también en la zona central y oriental desde Boñar, Cistierna y Riaño, pero un contraataque de las fuerzas constitucionales lo evita. Así, al llegar el invierno, el frente se vuelve a mover tras una ofensiva a primeros de 1937 de las fuerzas republicanas en la zona de La Robla que llegó a pocos kilómetros de León. Hoy prácticamente nadie se acuerda de aquello.

Entre aquellos meses los republicanos fortificaron como pudieron los altos con fortines, casamatas, blocaos y posiciones avanzadas. Famosos son para los aficionados a la montaña los búnkeres de Tarna, de Isoba, de Boñar, de Cofiñal. Llegaron asombrosamente a construir más de quinientas posiciones fortificadas según se han detectado por estudiosos y aficionados en la cordillera Cantábrica. Es en Castiltejón, en Puebla de Lillo, donde el estudio arqueológico muestra la dureza del invierno para soldados con alpargatas en vez de botas de campaña, con material bélico de la primera guerra mundial (se llega a encontrar munición japonesa para fusiles de 1905) y donde se pueden observar otra clase de penalidades al ver las posiciones militares poco resguardadas del viento. Que contrastan con el material militar de la zona franquista, con fusiles alemanes Mauser nuevecitos, de última generación.

Los republicanos vuelven a la ofensiva el 9 de abril, tomando Montuerto, junto a las Caldas de Nocedo y en el mes de mayo intentan realizar una gran maniobra envolvente sobre Tarna y San Isidro, amenazando Puebla de Lillo que tuvo que ser reforzado por las tropas sublevadas hasta con tropas moras. En junio tomaron las alturas de Ribota, Soto de Sajambre y Pica Ten. Otra intentona en el puerto de Pinos en Babia no obtuvo resultados. A partir de esa fecha, la iniciativa la llevarán los generales al mando de la capital rebelde, Burgos.

En marzo del 37 Franco había ordenado asaltar Vizcaya, el PNV deja camino abierto para que sea ocupado Bilbao mediados de junio ante las tropas fascistas para evitar la destrucción de la potente industria siderúrgica vasca, con el consiguiente espanto del Gobierno Republicano. El 14 de agosto ataca la provincia de Santander. Los últimos 'gudaris' del PNV pactan rendirse el 24 de agosto ante los italianos en el Pacto de Santoña, y que horrorizó a la República. Lo mismo ocurriría con la proclamación del Consejo Soberano de Asturias y León ese mismo día, lo que supuso un doble mazazo a la estrategia gubernamental de Madrid. Santander capital cae el 28 de septiembre. El 1 de septiembre, por otra parte, había comenzado la Ofensiva de Asturias, en la que los puertos leoneses tuvieron especial relevancia, sobre todo a partir de la toma del puerto del Escudo el 17 de septiembre por parte de la maquinaria de guerra fascista.

Franco supervisó personalmente la batalla en la montaña de León

El Ejército Republicano del Norte preparó la zona para resistir el invierno en las gélidas montañas asturleonesas, y esperaba poder hacerlo un invierno más. Pero los movimientos enemigos en retaguardia les hizo engañarse, puesto que creyeron que sólo eran refurzos para sostener la situación. Sin embargo, Franco se reunió el 9 de junio en León para presionar a los generales, que discutían en exceso cómo afrontar el ataque a los riscos, a que dieran un golpe de mano que desbloqueara la situación.

Tras estas órdenes, explican en el imprescindible blog 'Guerra en la Universidad', todo cambió de repente. “Los mandos republicanos informaron de movimientos franquistas en las proximidades del Puerto de Pajares, así como de la llegada de nuevas tropas de refuerzo a Puebla de Lillo. Llegaron también refuerzos para intentar asegurar todas las posiciones defendidas por el Batallón 241, comandado por Silvino Morán. Las horas pasaban con incertidumbre, y se conocian los primeros avances fascistas por el Valle de Valporquero, preparando lo que sin duda era una nueva ofensiva hacia las posiciones republicanas”.

“La aviación comenzó a hacer su aparición, bombardeando posiciones republicanas sin tregua (en esta ofensiva se 'bautizó' el as alemán de la Batalla de Inglaterra, Adolf Galland, en un bombardeo a Gijón con Heinkels He 51) Únicamente, la llegada del mal tiempo alivió el ataque aéreo, con la niebla y la lluvia intensas que dificultaban los traslados de tropas por el monte”, apuntan en esta entrada del blog Víctor Bejega y Eduardo González Gómez de Agüero.

El desplome de la línea, en tres días brutales

Las líneas cedieron. Imposible contener con medio millar de hombres un avance de dos mil enemigos que avanzaban por las crestas de los picos para hacer inútiles las fortificaciones de la Maginot del Cantábrico que, obviamente, están diseñadas para repeler ataques desde abajo. Es sintomático, como indica Víctor Bejega, que la táctica usada fuera la misma que la de los romanos contra los astures, avanzando por los cordales de las montañas en esa misma zona. Más difícil todavía si los pocos refuerzos de los que disponía el excelente táctico comandante republicano, Silvino Morán, estaban “mal equipados, sin mucha preparación, reclutas jóvenes y sin experiencia”. Aguantan tres días de encarnizada lucha, pero el frente se desploma en el momento en que se les intenta copar flanqueándoles por los lados. La imprescindible descripción de la batalla del citado blog aporta muchos más datos.

Muñoz Grandes, el futuro jefe de la División Azul, avanza desde el ya tomado puerto de Tarna, desciende por el Pinar de Lillo y llega a Cofiñal. Las posiciones de La Granda, el Viular y Valerianes tratan de evitar esa fatídica pinza, pero es imposible. La superioridad franquista es aplastante. Las tropas moras rebasan la línea por peña Lázara y dirigen una columna hacia el Lago Ausente, obligando a los soldados republicanos a abandonar el fortín Alboleya para escapar del cerco. Y ahí se desploma la resistencia. Isoba es abandonada y las tropas franquistas de Ceano giran para cerrar el flanqueo en Cofiñal. “Así caen las Minas de Talco, Castiltejón, La Granda, el Viular, Valerianes. as posciones son abandonadas a toda prisa.... y así las encontramos 75 años después”, explican los arqueólogos.

El 10 de octubre, la visita de Franco es para inspeccionar la potencia de las posiciones conquistadas. Diez días después Gijón será suyo y todo se habrá acabado en el Norte de España. Las operaciones militares terrestres de gran envergadura finalizarán en la zona, y sólo quedarán grupos de resistentes intentando sabotear los suministros al Ejército franquista que mirará hacia Madrid y los frentes del Sur y el Ebro. De ahí saldrán los maquis que llegarán a resistir de forma organizada hasta la evacuación general decretada en 1952. Pero eso ya es otra historia.

ENTREVISTA | Víctor Bejega, arqueólogo del Cerro Castiltejón

“La caída del País Vasco y de Santander supusieron un golpe casi definitivo para el Frente Norte asturleonés”

“La caída del País Vasco y de Santander supusieron un golpe casi definitivo para el Frente Norte asturleonés”

Víctor Bejega, uno de los arqueólogos de la excavación en Puebla de Lillo, explica lo ocurrido en el Frente Norte Leonés en una entrevista realizada por Messenger de Facebook en la que apunta causas y consecuencias de la pérdida de la franja industrial asturiana y vasca para el resultado del enfrentamiento militar entre españoles.

¿Tal y como se desarrollaba la Guerra Civil podía haber resistido el Frente Norte?

Para un historiador, siempre resulta complicado realizar una valoración del tipo: '¿Qué hubiera pasado si?'. El Frente Norte contaba, sobre el papel, con un conjunto de elementos que podían favorecer su defensa, tales como su orografía, la localización de un amplio conjunto de industrias minerometalúrgicas y de armamento. La existencia de organizaciones obreras muy consolidadas y coordinadas, una fuerte ideologización y, dos elementos muy a tener en cuenta: la experiencia bélica de la Revolución de 1934 y el carácter tenaz de su población. Sin embargo, también contaba con un conjunto de elementos en su contra, algunos internos y otros externos.

Sobre los internos, la existencia de luchas de poder y de cierto grado de descoordinación en la organización miliciana, de los frentes y de los pertrechos. Sobre los externos, la excesiva dependencia de suministros del gobierno central republicano, cuya calidad siempre fue puesta en entredicho y cuya frecuencia de envios descendió drásticamente en los meses finales, tras quedar aislado el Frente Norte del resto del territorio republicano. Y finalmente, no deben olvidarse dos factores: el desgaste que suponía el cerco de Oviedo y la presión constante de las tropas franquistas desde Galicia y el corredor hacia Oviedo. Con todo ello, resulta difícil realizar una previsión, si bien es cierto que de haber existido una mayor coordinación operativa entre los gobiernos asturleonés y central en la planificación bélica, una mejor equipación militar y un mayor acierto en decisiones clave, quizá su destino hubiese sido otro“.

¿Qué provocó que una posición tan fuerte como la 'Maginot del Cantábrico' en los puertos de León se hundiera en tan pocos días?

La caída del País Vasco y de Santander supusieron un golpe casi definitivo para el Frente Norte asturleonés. Un territorio con tropas limitadas, mal pertrechadas en muchas ocasiones y con cierto nivel desorganizativo propiciado, en muchos casos, desde el gobierno dirigido por Belarmino Tomás, veía crecer las dificultades. La conocida como Línea Maginot del Cantábrico o Frente de los Puertos, estaba concebida como un mecanismo de guerra defensiva, que desde agosto de 1937 había iniciado un plan de ampliación de las fortificaciones, con la construcción de búnkers, casamatas y más líneas de trinchera. Esto unido a una reestructuración de las unidades militares. El plan republicano buscaba, tras el fracaso de las ofensivas de marzo y abril, hacerse fuertes en los pasos de montaña a la espera del invierno, haciendo imposible la ofensiva franquista y ganando tiempo para completar la reorganización, reabastecerse de armamento y esperar un mayor apoyo internacional. La ayuda soviética llegaría poco después y sería muy importante en la Batalla de Madrid, por ejemplo. Pero el ejército franquista organiza una ofensiva a modo de pinza, presionando Asturias por oriente y occidente, lo que obligó a la República a dividir sus fuerzas para contener el ataque, debilitando así el frente de los puertos. En ese momento, se despliega una ofensiva sobre los puertos asturleoneses que, curiosamente, avanza cresteando por las zonas altas en muchas zonas que es curiosamente una táctica similar a la utilizada por los romanos durante las Guerras Astur-cántabras. Así sortean muchas de las líneas defensivas republicanas que, pese a la defensa férrea de sus combatientes, se vio superada y copada. De este modo, las escasas fuerzas republicanas y su sistema defensivo fueron totalmente sobrepasados por la oleada franquista de septiembre-octubre, provocando la rotura del frente y posibilitando un rápido avance en un frente totalmente desmoronado y casi en desbandada.

¿Qué supuso para la República la caída del Frente Norte?

La mejor definición para comprender lo que significó la caída del Frente Norte para la República la realizó Indalecio Prieto poco después del suceso, al describir que la República había perdido la guerra en Asturias. Con la caída de ese territorio Franco obtenía una amplísima gama de recursos minerometalúrgicos e industriales para abastecer su ejército, además de acceder a recursos alimenticios para sus tropas. Desde el punto de vista militar, suponía la desaparición de uno de los frentes más problemáticos, lo que posibilitaba el envio de gran parte de esas tropas a reforzar otros frentes y permitía realizar nuevas y más fuertes ofensivas. La República se veía, de este modo, sin muchos e importantes recursos, sin una posibilidad de dividir las fuerzas franquistas, perdiendo el control marítimo del Cantábrico y el Atlántico. Pero tampoco se puede olvidar el golpe moral. Para los soldados republicanos, Asturias y sus mineros eran héroes. Todo un referente ideológico y bélico, casi indestructibles. Su caída supuso un golpe moral absoluto para las tropas, un jarro de agua fría que comenzó a calar y a visualizar la posibilidad creciente de perder la guerra. La represión desatada tras la caída del frente, llegó a oídos de las tropas republicanas, acrecentando el temor. En definitiva, fue un golpe casi mortal para la República, del que fue incapaz de recuperarse durante el curso de la guerra.