El último aviador de la revolución del 34, Antonio Nieves Ferreiro, 'Narote', murió el pasado mes de diciembre con 106 años de edad tras haber contado en un corto documental las peripecias del día en que, junto a unos compañeros, se negó a bombardear “a civiles” durante los hechos de la Revolución del 34.
Una decisión que le costó la libertad durante la República, el estar escondido y huído durante la Guerra Civil y volver a la cárcel después, aunque libró de ser fusilado como le ocurrió a los otros compañeros que también desobedecieron las órdenes en el aeródromo militar de La Virgen del Camino; entre ellos el comandante de la base aérea en aquel octubre de 1934, el primo de Franco, Ricardo De la Puente Bahamonde.
Nieves Ferreiro también era conocido como el Paul Newman de Escarión (Saviñao, Galicia). Un hombre muy guapo que además fue aviador y al que su madre apodó 'Narote' “porque de niño era un rebelde”. Escribió un libro sobre sus peripecias antes, durante y después de la guerra titulado Una lucha incansable. Una historia increíble que quisieron dejar reflejada David Vázquez 'Pinancho' y Lorena Gallardo en un corto documental de 18 minutos que se estrenó el año pasado titulado con su mote. “Las cosas que contaba él eran tan interesantes e intensas que no tuvimos que usar 'voz en off' sino que dejamos sus declaraciones”, reconoce Vázquez.
Aún con 102 años, cuando le entrevistaron para el documental, Antonio Nieves fue capaz de contar de una forma completamente magnética lo que le pasó en León y en la Guerra Civil, y justo después. “Estuve cuatro años huído. Gracias a huir me pude salvar. Cuando vinieron a buscarme la Guardia civil y los falangistas del pueblo, muchas veces los guardias estaban pisando por encima de mi cabeza, sólo mediaba una tabla. Si me pescaban allí me pegaban cuatro tiros. ¿Sin motivo ninguno, eh? El motivo más grave que tenía era pensar distinto a ellos”, comenta en el tráiler que se puede ver más abajo.
La Historia que marcó el destino de Narote y de sus compañeros comenzó durante la madrugada del 5 de octubre de 1934. Cuando comenzó en León la llamada Revolución Minera del 34. Durante la insurgencia en la primera mitad de octubre de 1934 la base aérea de León fue crucial en los sucesos para luchar contra los mineros en las montañas de León y en Asturias. En un primer lugar fue considerada por los insurrectos como “objetivo principal” para controlar los cielos.
Pero los revolucionarios leoneses se 'dieron el piro' y no se atrevieron a tomar el aeródromo en la madrugada del 5 al 6 de octubre, como indica con gran protesta en sus memorias de la Revolución del 34 Modesto Sánchez Cadenas; que publicó en exclusiva ILEON.COM en diciembre 2017, gracias al trabajo de investigación y recuperación de Francisco Javier González Fernández-Llamazares y que se puede leer aquí.
“Mandaban órdenes concretas a los jefes de León para que fuéramos a bombardear”, pero Antonio Nieves junto a otro compañero se negó a cargar bombas en los aviones “porque iban a matar gente humilde y por solidaridad se sumaron todos”. Pero al final terminaron deteniéndolos y metiéndolos al calabozo por no cumplir las órdenes.
El comandante Bahamonde se negó a bombardear Oviedo
“No eran fantasías de los revolucionarios asturianos. En la base aérea de la Virgen del Camino, en León, contaba la revolución con bastantes simpatizantes. El jefe de la misma, el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, era militar muy significado no sólo por sus ideas republicanas, sino también por sus simpatías con el movimiento obrero. Y había otros mandos en la base que compartían ese mismo ideario. Dentro de la base, entre los soldados, había simpatizantes de los socialistas y de los anarquistas, y existía un plan para apoderarse de la misma, pero les falló la ayuda exterior. A pesar de ello, algunos soldados y otros empleados, entre los que había bastantes asturianos, trataron de impedir el día 7 que salieran los aparatos, manifestando: 'No hay derecho a que los aviones salgan a bombardear Asturias'. Pero los soldados no tenían munición, sólo las armas descargadas, y fueron fácilmente controlados por los oficiales. Todavía entonces había entre los pilotos bastantes reticencias a combatir contra otros españoles”, cuenta Javier Rodríguez Muñoz en el trabajo 'Aproximación a la Revolución de Octubre de 1934' tal y como refleja este artículo de La Nueva España.
“El jefe De La Puente vino a darnos un discurso a la cárcel, él ordenó a los pilotos que las tiraran en el monte. No lo hizo por política, sino como acto humanitario. Era primo de Franco, pero mejor persona que Franco”, comenta Narote. Mientras, en tierra, el capitán Lozano —el que fuera abuelo del presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero—, obedecía las órdenes de Francisco Franco Bahamonde sin chistar haciendo efectiva la cruenta represión.
“Soy de izquierdas y anticapitalista, pero mi partido o mi sindicato, se llame como se llame, es defender la verdad, la justicia y la libertad. Si me sublevé fue por orden de mi conciencia, y si luego me persiguió el franquismo, primero me castigó el gobierno republicano y cavernícola de Lerroux [primer ministro] y Gil Robles [ministro de Guerra]. Sobre la libertad de la República... hay mucho que matizar acerca de ella”, asegura Nieves Ferreiro en este otro reportaje de la Edición Galicia de El País. Sin embargo, aquella digna acción en León a los 21 años le dejaría marcado de por vida.
La campaña aérea del 8 al 12 de octubre del 34
A las once de la mañana del 8 de octubre, los Breguet XIX de la base aérea de León bombardearon los alrededores de Oviedo. En los días anteriores, aeroplanos de la citada base habían sobrevolado la capital y otros lugares de Asturias sin usar el armamento de ametralladoras ni lanzar bombas, hasta tal punto que los revolucionarios cuentan que cuando los vieron aparecer los vitoreaban y saludaban con trapos rojos porque veían hacer a los pilotos saludar puño en alto. hacer uso de las ametralladoras que portaban ni lanzar bombas. El primer día que aparecieron los aviones, el 5 de octubre, los revolucionarios los recibieron con júbilo y saludaron su presencia con trapos rojos y vítores. Las órdenes eran no disparar a los aviones.
En el aeródromo leonés había muchos mecánicos y algunos aviadores de izquierdas. Incluso alguno radical. Entre ellos 'Narote'. Aunque no lograron tomar el control de la pista, lo que sí ocurrió es que la participación de las unidades del Grupo 21 de Reconocimiento de la Aviación Española en la campaña del 34 fue escasa por dos razones: una el mal tiempo, que les daba una excusa perfecta para no salir a ametrallar a los mineros, y otra los constantes 'fallos' de material. Aún así, algún aviador recibió distinción militar por abastecer los cuarteles de Oviedo los días 11 y 12 de octubre.
El día 9 de octubre el comandante De La Puente Bahamonde había realizó un vuelo de reconocimiento y el día 10 en un trimotor Fokker, entregando un parte en el que asegura que bombardea a los mineros sublevados. Pero su comportamiento no resultó muy convincente para sus superiores, entre ellos Francisco, puesto que que el día 12 se le traslada al Servicio de Material en Getafe.
El primo de Franco
De La Puente Bahamonde fue comandante desde el 18 de julio de 1934 al 16 de octubre de 1934. No tenía aún cuarenta años. Había nacido en Ferrol en 1895. Tres años más joven que Francisco Franco, habían sido compañeros de juegos en la infancia según cuenta Pilar Jaraíz. que decía que “eran más hermanos que primos, pero de adultos se habían agudizado sus diferencias ideológicas”. No se podía negar la valentía del aviador que en 1922, antes de sumarse al arma aérea había conseguido varias medallas en diversas acciones cuando era capitán en Larache.
Según el historiador Francisco Sánchez Montoya, estos eventos de 1934 fueron la espoleta de la separación entre los dos militares. Francisco era el jefe elegido por el Gobierno Republicano para pacificar a los mineros asturianos y leoneses. La nula disposición de Ricardo a ayudar con los únicos aviones cercanos provocó que su primo lo destituyera y llegara a decirle: “Un día voy a tener que fusilarte, Ricardo”.
De La Puente Bahamonde, fue sustituido el 16 de octubre y el 31 de agosto de 1935 fue llevado a Consejo de Guerra, que se celebró en el patio de la Diputación de León. “Durante el juicio pareció probada la pasividad del comandante, que había procurado dificultar las órdenes recibidas y la clara actuación a favor de los sublevados, por parte del comandante Carlos Núñez Maza, el sargento Velasco, cabo y grupo de soldados implicados, así como las demostradas simpatías y contactos de todos ellos con los sublevados, en diferentes momentos y con intenciones manifiestas de apoyarles tomando el control del aeródromo”, explica Rafael de Madariaga en un artículo de la Revista Aeroplano.
“El día 5 de diciembre pasa a disponible gubernativo, situación en que quedará todo el año 1935. Procesado por rebelión militar, tras el triunfo del Frente Popular fue amnistiado de acuerdo a la orden circular que regulaba la aplicación del Decreto-Ley de Amnistía de febrero de 1936 de Azaña. El 6 de abril del mismo año se le encomendó, en puesto de superior categoría, el mando de las Fuerzas Aéreas del Norte de África, con sede en el aeródromo de Sania Ramel, cerca de Tetuán”, explican en este PDF sobre el aviador. Esto sería su perdición.
“Estuvimos seis meses detenidos sin expediente ni nada. El juicio duró 20 dias y nos cayeron de cinco a diez años, al comandante y al ayudante 30 años de cárcel. Nos pusieron más pena de la que pedía el mismo fiscal”, comenta Antonio Nieves en el documental 'Narote'.
Muerte y trinchera infinita en la Guerra Civil
Las circunstancias de 1936 son conocidas por todos los españoles. Comenzó la cruentísima Guerra Civil que acabó con la democracia y con el primo de Ricardo De la Puente Bahamonde como dictador... y permitiendo que le fusilaran por seguir las órdenes de proteger el aeropuerto de Tetuán. Mientras, Narote tuvo que huir para salvar la vida.
Tras la Revolución de Octubre del 34, Narote estuvo preso 16 meses en el fuerte de Guadalupe de Irún, como comenta en el documental de Pinancho Audivisuais. “La amnistía de Azaña, tras el triunfo electoral del Frente Popular en el 36, fue el primer golpe de fortuna del desgraciado Narote. El día que regresó a Escairón junto a su vecino Antonio Sánchez Quiroga ('Follés') [...] fue recibido con fuegos artificiales y un banquete. Los dos Antonios se convirtieron en héroes locales durante cinco meses. Hasta que estalló la guerra. Entonces, Sánchez se entregó, convencido de que saldría airoso porque su padre era el médico del pueblo, y Nieves se esfumó. Vivió cinco años, como un topo, entre sus enemigos”, según el reportaje de Silvia Rodríguez Pontevedra en El País. Antonio, su tocayo, con el que se hizo la foto en el avión, fue fusilado en 1937 por 'rebelión'.
Narote pasó ese lustro en su particular “trinchera infinita”, escondiéndose en un hueco de la pared de su casa o escapándose a cazar al monte, hasta que le pillaron. “Vivió como un topo, escondido. Primero, durante dos meses, en el molino de 'O Pimento' y posteriormente en 'A Pena de Abeado' (Saviñao), pero el frío y el hambre lo hicieron desistir y regresar camuflado en un carro de centeno. El resto lo pasó en Escairón, en su casa, dentro de un zulo creado por él mismo, siempre con una pistola y una bomba de mano. Prefería morir a ser capturado. Largos paseos por los montes de Abuime y Morgade, cazando o pescando, intentando relajarse durante aquellos cuatro años donde fue prisionero en su propia casa”, cuentan en el blog Amaixados.
Luego pasó preso por el cuartel de San Fernando de Lugo y el de Monforte de Lemos a la cárcel de Lugo, 15 días en el cuartelillo de Escairón y por último en 1950 la cárcel de Quiroga. Una vez liberado, gracias a un amigo abogado, se marchó con la mujer a hacer las américas a Venezuela con tan sólo 6 dólares en el bolsillo. Volvió a Galicia para jubilarse y vivió hasta los 106 años. Aunque todavía pudo comprobar en 2010 que las cosas estaban 'complicadas', ya que cuando quiso presentar su libro en su pueblo el acto se tuvo que suspender debido a las protestas de los familiares de aquellos a los que señalaba como miembros de la represión.
Un Bahamonde fusilado por los sublevados
Ricardo De La Puente Bahamonde no tuvo tanta suerte. La sublevación en la que participaba su primo le llevó al paredón. Pero por cumplir las órdenes y ser fiel a la República. Dio la casualidad de que Francisco tenía que aterrizar con el 'Dragon Rapide' en el mismo aeropuerto del que él era comandante. Y nadie le había comentado nada a su primo, porque no se fiaban de él por lo que había hecho en León.
En la página 'Documentalismo y Memoria Republicana' cuentan lo que ocurrió aquel 18 de julio de 1936, justo dos años después de que le hubieran nombrado comandante en León:
La Sublevación militar de Melilla el 17 de julio de 1936 sorprendió a Ricardo siendo comandante del Aeródromo de Tetuán-Sania Ramel, en el Protectorado de Marruecos. En la tarde del 17 de julio el comandante Bahamonde ya había tenido noticias de la sublevación en Melilla, y de la toma de la base de hidroaviones de Atalayón. Su compañero el capitán aviador Virgilio Leret había sido detenido allí y ejecutado. Ricardo esperaba que su unieran a él otros militares leales, pero solo recibió la llamada de un militar republicano de la Alta Comisaría que informó a de la Puente que había hablado con Azaña y el ministro de Guerra, Casares Quiroga, y que Madrid iba a enviar aviones de refuerzo; había que esperar sin abandonar posiciones.
Según Francisco Sánchez Montoya, durante la madrugada del 18 de julio el comandante Ricardo, atento al curso de los acontecimientos y confiando en el apoyo de la aviación Republicana, telefoneó al alto comisario de Marruecos Arturo Álvarez-Buylla Godino, para comunicarle que él y su escuadrilla se mantendrían fieles a la República y a la democracia. Ricardo detuvo a varios oficiales que estaban implicados en el golpe, y con unos 25 subordinados leales en total comenzó a preparar su defensa. Instaló cuatro ametralladoras sobre una torreta e iluminó la carretera por la que podían atacar los legionarios del acuartelamiento de Dar Riffien, mandados por el teniente coronel Juan Yagüe, con las luces de todos los vehículos de que disponía. Bahamonde ordenó volcar varias camionetas en un puente cercano para interferir el avance rebelde. Además marcó el campo de aterrizaje con hogueras hechas con cubos de gasolina para orientar a los aviones del Gobierno que tuvieran que entrar en el aeródromo.
A las dos de la madrugada el militar Sáenz de Buruaga advirtió a Ricardo por teléfono de que si no deponía las armas, una columna de artillería y tropas de Regulares cercarían el aeródromo. Ricardo fue consciente de la imposibilidad del Gobierno de Madrid para mandar auxilio y antes de provocar un derramamiento mayor de sangre, decidió rendirse. Antes de entregarse ordenó a sus hombres que averiaran varios aviones Breguet XIX, rompiendo sus depósitos de gasolina, radiadores y las ruedas del tren de aterrizaje para que no pudieran ser utilizados por los sublevados.
A las 5 de la madrugada el comandante salió con sus hombres y un pañuelo blanco a la pista de aterrizaje, y entregó su pistola al comandante de Regulares Serrano Montaner, siendo encarcelado en la fortaleza militar del Monte Hacho de Ceuta. Las fuerzas atacantes no dañaron la pista de aterrizaje del aeródromo de Tetúan, que fue utilizada la mañana del 18 de julio por el avión Dragón Rapide que traía a franco procedente de Canarias, para tomar el mando de los sublevados en el norte de África. Los oficiales sublevados le informaron de la actitud de su primo detenido.
Ricardo fue condenado a muerte por traición, siendo fusilado a las 5 de la tarde el 4 de agosto de 1936 en los muros exteriores a la fortaleza del Monte Hacho. Estaba claro que franco quería finalizar el asunto cuanto antes, fue implacable y no dudó en ejecutar a su primo aunque no quiso firmar la sentencia de un familiar tan cercano ya que podría ser inquietante, delegando la rubrica en el general Luis Orgaz, jefe del Alto Estado Mayor. Tras su muerte fue trasladado a la fosa común del cementerio de Santa Catalina en Ceuta, como la mayoría de las víctimas asesinadas con mano de hierro por el dictador.
Franco estuvo perfectamente informado, pero no intercedió por su primo. Era el ejemplo de qué le ocurría a cualquiera que no se uniera a la causa de los sublevados. Le funcionó con su hermano, también aviador, el famosísimo Ramón Franco Bahamonde, el del vuelo del 'Plus Ultra', que llegó a ser diputado radical republicano en el mismo grupo que Esquerra de Cataluña: el inicio de la guerra le pilló como agregado aéreo en la Embajada de España en Washington, pero se sumó meses después al bando que ya lideraba su hermano Francisco (murió en un accidente aéreo en misión sobre el Mediterráneo en octubre de 1938).
Según el auto judicial, “el comandante De la Puente, jefe del aeródromo de Tetuán, dio la orden verbal de tomar las medidas necesarias para la defensa del aeródromo en caso de ser atacado y llegó a hacer armas contra el Ejército”. Él se defendió diciendo: “”¡Tendrán que pasar por encima de los que defendemos al Gobierno legal en este momento! ¿En qué concepto me ordena usted que me rinda? ¿Quién es usted para darme tales ordenes?“. No le sirvió de nada, como a otros muchos.
“Si alguna persona decente y buena puede haber en la vida era este señor”, se queja Antonio Nieves Ferreiro, 'Narote', en el documental. El último aviador de la Revolución del 34 tenía bien claro cuánta injusticia hay contenida en la Historia.