Laciana preserva en la memoria de sus gentes la historia trágica del marinero Pepín Vaquero asesinado en Cuba

Luis Álvarez

Villablino —
15 de septiembre de 2024 11:04 h

El ataque terrorista al mercante español Sierra de Aranzazu en aguas del mar Caribe en septiembre de 1964 es un hecho histórico, que por su significación política se conserva en los anales de la crónica de la marina mercante española del siglo XX. De él hay constancia escrita, sonora y visual, en las hemerotecas, fonotecas y filmotecas. La memoria general está con ello conservada y garantizada.

No sucede lo mismo con la memoria colectiva en el entorno social más próximo de uno de los asesinados, José Vaquero Iglesias y su comarca de origen, Laciana. Donde el recuerdo de estos hechos se difumina con la edad y el tiempo transcurrido.

ILEÓN ha preguntado a más de un centenar de personas residentes actuales en la comarca o fuera de ella, con origen local. Sin pretender hacer un estudio sociológico, hemos podido comprobar que las personas menores de 65 años nada recuerdan de los hechos y en un alto porcentaje incluso los ignoran.

Los que tienen conocimiento y recuerdos ya superan esa edad. Los de entre 65 y 75 años, conservan recuerdos vagos sobre la historia y el entierro, como comenta José de 67 años, “de aquella a los rapaces no nos dejaban acudir a esos acontecimientos, al entierro, no por protección, si no para que no enredásemos”.

Luis, 68 años, residente entonces en Caboalles de Abajo, “lo escuché en casa, pero en aquellos años antes de bajar a estudiar a la Academia con 9 años, solo había estado una vez en Villablino, que recuerde”, no era lo habitual moverse mucho entre pueblos. “Esa vez me bajaron a casa de unos familiares a comer el día de San Roque”.

Lola, 71 años. Vivía en Villager. De principio no, ni tuvo conocimiento, “no venía a Villablino para nada hasta que no vine a estudiar en la Academia”. Después si, “de escuchar contarlo, comentarlo y de leer sobre el asunto”. Son tres ejemplos evidentes de cómo las formas de vida y el movimiento de las personas eran muy diferentes en los años 60 a las de hoy en día.

De los 75 en adelante, los recuerdos y el conocimiento es muy claro y consciente. Unos recuerdos muy vivos, como los de Héctor ya con 90 años. Una de las personas que, durante un tramo del recorrido hasta la Iglesia, fue uno de los portadores a hombros del féretro: “afectó mucho a la gente y las muestras de dolor fueron muy importantes, nunca vi en Villablino una concentración de gente como el día del entierro, con un gran silencio y respeto.”

Tere, también con 90 años, comenta que si tiene el recuerdo muy vivo de aquellos hechos y aquellos días. “Su hermana pequeña, muy amiga de mi hija, estuvo unos días en nuestra casa, para librarla del lio y de las visitas continuas en la casa de sus padres”. Incluso hace mención a un hecho posterior al entierro. “Unos días después del entierro, no recuerdo cuantos, llegó un tripulante del barco a traer a la familia algunos objetos personales, entre ellos un reloj, que se lo entregó Pepín antes de morir, con la petición expresa de que lo entregase a su familia.”

Entre los más jóvenes

Del sector de población más joven que no vivían aún en 1964, los que tienen conocimiento son minoritarios, según nos han explicado por distintas razones. Unos, porque han escuchado la narración en sus casas, debido a la vecindad o amistad de sus familias con la del asesinado. Algunos lo han conocido por la publicación de un articulo de dos hermanos de José Vaquero, Tomás y Julio, publicado en 2011 en el número 34 la revista local “El Mixto”.

Y otros, muy pocos, más recientemente por haberlo conocido a través del segundo rincón de la ruta literaria urbana de Luis Mateo, que discurre por Villablino. Ese segundo lugar de la ruta, se llama “la librería de Nemesia” ( La Librería de Nemesia - Por los Rincones de Luis Mateo) donde se narra brevemente el hecho y se accede a un texto de homenaje de Luis Mateo, al que fue su amigo de infancia.

El texto es una pequeña joya de apenas diez páginas tituladas “Lunas del Caribe”, recogida en su libro “Las lecciones de las cosas” (2004). Un recuerdo para la memoria colectiva, que la maestría literaria de Luis Mateo ha permitido guardar en uno de los joyeros de la historia, para poderlo rememorar a voluntad.

Algunas referencias locales

En el libro de actas municipal del año 1964 en el que figura la correspondiente al pleno del cinco de noviembre. En el punto número 13 del orden del día se recoge textualmente el siguiente acuerdo aprobado por unanimidad: “hacer constar en acta el profundo sentimiento de este ayuntamiento por el fallecimiento en acto de servicio y a bordo del mercante Sierra de Aranzazu de don José Vaquero Iglesias y comunicar a los padres de dicho señor este acuerdo”.

También ha quedado constancia en los libros parroquiales de la iglesia hoy de Santa Barbara, por aquel entonces de San Miguel, donde el párroco de entonces Hermenegildo Cachón anotó textualmente: “el día veinte de septiembre de mil novecientos sesenta y cuatro el Cura Párroco de la de San Miguel Arcángel de Villablino, Diócesis y provincia de León, cumpliendo las disposiciones civiles, mandó dar sepultura al cadáver de José Vaquero Iglesias, fallecido el día 13 anterior a las veintiuna horas, en la motonave Española Sierra de Aranzazu en aguas internacionales del mar Caribe a consecuencia del shock y hemorragia producido por arma de fuego a la edad de 23 años. Era natural de Villablino e hijo de José Manuel Vaquero Marqués y de Nemesia Iglesias Corrales, naturales de Entrambosrios (Orense) y de Gijón (Asturias). Se le hizo entierro y funeral de primera clase. Para que conste lo firmo. H.C.”.

El cementerio de Villablino es también un testigo silencioso del recuerdo y de la memoria. En la parte central del pasillo de la entrada principal, a la derecha está la tumba que acoge los restos mortales de Pepín. Un sencillo sepulcro de mármol blanco, costeado en su momento por sufragio popular de los vecinos del municipio. Que en su lápida tiene la siguiente inscripción: “En memoria de D. José Vaquero Iglesias que falleció heroicamente a bordo del Sierra de Aranzazu el 13 – 9 – 1964 a los 23 años. Sus familiares y amigos.”

Sobre esta tumba, un año después de su muerte, el 12 de octubre de 1965, los gobernadores civil y militar de León, Luis Ameijide y el general Alonso de Castañeda, respectivamente. Acompañados del resto de las autoridades provinciales y locales que participaban en el Día de las Comarcas, que la Diputación de León celebraba en Villablino. Depositaron ramos de flores, rindieron homenaje y rezaron un responso en memoria a José Vaquero, en el único homenaje oficial que se le ha hecho hasta la fecha.

La marina mercante como vocación

Tras las trágicas muertes de Pepín Vaquero Iglesias e Iván Fernández Pestaña, otro joven lacianiego desaparecido en el naufragio del mercante español Monte Palomares en 1966, en aguas del Atlántico Norte. En Laciana se vivió un brote de vocaciones marineras, poco usual o infrecuente en un territorio de interior y de montaña. Hasta una docena de jóvenes decidieron hacer estudios en las distintas escuelas náuticas nacionales para dedicarse profesionalmente a ser marinos mercantes.

Uno de ellos es Baldomero Fernández, jubilado como capitán a quien le preguntamos si este percance influyó en su decisión de ser marino. “Creo que no, ya desde crio tenia la idea de viajar y conocer sitios, siempre que podía iba con mi padre en el camión a Madrid, Vigo, Santander, a cualquier sitio que me lo permitiese en los veranos.”

Tenía por aquel entonces 14 años, “yo era amigo de su hermano Tomás, que también fue marino y capitán como yo, luego cuando se caso dejó de navegar, a Pepe lo conocía de vista”. Preguntado por si su oficio le permitió satisfacer aquellas ansias de juventud de ver y conocer lugares diferentes, Baldomero asegura, “conocí muchos lugares, pero siempre te queda algo pendiente, no da tiempo a recorrerlo todo”.

Aprovechamos esta conversación con Baldomero para recordar a esa pequeña flotilla de marinos mercantes lacianiegos de los años 70, pues él tiene fresco el recuerdo de muchos de sus compañeros de profesión. Cada uno navegó más o menos años, varios de ellos jubilándose ya con oficios en tierra. Para completar la lista hemos recibido ayuda de algún otro compañero de profesión.

La lista elaborada es la siguiente con estos doce nombres. Procedentes de Villablino, Tomás Vaquero, y los hermanos José Ramón y Joaquín Valcárcel; de Caboalles de Abajo, José Luis Abella (fue también profesor en la escuela náutica de Gijón), Miguel Ángel Herrero, Faustino Bodelón, Javier Rodríguez, Rodolfo Fernández, Chus Alvarez y Miguel Ángel Llaneza; de Villaseca, Miguel Ángel Sánchez; y de la Venta de Las Perras, Baldomero Fernández. Deseamos no haber olvidado a ninguno, hoy ya todos jubilados y al menos tres de ellos fallecidos.