Una escuela para aprender a construir galerías tras desaparecer la minería de carbón en Laciana

Hace ya años que España puso fin a la minería del carbón, mucho que la comarca de Laciana, tantas décadas creciendo gracias a esta sufrida actividad, vio cerrarse su última galería. Así, la minería ha pasado a ser en estas comarcas una forma de memoria que mezcla todavía parte de orgullo y parte de dolor, ya que con el fin de la extracción llegó el inicio de la caída económica y social.

El Ayuntamiento de Villablino, la capital lacianiega, ha tirado más del orgullo para poner en marcha un proyecto ambicioso y sorprendente: crear una Escuela Nacional de Entibadores, es decir, una escuela para aprender a montar en tiempo récord y con garantías de seguridad las tradicionales estructuras subterráneas que aseguraban los túneles por los que han vivido, y también muerto, muchas generaciones de mineros.

Para ser justos y además originales, la Escuela Nacional ya tiene nombre añadido: será el de Manolín 'El Tronao'. El objetivo de esta nueva formación es ayudar a no perder esta práctica profesional minera y transmitir aquella meritoria actividad a las nuevas generaciones.

El alcalde de Villablino, Mario Rivas, fue el encargado de presentar la idea junto a quienes van a ejercer como monitores, antiguos profesionales mineros: Chacón, Monteiro y Tejedo. Les arroparon representantes de los sindicatos con presencia en Laciana, CCOO, UGT y USO.

La idea se fue gestando en los concursos de entibadores que anualmente se celebran en Villablino durante las fiestas de San Roque, una tradición siempre intocable que reunía a los mejores de las cuencas mineras españolas. Si embargo, cada año se va reduciendo el número de participantes, temiéndose que finalmente pareciera una actividad abocada a la desaparición.

La escuela nace con una presencia en la mente, la de Manolín 'El Tronao', o Manuel Alonso, en cuya memoria se organiza la escuela. Su hija Verónica estuvo presente en el acto de presentación, que le sirvió de homenaje. En esos concursos, explicó Rivas, “con Manolín a la cabeza siempre se tuvo claro que no se podía dejar perder y que había que ir más allá de la exhibición y concurso”.

Aunque la idea y la actividad puede percibirse como anacrónica, la entiba sigue siendo una práctica necesaria a la hora de sostener o sujetar estructuras en riesgos de derrumbe, incluso al margen de la minería.

Qué es y cómo funciona

La entiba es, según el diccionario de la RAE, “apuntalar, fortalecer con maderas y codales las excavaciones, especialmente las minas, y otras estructuras que ofrecen riesgo de derrumbamiento”. Y la entibación minera es el acto o trabajo de hacer la entiba.

La práctica habitual de los concursos y exhibiciones, como la que se pretende trasmitir en esta Escuela, es la entibación con cuadros de madera de una galería. Se llama cuadro a una estructura formada por tres piezas de madera: dos “postes” ligeramente inclinados y una “trabanca”, como pieza superior. Este era el sistema tradicional y antiguo. Posteriormente se llegaron a utilizar postes de hormigón forjado y trabancas metálicas. Y más recientemente en la minería se extendió el uso de cuadros metálicos, quedando los de madera, lo más artesanal, solo para casos y lugares puntuales.

Todavía hay tiempo, hasta el día 12 de octubre, día de tradicional Feriona, para hacer uso del período de inscripción para esta primera edición de este año, pues la idea es darle continuidad en próximos ejercicios. Para inscribirse, hay que hacerlo a través del correo electrónico silvia@aytovillablino.com con referencia a la Escuela de Entibadores y aportando nombre y apellidos del alumno, fecha de nacimiento y DNI.

El Ayuntamiento pondrá la financiación para la compra de materiales, equipamientos de seguridad y seguros para alumnos y monitores. Los alumnos deben aportar sus propias herramientas (hacho, pica y reglas). Las clases prácticas se harán en la estructura situada al sur del colegio San Miguel de Villablino, donde anualmente se celebra el concurso de entibadores que espera de este modo reflotarse lo más posible.

Está prevista una duración de 60 horas de formación teórica y práctica, dos días a la semana y dos horas cada día. Según se explicó, tratarán de ajustar días y horarios con los alumnos inscritos para facilitar las cosas y hacerlos compatibles con otras actividades. Y al finalizar entregará a los alumnos un diploma acreditando su asistencia y su aprovechamiento. Una especie de título que les invista como guardianes de una de las más llamativas tradiciones de la minería que forjó esta tierra.