Arqueólogos leoneses crean un calendario pagano adaptando un anuario lunar al solar Gregoriano
¿Pero cuándo caía de verdad Yule, o el Samaín? ¿Son las fechas cristianas de Navidad y Todos los Santos cuando se celebraban estas festividades que ya venían desde el Neolítico con el surgimiento de la agricultura o entre los galos y los celtas? ¿Y Halloween es Samaín? ¿Y los almanaques que las muestran las ponen en las fechas correctas, teniendo en cuenta que nuestra cuenta anual cristiano-romana es de ciclo solar y no por fases lunares que es como las marcaban las sociedades del Neolítico y la Edad del Hierro?
Todas estas preguntas se las han ido planteando los arqueólogos Andrea Miranda Duque y Fernando Muñoz Villarejo durante muchos años, y al final han aprovechado la certeza de que las fechas que todos conocemos para las fiestas antiguas, paganas podría decirse, no estaban bien representadas en ningún calendario. Sobre todo porque son móviles, cada año cambian de fecha... al estar basadas en un sistema de conteo de tiempo, el lunar, que no se corresponde con el que usamos hoy.
Así que, conscientes de que el conocimiento riguroso puede ser algo divertido y curioso, para poder enseñar y divulgar ciertos aspectos complejos de la realidad de los antiguos, han presentado su Calendario Pagano 2024-2025 con un maravilloso diseño del que se ha encargado José Manuel Álvarez que lidera Superatio.es, que hace destacar el primer producto de Retrocultura de la editorial La Caetra (una caetra es un pequeño escudo de mano que utilizaban los guerreros castreños, astures, cántabros y pueblos íberos prerromanos antes y durante la invasión romana de la península ibérica), que se estrena con este proyecto.
La necesidad humana de medir el tiempo
Así quieren transmitir que lo largo de la Historia, cada cultura ha sentido la necesidad de medir el tiempo, impulsada por motivos tan variados como fundamentales. Desde controlar el inicio de la siembra y la cosecha, hasta prepararse para el invierno o seguir los ritmos de la migración animal, esta práctica observando el cielo se convirtió en una herramienta para dominar el control del paso del mismo año tras año.
Las tribus prerromanas –entre ellos los celtas de centroeuropa y los castreños del noroeste de la península ibérica– al igual que muchas otras civilizaciones, dotaron a esta práctica de un profundo significado simbólico, vinculándola a sus dioses y ritos a través de los ciclos de la luna y el incesante recorrido del sol. Equinoccios, solsticios y lunas llenas marcaron no solo sus festividades, sino también los hitos anuales, formando espirales de vida que, aunque se entrelazan en el tiempo, avanzan de manera constante.
Hoy en día, muchas de las celebraciones que tienen raíces precristianas continúan, aun cuando en ocasiones se ha perdido el conocimiento de sus orígenes o se están recuperando de una forma un tanto televisiva. Con el fin de rescatar de forma correcta esta herencia cultural de la humanidad, Fernando Muñoz Villarejo y Andrea Miranda, los recopiladores de este conteo lunar del tiempo con rigor —que ya tuvo su primer atisbo el año pasado– han publicado este calendario ilustrado que integra el calendario actual con el antiguo calendario celta, ubicando sus festividades según el movimiento del sol y los ciclos lunares, y utilizando los nombres de los meses paganos según el calendario galo conocido como de Coligny ajustándolos a los meses romanos que la humanidad usa hoy.
El calendario pagano de La Caetra está basado en el fragmento de un anuario que se localizó en Francia hecho pedazos, que se encontró en esa ciudad francesa, escrito en latín con caracteres latinos pero que parece que era de los antiguos galos y compuesto similar a los calendarios romanos, en bronce con los días en filas verticales pero con las palabras y las festividades diferentes: la transcripción al latín de un calendario anterior. ¿Y por qué a la lengua latina? “Porque que claro, la gente de la Edad del Hierro, en gran parte de Europa, sobre todo el mundo centroeuropeo y el norte de la península ibérica, no conoce la escritura, aunque los íberos sí la tenían. Es una transcripción al latín de una cosa que venía de antes”, comenta uno de los creadores: el arqueólogo Fernando Muñoz Villarejo de Miscelánea Patrimonio.
“Es curioso porque estuvimos viendo que no hay ningún calendario en el cual las festividades y los días que según el calendario celta, que es un calendario lunar, pues hubieran bien colocadas y decir pues los santos coincidía con Samaín y no”, explica . “Y claro, si es un calendario lunar pues hay que hacer ajustes cada año, porque si lo hacemos como lo hacían ellos intentar colocar las fechas en el calendario de hoy sería totalmente inservible. Entonces esa combinación entre un calendario actual y un calendario lunar es la que hace que este proyecto sea especial porque el calendario del año pasado y el del año que viene pues no será igual, porque han cambiado las fechas de las lunas y entonces no todas las festividades van a caer el mismo día de nuestro tipo de calendario actual, sino que si una festividad cae en la segunda luna después del solsticio, pues este año va a ser un día pero el que viene va a ser otro”.
“Incrustar un calendario lunar en un Calendario Gregoriano, la verdad es que resultó bastante complicado”, reconoce su compañera en La Caetra Andrea Miranda Duque, mostrando que su motivación fundamental es que “te gusta la historia porque evidentemente te dedicas a esto y a veces haces cosas que son un poco afines porque intentas de alguna manera acercarle un poco a la gente el conocimiento de aquellos que pasaron por ella”. “A veces cuando vamos al cole o al instituto, dependiendo del profesor que tengas pues te acercas un poco más a la Historia o a las matemáticas, pero es cierto que a veces la historia no te la cuentan bien y a la gente le parece aburrida, o cree que no es lo suyo, pero bien contada es apasionante”.
“Cuando te gusta tienes mucha pasión por ello y a veces haces cosas que se relacionan por ejemplo y he participado varios años como druidesa en la Fiesta de Astures y Romanos de Astorga, y te vas dando cuenta que hay cosas que no te las cuentan muy bien, porque siendo historiadora no sabes todo evidentemente, pero cuando ves que en la antigüedad celebraban estas fiestas, como Halloween que a la gente le gusta mucho, que es similar a la de Samaín pero que no es cosa de los estadounidenses, pues la cosa cambia bastante. Nos venden que es americano pero no lo es. Es algo que se llevó a la América anglosajona y que ha vuelto un poco otra vez transformado por el cine y la televisión”. Y es que el Samaín (o Samhain) es una fiesta que se celebraba a medio camino entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, más o menos a finales de octubre y primeros de noviembre. “Ya se celebraba aquí y en muchos sitios en la antigüedad antes de que los romanos se expandieran por Europa pero no el 31 de octubre todos los años porque medían de otra forma el tiempo”, asegura la arqueóloga.
“Esta es la cuestión, que es un calendario que se tiene que ajustar todos los años y que se tiene que sincronizar con el calendario que tenemos actualmente porque será días antes o días después cada año, y calcularlo lleva un trabajazo. Esto es ir un pasito más allá porque hay que mirar cuando son las lunas llenas, y cada dos de ellas después de los solsticios, que son cuando colocaban los antiguos aquellas festividades. Entonces claro, eso implica ya pues una labor que hasta no se había hecho y la verdad que queda muy chulo”, recalca Fernando Muñoz.
De las celebraciones antiguas a las actuales
Otra pregunta interesante que provoca este calendario de fiestas paganas es si los cristianos las robaron, como mucha gente cree. Pero es algo más complicado que un sincretismo beligerante. “Las sociedades agrícolas y ganaderas, anteriores a la revolución industrial, tienen un fondo que es común a todas ellas”, aclara el historiador: “Si en el calendario de San Isidoro se dice, pues en enero hay que cerrar la puerta del año tal, en febrero tal, en tal mes hay que hacer la recogida, en este otro la siembra, en el de más allá se mata el gocho... pues todo eso es común estés en Asturias o estés en en la galia belga. Entonces, esas festividades y esos ritos se tienen por toda Europa. ¿Qué hace el mundo cristiano? Pues asumirlas, le cambia un poco la dialéctica y es verdad que cuando hablamos de, por ejemplo, la Noche de Difuntos, que se encendía una vela para guiar a los muertos, hay otras fechas donde se encienden mucho las luces para que los muertos no 'entren' en en tu casa. O sea, hay una serie de rituales que se hacen por todos los sitios, que se han estado haciendo hasta hace cuatro días, que eran comunes. Entonces, le cambias el nombre y luego, claro, también está el tema de la política. ¿Que Navidad se identifica con el Sol Invicto? Pues hombre, porque ahí todos querían arrimar el ascua a su sardina y por ejemplo en el solsticio de invierno el Emperador vendía la fiesta como Sol Invicto y los cristianos como el Nacimiento de Jesús. Pero la fiesta del solsticio de invierno de los antiguos prerromanos, Yule, no era siempre el 25 de diciembre, va cambiando por las lunas”.
Más o menos que en realidad viene a ser que son festividades de los seres humanos de Europa, que al fin y al cabo las celebran todos por ser marcadores de labores agrícolas y al final se le ponen nombres que convienen en cada momento histórico porque las ideologías y las religiones prepoderantes han cambiado, no es que roben a nadie. Fernando Muñoz apunta otro dato a esto: “Fíjate que estamos hablando de Europa, pero es que calendarios hay en Centroamérica; o sea, calendarios aztecas. Estos anuarios son para el control del tiempo, el saber cuándo hay que hacer las cosas, el momento para celebrar una actividad crucial para la supervivencia del grupo. Las sociedades cazadoras recolectoras también los tienen, pero no han llegado tan claro hasta nosotros, pero lo que sí es seguro es que, desde el neolítico para acá, el ser humano ha necesitado ese control del tiempo y ese conocer en dónde está el transcurso del año y, de alguna u otra manera, se marcan las estaciones, los ritmos de la siembra, de la recogida, de la matanza del cerdo, de tal festividad”.
Un arduo trabajo de investigación
“Unas cosas te llevan a otras y te pregunas cómo medía el tiempo esta gente y empiezas a investigar y te das cuenta de que bueno pues lo medían por el sol y por la luna que sale todos los días y si no tenemos nubes ves que ésta va creciendo o que va disminuyendo. Las sociedades agrícolas y ganaderas necesitan saber muy bien cómo va lo del tiempo porque no es lo mismo sembrar en enero que sembrar en marzo necesitan tener un calendario, lunisolar. Y a través de eso averiguas que sus fiestas también se regían por los equinocios por los solsticios y por las lunas. Ahora nuestras fiestas se rigen por las mismas que tenían ellos, parecidas no exactamente las mismas, las hemos heredado y ya no se celebran por la luna y por el sol, sino cuando la santa madre iglesia católica ha decidido que se celebren”, expone Miranda Duque.
“Por ejemplo el 25 de diciembre se celebra la Navidad en fecha fija, cuando para los antiguos no, aunque sea un poco lo mismo... que no es exactamente lo mismo porque ellos lo celebraban con el solsticio de invierno que tenía una fecha cambiante. Tampoco coincide el día 31 de octubre el día de Samaín ya que es la segunda luna llena después del equinoccio de otoño y hay veces que coincide el 26 de octubre otros años el 15 de noviembre dependiendo de cuando suceda esa segunda luna después del equinoccio. Y todas las fiestas lunares son así: la segunda luna después del solsticio de verano o de invierno o la de después del equinoccio de primavera o de otoño; y eso sí que varía muchísimo en los equinoccios, ya que los solsticios pues más o menos cambia la hora pero suele ser el mismo día más o menos. Sin embargo los primeros sí que cambian muchísimo de un año para otro y hemos tenido que reformular las fechas en nuestro calendario, porque no es lo mismo y nunca había visto yo uno en el que nos pusieran verdaderamente cuando eran aquellas fiestas prerromanas”.
La única fiesta lunar del cristianismo
“Pero en el calendario festivo romano gregoriano hay una cosa que es muy curiosa, mientras que la Iglesia pone las fechas de las fiestas en días fijos, hay una, la más importante que tiene, que es lunar: la Semana Santa”, destaca Andrea Miranda. Lo que hacían los cristianos, eso que se llama sincretismo, era asumir las festividades de los antiguos que eran las más famosas y comunes. Algo parecido a lo que hoy ocurre con judíos, musulmanes y budistas, que se tienen que adaptar a la Navidad en la que una cuarta parte del planeta, y entre ella la que más poder económico tiene, está de fiesta y tienen que adaptarse a parar a ese día; aunque no lo celebren como tal.
“Lo que hacía el sincretismo cristiano pues fue copiar para un poco llevar a su fe a la mayor gente posible. Había gente que sería celebrando cosas muy raras y muy paganas, y la gente cuando hace ahora un calendario celta, por ejemplo, ha terminado poniendo esas fechas por encima de las fiestas de la Iglesia, y la única fiesta cristiana que hay que se celebra según la Luna es la más importante, la de Semana Santa, y por eso nunca 'sabemos' cuándo cae la Pasión y Resurrección de Cristo. Todos los años tenemos que mirar cuando cae porque nunca lo sabemos... y se corresponde con la primera luna llena después de la Pascua, algo que ya se decidió en el Concilio de Nicea, que fue en el siglo IV”, indica la arqueóloga.
Nombres de días y meses de dioses celtas
Una de las cosas que han hecho para ajustar el calendario pagano es, explica Andrea Miranda Duque –la que ha llevado el mayor peso del diseño y el cálculo de las fechas de las festividades en La Caetra– también los días. Como los nombres de los que se usan actualmente (lunes, martes, miércoles, jueves, viernes o sábado) son de origen de los dioses romanos (Juno, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno; el domingo es 'el día del Señor' cristiano), que ellos los han asimilado a dioses celtas, “al igual que también los de los meses célticos que, claro no empiezan el día 1 del mes sino el día de la luna llena; lo cual es un poco difícil encajar todo, pero ha sido divertido, aunque también arduo”.
“Ver que estas antiguas fiestas las seguimos celebrando de una u otra forma y que tienen siempre algo que ver con todo lo anterior pues es muy bonito. Además no sólo es hacer el calendario y venderlo si alguien lo quiere y tal sino tener la oportunidad de poder contar estas cosas a la gente y compartir experiencias de otros lugares con estas celebraciones. Siempre hay alguien que te cuenta cosas a pues mira pues en mi casa en Jaén se hacía esto parecido que tú no sabías; y resulta que cuando vas contándolo por ahí al público le encanta, explicar cómo las fiestas van cambiando a lo largo del tiempo y cómo eran antes. Divulgar debería ser una de las labores 'obligatorias' de los que sabemos Historia”, termina la historiadora.