DO León: 18 años y 19 vendimias defendiendo sus variedades autóctonas, Prieto Picudo y Albarín

La Denominación de Origen León celebra este 2025 su mayoría de edad: 18 años de existencia oficial que equivalen ya a 19 vendimias. Nacida en 2007 con el nombre de DO Tierra de León, pero con raíces que se remontan a los años 80, la denominación es fruto del empeño de cooperativas y bodegas que lucharon durante décadas por dar a conocer la singularidad de sus vinos y de sus variedades autóctonas. Un esfuerzo que ha atravesado momentos de avances y dificultades, hasta consolidarse como un sello de calidad que hoy ampara a 38 bodegas repartidas entre las provincias de León y Valladolid.

Este aniversario llega con un bagaje de logros que van desde el cambio de nombre en 2018 que reforzó su identidad como DO León, hasta la acreditación internacional de calidad obtenida en 2021, que certifica la trazabilidad y la garantía externa de sus vinos. Pero también llega con la conciencia de que el camino no ha sido sencillo: la pérdida de cooperativas, la falta de relevo generacional o los precios que no siempre cubren los costes de producción siguen siendo desafíos para un territorio vitivinícola que, pese a todo, no ha renunciado a crecer y diferenciarse.

Cumplir 18 años supone para la DO León alcanzar una mayoría de edad simbólica en un momento clave para la viticultura leonesa. Los retos ahora pasan por ganar presencia en mercados nacionales e internacionales, atraer a nuevos consumidores —especialmente jóvenes— y mantener vivo un cultivo que no solo produce vino, sino que fija población, protege el paisaje y sostiene la economía de muchos pueblos del sur de la provincia. Un sector que, en palabras de su presidente Rafael Blanco, “no es solo una actividad agrícola, sino una actividad con un tremendo valor social para esta tierra”.

De Tierra de León a DO León

El camino no fue fácil. Lo empezaron, en 1985, un grupo de cooperativas y bodegas de Valdevimbre, Los Oteros y la ribera del Cea, que crearon la Asociación Profesional de viticultores, elaboradores y embotelladores. Aquel germen se llamó 'Tierras de León', en plural, y su meta se sustentaba en tres pilares: promoción, diferenciación y mejora de la calidad. El 27 de julio de 2007, el proyecto se hizo realidad con el nacimiento oficial de la DO Tierra de León, ya en singular.

Después de años de tramitación, en 2018 se dio otro paso decisivo con el cambio de nombre a DO León, aprobado tras un largo proceso en Bruselas. “Fue un avance muy importante, porque el término DO Tierra de León se confundía con una categoría inferior como es la de Vino de la Tierra de Castilla y León, una Indicación Geográfica Progedica (IGP) del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León, el ITACyL, de la Junta. Desde que pusimos el foco en León se tiene una percepción distinta, más cercana y reconocible”, explica a este medio el presidente de la DO desde hace ocho años, Rafael Blanco.

A ello se sumó en 2021 la acreditación de la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC), adoptando y cumpliendo la norma internacional de calidad UNE-EN ISO 17065. Esta acreditación vino a reforzar el compromiso de garantía de calidad de la DO León y de sus bodegas con las condiciones de calidad más exigentes, que añaden un valor de confianza para el consumidor y una mayor agilidad en la comercialización.

Un territorio extenso, aunque poco productivo

La DO León abarca 3.317 kilómetros cuadrados, el territorio más amplio de todas las denominaciones de Castilla y León, aunque paradójicamente es de los menos productivos. Se extiende por 88 municipios —69 en la provincia de León y 19 en Valladolid— desde Sahagún hasta la base del Teleno, con viñedos situados entre los 700 y los 935 metros de altitud. “La altitud media de nuestro viñedo coincide con la base de la Catedral de León, y eso marca mucho el carácter de nuestros vinos”, señala el presidente.

Los suelos son pobres, de arcilla y canto rodado, “excepcionalmente arena”, y el clima frío, con fuertes contrastes térmicos entre el día y la noche. Condiciones que, según Blanco, juegan a favor en un contexto de cambio climático: “El cuadrante noroeste español, y en particular nuestra DO, quizá seamos de las zonas menos afectadas hasta ahora. Esa frescura que caracteriza a nuestros vinos es justo lo que más demanda el consumidor actual”.

Cepas únicas y vinos de calidad

Actualmente, la DO León cuenta con 1.200 hectáreas de viñedo, de las cuales 800 están dedicadas al Prieto Picudo, la uva tinta autóctona que es santo y seña de la denominación. Le siguen el Verdejo (97 hectáreas), el Albarín (93, con tendencia al alza), el Godello, “es simbólico”, y de uva tinta el Mencía y Negro Saurí, que entró en producción el año pasado.

El 93% del viñedo está en espaldera y solo el 7% en vaso, las llamadas cepas en “rastrera”, que se destinan principalmente a vinos tintos de guarda.

Los rendimientos son bajos: apenas 5.000 kilos por hectárea de media, cuando la norma permitiría una producción de entre 6.000 y 10.000. “Es consecuencia del terreno y de nuestras variedades, pero eso es precisamente lo que garantiza la calidad. Nuestros vinos no son de cantidad, son de identidad”, recalca Blanco.

Rosados y blancos como bandera

La DO León se asocia principalmente a los rosados, elaborados en su mayoría con Prieto Picudo. “Tradicionalmente éramos tierra de claretes, que hoy se diferencian entre claretes y rosados. Y nuestro producto estrella son los rosados frescos, polivalentes, que encajan perfectamente con lo que pide el mercado actual”, explica.

Los tintos apenas representan un 10% de su producción. Aun así, algunas bodegas han apostado por experimentar en este terreno. En cualquier caso, el peso sigue estando en los rosados, hasta el punto de situar a la DO León como la cuarta productora de España, tras Navarra, Cigales y La Rioja.

El vino rosado representa en torno al 6% del consumo mundial y en España supone ya una de cada diez botellas vendidas, en un contexto en el que las ventas de tinto descienden mientras aumentan las de blancos y rosados. Los consumidores demandan cada vez más vinos frescos, versátiles y procedentes de producciones pequeñas, donde prime la diferenciación. Una tendencia que, según destacan desde la DO León, resulta especialmente favorable para denominaciones de origen más reducidas como la leonesa, cuya identidad se sustenta precisamente en la singularidad de sus variedades y en elaboraciones cuidadas.

“El 20% del consumo es el vino blanco, y ahí es donde tenemos la batalla que ganar”, subraya.

Una DO de contrastes: grandes cooperativas y bodegas familiares

Cinco bodegas concentran el 80% de la producción total, pero la mayoría de las 38 adscritas son pequeñas bodegas familiares. Solo permanecen tres cooperativas activas, frente a la docena que llegó a haber en su día. “Las concentraciones parcelarias hicieron mucho daño. Se arrancaron cepas históricas y muchos viticultores se cambiaron a otros cultivos. A eso se suma la falta de relevo generacional”, lamenta Blanco.

Aun así, en zonas como Jamuz se ha recuperado parte del viñedo viejo, y nuevas generaciones de enólogos, en su mayoría jóvenes, están tomando el relevo de sus abuelos. “Tenemos tres elaboradores jóvenes y una decena de enólogos muy jóvenes, la mayoría mujeres, que están aportando frescura y nuevas ideas al proyecto”, celebra el presidente.

Retos y dificultades

No todo es motivo de celebración. Blanco advierte de que el precio de la uva en muchos casos no compensa los costes de producción, lo que pone en riesgo la sostenibilidad de algunos viticultores. “Hay mucha romantización en la viticultura, pero la realidad es que a muchos viticultores no se les paga un precio justo. Es un dolor que compartimos todos”, lamenta.

A esta situación se suma el incumplimiento de la Diputación de León en el pago de las subvenciones destinadas a la promoción desde 2022. “El sector agroalimentario representa el 13% del PIB provincial, pero seguimos sin cobrar esas ayudas por problemas de gestión. No es cuestión de dinero, es de compromiso”, critica el presidente de la DO.

Frente a estas dificultades, la denominación mantiene firme su apuesta por reforzar sus señas de identidad. “Apostamos por la recuperación de nuestras uvas, el Prieto Picudo y el Albarín; esta última se popularizó en lo que va de siglo. Prácticamente son unas uvas solo nuestras y la explosión del Albarín es importante, y seguirá creciendo en los próximos años”, subraya Blanco, convencido de que estas variedades marcan la diferenciación y el futuro de la DO León.

Mercado y promoción

El mercado principal de la DO León sigue siendo la propia provincia y Asturias, aunque se exporta a países de Europa central como Alemania, Suiza, Bélgica, Países Bajos y también a Estados Unidos. En México se abrió una vía que hoy mantiene solo una bodega. “Nuestro reto es consolidar y crecer en mercados exteriores, pero sobre todo ganar en prestigio en casa. Nadie pide ‘un León’, pero cada vez más gente pide ‘vino de León’. Y eso ya es un avance”, apunta Rafael Blanco, en referencia a la campaña “Ponme un vino, ponme un León” lanzada hace unos años en la hostelería de la ciudad.

El presidente destaca además un cambio de tendencia en el perfil de consumidor, visible en la última feria del vino de Valencia de Don Juan, donde percibieron “un acercamiento de gente más joven que empieza a interesarse por los vinos blancos y rosados”. La inclusión de vinos semidulces de baja graduación alcohólica fue una de las sorpresas de la edición: “Vemos ahí una puerta de entrada que puede llevar al consumo de vinos secos tradicionales”, explica Blanco.

La promoción es clave para acercarse al consumidor final, en un contexto en el que el sector hostelero no siempre resulta un aliado eficaz. “En 2018 hicimos cursos de formación a hostelería y los tuvimos que suspender porque no tenían aceptación. Había un desconocimiento absoluto del vino y falta de interés”, recuerda el presidente. Una situación que, dice, se ha agravado con la asfixia que vive la hostelería.

Fue por eso que “decidimos ir a por el consumidor con un mensaje que cale y que sea él el que lo pida. Creo que ha dado buenos resultados. Respeto la restauración, pero el perfil de vinos de barra en la hostelería es malo. Falta conciencia y responsabilidad social sobre la defensa del territorio, el producto y la calidad”, añade Blanco.

En ese sentido, el presidente señala la importancia de recuperar actividades de promoción perdidas durante la pandemia, como el 'Bierromántico' en el Barrio Romántico de León y el 'Rosado y Picudo' en el Barrio Húmedo. “El contacto directo con la gente es lo que nos da visibilidad. Tenemos que volver a estar en la calle”, insiste.

Más que vino: valor social y cultural

La DO León reivindica no solo su calidad vitivinícola, sino también su valor social. “Nuestra actividad fija población en los pueblos. Hay localidades donde la única actividad laboral que queda es la bodega. Defender nuestros vinos es defender nuestro territorio”, afirma Blanco.

Por eso, la DO también trabaja en colaboración con otros sellos de calidad como la Cecina de León, la Alubia de La Bañeza o el Chorizo de León, así como con queseros y otros productores locales. “La unión de los productos de calidad es la mejor herramienta para mostrar la riqueza agroalimentaria de esta provincia”, concluye.

Con 18 años de historia oficial y 19 vendimias, la DO León se reivindica como una denominación pequeña en volumen, pero grande en carácter. Y afronta el futuro con el compromiso de seguir cuidando sus variedades autóctonas, innovando en la elaboración y defendiendo el territorio donde nacen sus vinos.