El sorteo fue caprichoso y les emparejó de tal forma que ambos alcanzaron la final, una de las más esperadas, de las más simbólicas y en el emplazamiento que más gusta ganar: Riaño, la catedral de la lucha leonesa. Todo con la mirada de un joven embalse y un paisaje idílico que ya ha vivido miles de combates.
Héctor García, 'el divino' de Campohermoso, y Moisés Vega. Primero contra segundo de la Liga de Verano en categoría de peso medio. Sobre la hierba, descalzos, como manda la tradición, entran juntos. Se sujetan el cinto, de cuero, piel de vaca. Ante la atenta y fija mirada de los árbitros se agarran preparados para el baile y colocan sus pulgares lejos de la hebilla. Mano derecha atrás, a la espalda. Mano izquierda en el abdomen del contrario. Suena el silbato y comienza la lucha. Tres minutos intensos, llenos de clase, maña, fuerza y elitismo. Conceptos que definen este deporte autóctono convertido en arte en la montaña leonesa y en la ribera, al norte de la capital. No falta la afición. Un millar de personas se da cita en el coso riañés.
Con estos condimentos y con buenos clubes que formen a sus alumnos, la tradición no desaparecerá, a pesar de los problema surgidos este año. Saltó la sorpresa, Moisés Vega, de Cistierna, se impuso con dos enteras, atacando las mañas más clásicas de su rival, al líder de la general de la categoría de peso medio (entre 67 y 77 kilos), que aún conserva una buena ventaja tras el decimoquinto corro (se disputan 26).
No en vano, Héctor García es el actual campeón provincial de las últimas 14 ediciones y, de momento, va camino de una más con una facilidad pasmosa para ganar combates, siempre con respeto hacia el rival. Su corte clásico gusta al público, con reverencia a aquellos que algún día, a finales del siglo XIX en La Vecilla y Morgovejo, comenzaron a sujetarse por el cinto y se vistieron con el primer traje de sayal y estameña, el mismo material del que se hacían los coladores.
Dicen los entendidos, y en estas zonas son muchos, que las luchas de los pesos medios son más igualados, más interesantes, aunque sin quitar protagonismo a los ligeros y pesados. Entre 77 y 88 kilos se enfrentan los semipesados. Clemente Fuertes, de Tendal de la Sobarriba, alcanzó de nuevo la final, como en la mayoría de corros del verano (es el líder actual), en la que 'amachambró' a Roberto Rodríguez 'Bulnes', que agarrado a él jugaba en casa, con apoyo de su público, pero que no pudo con la superioridad aplastante de su rival.
Los ligeros (hasta 67 kilos) y los pesados (a partir de 88,05) también levantan al público de sus asientos. Diempre tras la presentación de los participantes con el sonido de fondo del himno a la lucha leonesa, compuesta por Ángel Arredondo Giraldo y la música de la Banda Municipal de Astorga. Pero la distancia entre algunos de ellos evidencia a veces, entre el público, una mayor atención y protagonismo a los pesos medios.
Corros con simbolismo
Casi tres horas y media de aluche, con 61 jóvenes, menores de 32 años, que preceden a la noche y al fresco veraniego que se atrincheran en el valle y despiden los corros durante una semana. Será en otro escenario, aunque los más simbólicos son Riaño, Prioro y Sahechores. “Siempre gusta ganar o llegar lejos, pero es verdad que no es lo mismo ganar en estos corros que en otros”. Lo dice, en el momento del pesaje, Omar Liquete, conocido como 'El tanque de El Ferral', opinión compartida por los demás.
El peso es un proceso que inunda de intimidades los instantes previos de los combates. Todos los luchadores, concentrados para la tarde que se avecina, se colocan sobre la báscula para asegurar su categoría, todo ante el cuidado de Charo Ramos, coordinadora de este apartado. Ha sido testigo de numerosas anécdotas.
Omar Liquete se acerca a la sala demasiado abrigado para un 18 de agosto, vistosamente sudado tras correr para perder unos gramos. El día anterior, en Renedo de Valderaduey, se vio obligado a participar en pesados al superar su peso habitual. Confía en que en Riaño pueda volver a su categoría para contar con más opciones. Ataviado únicamente con camiseta y pantalón corto, prendas necesarias para el pesaje, se eleva sobre el aparato. 88,250 kilos. “¿Cuanto tiempo me queda?”, pregunta. “20 minutos”, responde Charo.
Rápidamente se viste de nuevo, se abriga hasta la barbilla y se viste con un gorro, se introduce en su coche y pone la calefacción como si fuera enero. “Esto es muy habitual”, comenta entre risas Antonio Verduras, presidente de la Federación Castellana y Leonesa de Deportes Autóctonos, quien recuerda que ya el veterano Javier Alonso de Ponga desarrollaba esta técnica. El joven luchador vuelve, se sube y la pantalla marca 88,095. Nervioso por la hora, un compañero le recomienda que se quite esa camiseta, tan sudada y pesada, y le presta una más ligera. “Ahora sí, 88,05 kilos”, espeta Charo, quien propicia una alargada cara de felicidad en el luchador. “Ahora me tocará Clemente en el sorteo”, sostiene Liquete irónicamente.
De los más antiguos
La lucha leonesa es uno de los deportes más antiguos del continente. Cada uno de sus practicantes lo sabe y con ese ímpetu sale al corro, con el fin de mantener una costumbre a la vez que se divierte. Verduras, presidente de la Federación de Lucha Leonesa hasta hace diez años, ensalza el valor de los más de 60 luchadores que actualmente defienden esta tradición en cada combate, pero reclama más apoyo institucional, pues organizar cada corro tiene un coste de unos 3.000 euros que costea cada ayuntamiento, y no todos cobran entrada.
“Todos los años nos abandona alguno por motivos económicos, algún pueblo que no puede seguir. ¡Pero aparecen otros!”, exclama, lo que evidencia la buena salud que atraviesa este deporte, con más combatientes ahora que hace una década y más gente que llena las gradas, la mayor parte de las ocasiones portátiles, pues el caso de Riaño y alguno más es excepcional. En total, a lo largo de la Liga de Verano se celebran 26, dos de ellos en las casas de León de Bilbao y Barcelona, donde dicen que es gran aficionado el diputado de CiU, José Antonio Durán i Lleida.
Al término de este campeonato, allá por la celebración del Día del Pilar, se celebra el torneo 'Campeón de Campeones', sólo entre los que han ganado al menos un corro de los disputados durante el verano. También lo disputan la categoría femenina y los infantiles y juveniles. Y más tarde llega, entre noviembre y diciembre, la lucha de la ribera contra la montaña (la línea de Feve entre León y Cistierna marca la frontera), en la que los luchadores de ambas zonas se enfrentan en dos equipos. Gana el equipo que conserve al menos un luchador en el corro.
Los luchadores de pesados Abel Isaí (D), y Eduardo. Foto: Eduardo Margareto / Ical
Se mezclan categorías de peso por sorteo puro. “Puede tocarle a uno de 70 kilos con uno de 100. Casi siempre ganará el más pesado, pero lo bonito de este deporte es que la maña adquiere mucho protagonismo, y se han dado combates de gente ligera que gana a un pesado”, destaca Verduras, quien sonríe al citar que, como antaño, se le entrega un mazapán al segundo clasificado de este campeonato y un gallo al vencedor.
Recuerda que en la zona de la montaña la lucha leonesa es el juego de los “chavales, ni el fútbol ni otra cosa”. “Antes estaban todo el día”, sostiene. Narra una anécdota, entre risas, de un conocido que le decía a sus tres hijos pequeños: “Si a la noche me entero de que os han tirado en el corro, no digáis que sois míos”. Esta frase revela la importancia de la afición de este deporte.
Luchas celtas
Otras luchas ya en desuso parecen tener su origen en la lucha leonesa, trasmitida por los pastores por medio de la trashumancia hacia Extremadura. Son la de la Cruz, en Salamanca, 'vueltas' o 'marañas' en la zona de Sayago y trinchas, en Zamora, la lucha en La Moraña (Ávila), la 'galhofa' (norte de Portugal), 'valto' (concejo de la Lomba, León), 'altío' o 'aluchas' (La Cepeda), la lucha en la Montaña Palentina y en Saldaña.
Pero hay otras dos, ambas fuera de las fronteras españolas, que han tenido gran protagonismo en las últimas dos décadas. Las luchas celtas de la Bretaña francesa, conocida como 'Gouren' en la jerga gaélica, y la escocesa 'back-holt', similares ambas al judo aunque con lógicos matices.
“En 1992, los organizadores nos invitaron a los practicantes de lucha leonesa por primera vez a competir en Francia con juveniles. Al ir allí, lo hicimos a su manera y adaptamos a los chavales. Al tercer año quedamos campeones de Europa”, asiente Verduras. “Llorábamos como tontos, aún lo hago ahora cuando lo recuerdo”, añade con la voz entrecortada. Participaban luchas de Inglaterra, Países Bajos y, también, la Lucha Canaria. “Cada una tiene sus peculiaridades, pero se intenta adaptar”, asevera.