Poeta, narrador, investigador y ensayista, Roberto González-Quevedo es un apasionado y un experto en el habla leonesa de su tierra, Palacios del Sil, que ha escrito mucho y bien, entre otros libros, 'La fala de Palacios del Sil', en un intento deliberado por preservar la lengua de sus ancestros, en este caso el pachuezo, que para Roberto tiene un significado especial, porque es una lengua y todas las lenguas son valiosas, irrepetibles, aunque es consciente de que está en un claro peligro de desaparición, “pero creo que en los últimos tiempos hay una fuerte conciencia social de que es un bien cultural importante. Por otro lado, gracias al trabajo a favor de esta lengua minoritaria he disfrutado mucho al ver cómo ha crecido de forma espectacular el número de gente que escribe y lee en este idioma. Por eso he trabajado durante mucho tiempo por su supervivencia y por construir una literatura propia”, aclara este polifacético autor que, además, es filósofo y doctor en filología y antropología, cuya impronta y cuyo destino, como él mismo reconoce, es conocer, saber. “Eso es lo que, para mí, merece la pena en la vida”, por eso ha procurado vivir y conocer cosas distintas y construir una obra muy diversa, con la que se siente satisfecho y cómodo, porque la ha hecho por placer, porque le apetecía, y nunca ha sido fruto de la obligación. “A veces te olvidas de alguna obra que escribiste y de pronto la recuerdas y te vuelves a identificar con ella como la mejor”.
A la hora de construir relatos y ficciones también es necesaria la documentación, el conocer aspectos concretos de la realidad. Y el conocimiento de la cultura humana aporta datos muy valiosos para construir una historia.
La etnografía y antropología en la ficción
Reconoce el creador de 'Cuentos de Lleón' que la etnografía y la antropología le han resultado útiles en algún tipo de creación literaria. “Y es que a la hora de construir relatos y ficciones también es necesaria la documentación, el conocer aspectos concretos de la realidad. Y el conocimiento de la cultura humana aporta datos muy valiosos para construir una historia. A la hora de describir cómo se comporta una colectividad o cómo se forja una creencia es muy importante conocer los mecanismos sociales que provocan esos fenómenos”. En todo caso, González-Quevedo, que ha sido galardonado con algunos premios como el de Letras, por la Asociación de Escritores de Asturias, y aun otros como el que te otorgara la Diputación de Asturias por Narraciones breves, tiene querencia tanto por sus primeros libros, que tuvieron para él un encanto especial, como por sus últimas obras, por ejemplo su novela negra 'Sangre na braña', ambientada en los paisajes rurales del Alto Sil, que nos muestra la contraposición de dos mundos, a saber, el tradicional y el minero. Otra de sus obras reseñables es 'Pul sendeiru la nueite', constituida por textos heterogéneos, que transmiten un mundo complejo. “Que leyéndola parece respirarse el espíritu de aquellas montañas. Que posee un cierto tono fundacional. Que tiene el encanto de la literatura que quiere ser primigenia y, entonces, está llena de la belleza que puede dar la ingenuidad de crear un lenguaje poético nuevo”.
En este sentido, a Roberto, para quien el tiempo actual constriñe a la gente a una gran “unilateralidad”, a la especialización, no le gusta moldearse para encajar en una horma diseñada por los burócratas, los políticos y los economistas. “Conviene ser muchas cosas, enriquecerse con la diversidad. Proteo ha sido para mí siempre uno de los dioses preferidos”, apostilla este autor palaciego, fraguado al amor del fuego lírico de los filandones (“reuniones nocturnas, en torno a las mujeres que hilaban”) y los calechos (“que se hacían al atardecer”), con una madre, Eva González, que fue su maestra en muchas cosas, “casi en todas, también a la hora de escribir”, y con quien escribió varios libros de poesía y de cuentos. Rememora Roberto que en ambos actos sociales –se refiere a los filandones y calechos– se discutía, se comentaba y se asimilaban las desgracias y las disputas. “También eran reuniones creativas: se relataban historias, leyendas y mitos. Había muncho humor. Y, sobre todo, reinaba la palabra como forjadora mágica de la vida”. Una fuente inagotable para quienes deseen escribir y fabular en la oralidad tradicional. “Quienes percibimos ese mundo podemos hacerlo. Yo, al menos, quiero hacerlo”.
A la hora de construir relatos y ficciones también es necesaria la documentación, el conocer aspectos concretos de la realidad. Y el conocimiento de la cultura humana aporta datos muy valiosos para construir una historia.
Aparte de su madre y los clásicos del canon, Roberto siente predilección por autores de la tierra, entre ellos Julio Álvarez Rubio, un ejemplo de profundidad y de genio estético, al que admira y con quien aprende, y confiesa que son muchos los que le han fascinado por su forma de sentir y relatar, “algunos que me son especialmente queridos. Kafka, extraordinario siempre y sobre todo por su sentido del humor y su capacidad par representar nuestra subjetividad actual. Joyce, por su dominio del lenguaje para hacerlo más plástico. Proust, por su capacidad para entrar en las esquinas del alma. Y admiro mucho a autores como Robert Musil y Thomas Mann, que unen de forma admirable realidad y pensamiento”.
Roberto, que conserva con especial cariño su nombramiento como “vaqueiro de honor y está agradecido por los reconocimientos que se le han concedido, no cree mucho en los premios literarios, que ”tienen siempre un valor relativo“, porque ”lo que de verdad cuenta es el trabajo y la obra hecha. No hay que olvidar que el valor y la calidad no suelen reconocerse“.
Desde hace tiempo vive en Oviedo y ejerce como secretario de la Academia de Lengua Asturiana, institución con la que está encantado de poder colaborar, y en la que ha encontrado a gente muy valiosa. Incansable en su labor creativa, está a la espera de que salga muy pronto a la luz su última obra, que será un poco sorprendente. “No sé cómo se interpretará. En todo caso, con ella intento seguir otros caminos, porque nunca me ha gustado encasillarme en un estilo, registro o variedad literaria determinada. Lo que sí tendrá esa obra será fabulación en estado puro. En definitiva, será una nueva vía, aunque quizás regrese al epicentro inicial”, concluye.
La política es, como siempre, una historia sórdida de poder
Entrevista breve a Roberto González-Quevedo
¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?
'A la búsqueda del tiempo perdido' es uno de ellos.
Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida)
Gregorio Samsa.
Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable)
No conozco ninguno: cuando no soporto un libro lo tiro y lo olvido, la memoria es limitada.
Un rasgo que defina tu personalidad
Ser resistente, no rendirme.
¿Qué cualidad prefieres en una persona?
La paciencia.
¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
La política es, como siempre, una historia sórdida de poder. La sociedad actual la veo precipitada, totalmente acelerada.
¿Qué es lo que más te divierte en esta vida?
Lo básico de la vida misma: soñar, cantar, dormir, leer.
¿Por qué escribes?
Por necesidad. No estoy seguro de que no sea un poco patológico.
¿Crees que las redes sociales, facebook o twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
Pueden, pero sólo como otro tipo de secuencias textuales. La verdad es que no las tengo mitificadas.
¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
Los demás, los acontecimientos, pero sobre todo el mundo interior propio.
¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
Sigo algunos blogs y me interesan mucho literariamente, aunque no me entusiasmen. Lo que sí es cierto es que me duele cuando alguno deja de publicarse.
Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.
Esta, que no es mía, sino de Goethe: “Gris, querido amigo, es toda teoría y verde el árbol de oro de la vida”