'La primera puerta del espanto', de Miguel Vargas Román

El escritor Miguel Vargas Román.

Luis Artigue

Esto no es una novela policial al uso… un cadáver que aparece sin una sola gota de sangre. Un policía corrupto que concluye a velocidad de vértigo que se trata de un suicidio. Una fiscal de la cual el lector se enamorará seguro (a no ser que sea de piedra). Un perito fotográfico (el inolvidable Agustín Sémones) que decide investigar por su cuenta el caso, lo cual le lleva sumergirse en el mundo de la música black metal y del vampirismo (sin que eso le salga gratis). El justiciero y autoindulgente inspector Pedro Abelardo (una suerte de Philip Marlowe a la chilena) tomando las riendas oficiales de todo. La neblinosa ciudad de Valparaíso como si fuera LA Confidencial, sí, como si la niebla justificara los pasotes legales y morales y sociales…

Y sin embargo esto no es una novela policial al uso.

De hecho La primera puerta del espanto (Editorial Adarve) es tanto una novela policial sobre este caso, como una novela muy literaria, tanto por la riqueza de la prosa como el enfoque coral de la narración y como lo que en ella hay en las descripciones de regusto de las novelas clásicas, como una novela política (todo parece un pretexto para la denuncia sin ambages de la podrida sociedad de Valparaíso repleta de corrupción oficial y fascismo machismo sarcasmo y orgasmo), y como una novela fantástica de raigambre gótica (con homenajes a Bram Stocker, Anne Rice y Philip K. Dick) en lo que tiene el fantástico de parentela con el noir: el fantástico que huye de la realidad por lo jodida que es socialmente, y, al hacerlo, la denuncia (de hecho hay en esta novela un fantástico alegato contra la arbitrariedad del poder, y en favor de un mundo mejor, representado en la peripecia de Aníbal, un político cabrón que sale en esta novela como espejo de Valparaíso y del mundo).

Sin embargo la intriga está muy presente en esta obra, y por eso es difícil soltarla hasta que llega el desconcertante final: un final muy al estilo de los clásicos que muestra como no podemos huir de nuestro destino.

En estas páginas hay mucha violencia, hay sexo crudo y duro, hay investigación policial, hay esoterismo, fuerzas oscuras, hay amor y hay dolor a raudales.

Y sobre todo hay mucho escepticismo político y mucha honestidad narrativa pues, como en la vida, en esta novela nada acaba bien, y así está bien.

La novela negra actual, en la línea de Michael Connelly, Fred Vargas y demás, tanto en España (David Llorente con Madrid. Frontera y Europa es un buen ejemplo) como en Hispanoamérica (véase como muestra Los que duermen en el polvo de Horacio Convertini) está dejando de ser solo una poética del realismo, para ejercer su característica denuncia de la injusticia el mal y el crimen también desde el registro fantástico.

He aquí una meritorio ejemplo de esto. ¡Viva la imaginación!

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