Colinas del Campo o el milagro de hacer estable una sede de artesanía allí donde se acaba la carretera

La carretera se acaba en Colinas del Campo de Martín Moro Toledano. En la esquina nororiental de la comarca del Bierzo, esta localidad perteneciente al municipio de Igüeña con uno de los topónimos más largos de España puede presumir también de una cuidada arquitectura (goza de la consideración de Bien de Interés Cultural), de un entorno privilegiado con el Catoute a tiro de piedra y, desde hace diez veranos, de una sede estable de artesanía que sirve en verano de escaparate permanente de un puñado de artistas, de ventana ocasional para otros y de atractivo añadido para un pueblo que sufre las consecuencias del cierre de la minería del carbón.

El de la sede estable de artesanía de Colinas del Campo pudo ser otro ejemplo de proyecto levantado con fondos del Plan del carbón y frustrado por falta de actividad. Una inversión de 300.000 euros con cargo al programa de reestructuración de las cuencas mineras sirvió para acondicionar las antiguas escuelas y levantar otro edificio complementario para hacer de taller en la antigua era. Había continente, pero faltaba contenido. Pep Escudero, que llegó de Mallorca hace 17 años a Robledo de las Traviesas (Noceda del Bierzo), ejercía como secretario de Atudebial (Asociación de Turismo y Desarrollo del Bierzo Alto), donde era uno de los encargados de organizar las Ferias de Turismo y Artesanía. Con la agenda llena de contactos, propuso lanzar la sede al Ayuntamiento de Igüeña.

Escudero, un artesano de la madera que ejerció profesionalmente como albañil y ahora se encarga de coordinar la sede, se topó literalmente con el edificio cuando llevaba a amigos a disfrutar de las excelencias de Colinas del Campo, donde un cartel insta al visitante a dejar el coche a la entrada del pueblo. Se preguntaba cómo una infraestructura de esas características estaba cerrada. Trasladó la cuestión al alcalde de Igüeña, Alider Presa. “Y encontramos siempre buenas disposición por parte del Ayuntamiento”, cuenta para relatar la génesis de una iniciativa que tomó forma ya en el verano de 2013 con una filosofía clara: “Llevó un tiempo contactar con los diferentes artesanos. Mi interés era dar prioridad a la calidad. Muchas veces se confunden las manualidades con la artesanía. Y tampoco pretendía que esto se convirtiera en una tienda”.

Un espacio inutilizado en un pueblo con tirón turístico

Un puñado de artesanos afincados en el Bierzo tomó las riendas del proyecto. Víctor Lobato 'Rixo', muy conocido en la comarca entre otras cosas por tallar troncos de árboles con especial esmero y singular resultado, formaba parte de ese núcleo fundacional. “Carpintero y ebanista de oficio y artesano de vocación”, Rixo alaba el impulso de Pep Escudero: “Hay gente que va de guay y otra que lo es. Él es gente noble”. El proyecto le gustó: “Me parecía muy atractivo. Era un espacio que estaba inutilizado en un pueblo que tiene cierto tirón turístico”. Durante tres veranos estuvo implicado en una iniciativa lastrada por no haber conseguido todavía tener un importante rédito comercial. “Y el artesano se mantiene muchas veces por amor a su oficio”, admite.

Carles Morant también estaba entre quienes levantaron con su esfuerzo la sede estable de artesanía de Colinas del Campo. “Paro el torno y me lavo las manos”, dice al descolgar el teléfono desde su taller de cerámica A Noitiña, ubicado en la localidad berciana de Sobredo (Sobrado). Formado en los años 80 en una Escuela de Bellas Artes, lleva años lidiando con una paradoja: “El nombre artesano vende mucho, pero la artesanía casi no se conoce”. Desde un pueblo también alejado de los principales núcleos pero con menos tirón turístico, defiende las potencialidades de Colinas también con un argumento que podría sonar contradictorio: “Hay pueblos pequeños que se venden mejor. Yo no vendo en León tanto como en Boñar, por ejemplo. En las ferias de los pueblos la gente va con otra predisposición”.

Pep Escudero propuso abrir un espacio que permanecía cerrado tras su rehabilitación con una filosofía clara: Mi interés era dar prioridad a la calidad. Muchas veces se confunden las manualidades con la artesanía. Y tampoco pretendía que esto se convirtiera en una tienda

María José González, que hace flores prensadas en Ponferrada, se incorporó más tarde a la sede estable de Colinas del Campo. Autodidacta de una técnica en la que se imbrican “arte y artesanía”, reconoce que el mayor hándicap es el comercial. “Lo hago por hobby; no he conseguido que me dé para vivir”, admite al frente de la marca 'Benditas flores' sin dejar de ponderar que “en el momento económico actual la gente se priva de los caprichos”. El escenario tiene sus pros y sus contras. “Colinas es un pueblo precioso, pero muy aislado. Van muchos senderistas, pero el caminante no llega con intención de compra”, contrasta asumiendo que “a veces cuesta repetir porque la experiencia económica no es satisfactoria”.

La balanza de ventajas e inconvenientes la ponen sobre todo los artesanos que llegaron de fuera en estas diez temporadas. Acostumbrado a vivir en la periferia, Javier Martínez Carvajal se crio en Almería y se fue a estudiar Filosofía a Santiago de Compostela. Fue así como desembocó en la Sierra del Caurel (Lugo), donde se aficionó a la cestería. Sin ocultar que se sorprendió al descubrir la existencia de una sede de artesanía en un lugar también apartado como Colinas, valora en positivo su experiencia: “Me agradó que ellos me invitaran. Me sentía como un novato. Yo era como el niño pequeño, pero me trataron como uno más. No es un lugar de venta extraordinaria, pero nos gustaba”. A Martínez Carvajal le cedieron un espacio y le dejaron ofrecer un curso de iniciación a la cestería, donde se llevó otra sorpresa: dos de los tres alumnos llegaron específicamente para el taller desde Zaragoza.

La sede estable de artesanía de Colinas del Campo ya había logrado estabilizar su funcionamiento a través de una cesión de uso del espacio realizada por el Ayuntamiento de Igüeña a la asociación Murmurarte, formada por los artesanos que cada fin de semana de verano se encargan de atender las instalaciones bajo una fórmula de autogestión. La planta baja está ocupada por la exposición permanente, concebida como “un muestrario de distintos estilos y trabajos artesanos con presencia fundamentalmente de la artesanía tradicional”, cuenta Pep Escudero citando como extra el trofeo que cada año les encarga la organización de la prueba deportiva Catoute Trail. La planta de arriba es para las exposiciones temporales, con las que cada fin de semana entre finales de junio y finales de agosto ese espacio muda de piel con una oferta multidisciplinar (los dos próximos será protagonista la Asociación de Pintores del Bierzo). Incluso la poesía se hizo un hueco poniendo versos con distancia social para retomar la actividad en medio de una pandemia que apenas ha trastocado su calendario.

La planta baja está ocupada por la exposición permanente, concebida como un muestrario de distintos estilos y trabajos artesanos con presencia fundamentalmente de la artesanía tradicional. Y la planta alta es para las exposiciones y actividades temporales

Con el acuerdo y la buena sintonía entre el Ayuntamiento de Igüeña y Murmurarte todos salen ganando. El Consistorio asume los gastos de mantenimiento del edificio, muy limitados por condensarse su apertura en los fines de semana de los meses de verano, pero aun así supone un balón de oxígeno para el colectivo. “Fue una suerte encontrar a Murmurarte. Son un buen equipo. Y sin ellos, nosotros tendríamos muchas dificultades para llenar de actividad el espacio”, asume el alcalde, quien incluso sugiere la posibilidad de ir más allá de la época estival y abrir en otras fechas como Semana Santa o Navidad. “¿Y por qué no todo el año?”, se pregunta en voz alta el regidor.

“La idea es que la sede sea lo más estable posible”, dice, haciendo un juego de palabras, su coordinador tras relatar que en 2021 se abrió también en estos otros períodos vacacionales. “Lo ideal sería que este espacio estuviera gestionado por alguien que viviera en el pueblo”, expone. Descartada por ahora esa hipótesis, Pep Escudero admite manejar la idea de “duplicar” la iniciativa con otra sede complementaria, sin renunciar a la de Colinas, en una localidad más turística. Y tras desvelar el ofrecimiento de un particular en Peñalba de Santiago (Ponferrada), lanza casi como deseo el nombre de Balboa con haberes como su vitalidad cultural, la afluencia turística y la disposición de un espacio ya consolidado como la Casa de las Gentes.

El compromiso de reactivar el medio rural

Sin obviar que estar en Ponferrada “sería un éxito garantizado”, la iniciativa parte de un convencimiento que también resulta un compromiso: la necesidad de reactivar el medio rural. Y en ello insisten todos sus protagonistas. “Queremos fomentar la artesanía y la cultura en un espacio rural”, sentencia María José González. “Queremos impulsar una nueva manera de dinamizar los pueblos con un tipo de turismo que no es extractivo y con el que se puede lograr incluso asentar población”, aporta Carles Morant.

La alusión parece pintiparada para un municipio que durante décadas extrajo la riqueza de debajo de la tierra en forma de carbón y que ahora busca alternativas económicas tras el cierre de las minas. ¿Hasta qué punto una iniciativa como la sede de artesanía puede contribuir a esa recuperación? “No conozco ningún pueblo de este tipo al que vaya una gran factoría. Hay que aprovechar las oportunidades. Fue un acierto tirar por la artesanía”, contesta el alcalde al citar otros atractivos en otros puntos del municipio como el circuito de trial en Pobladura de las Regueras o la playa fluvial en Igüeña. El caso es que Colinas (ubicada al lado de otras dos que luchan por no desaparecer del mapa como Urdiales de Colinas y Los Montes de la Ermita) es la única localidad del municipio que en los últimos años ha crecido en población al pasar de 15 a 60 habitantes empadronados. “Y, sin duda, la sede ha contribuido a ello”, remacha Alider Presa sin obviar las dificultades añadidas en una zona de alta montaña ahora que ya está proceso la dotación de fibra y cobertura móvil.

No conozco ningún pueblo de este tipo al que vaya una gran factoría. Hay que aprovechar las oportunidades. Fue un acierto tirar por la artesanía, reconoce el alcalde de Igüeña para ponderar la influencia de la sede en que Colinas sea la única localidad del municipio que haya crecido en población en los últimos años

El Bierzo ofrece singularidades que resultan atractivas para que cuajen este tipo de iniciativas. “Pero yo estoy en contra del Bierzo que está dormido. Es una tierra despierta llena de gente dormida”, advierte Rixo, convencido de que las instituciones públicas deberían canalizar proyectos de este calado hacia lugares que tienen “un potencial turístico evidente”. Pep Escudero no elude entrar en comparaciones. “Si esto estuviera en los Pirineos, en un punto incluso más alejado, estaría a rebosar”, estima ahora que cree logrado el objetivo de que haya visitantes que vayan 'ex profeso' a la sede en una localidad que ha perdido bares pero que ha ganado casas de turismo rural. Como en otras latitudes, existe una cierta resistencia interna en la propia población. “Y eso no es una leyenda urbana. Es palpable en muchos sitios”, sostiene Javier Martínez Carvajal.

La sede estable de artesanía de Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, que estuvo a punto de no nacer, es una superviviente. Fue la única que se puso en pie de un proyecto original ambicioso de dotar de una infraestructura similar a cada una de las nueve provincias de Castilla y León. Los que están en vías de extinción son algunos oficios, que tienen su hueco en el taller ubicado en la antigua era. “El plástico, pese a todas las normativas, ha ido matando a la cestería”, señala Pep Escudero. A Javier Martínez Carvajal, que sigue en idilio con la periferia ahora dando clases de Filosofía en Gran Canaria, se le han ido muriendo maestros cesteros. “Pero la muerte no es absoluta”, opone. “Siempre habrá alguien que se entretenga haciendo cosas con las manos”, añade en una filosofía (en este caso en minúscula) aplicable a los oficios y al futuro de una sede de artesanía que se ha hecho fuerte allí donde se acaba la carretera.