El reportero gráfico de televisión Manuel Ovalle, el más veterano del gremio en España hasta su jubilación el pasado 2021, ya sabía lo que era grabar con mascarilla muchos años antes de que una pandemia le obligara a volver a utilizar ese material de protección durante sus últimos compases en el oficio en Huelva. Tuvo que llevarla cuando en el otoño de 1987 viajó a Ucrania con el equipo fundacional de la delegación de Televisión Española en la URSS, todavía con la resaca del accidente en la central nuclear de Chernóbil ocurrido en la primavera de 1986. “Kiev era una ciudad fantasma ”, recuerda el berciano. Curtido en la cobertura de 15 guerras, habría ido ahora a Ucrania de haber estado en activo, quizás a costa de llevarse algún disgusto. “Estoy viendo a muchos periodistas haciéndose selfies. Y eso me indigna”, confiesa.
Ovalle, acostumbrado literalmente a 'apuntarse a un bombardeo', inauguró en agosto de 1987 la delegación de Televisión Española como ayudante del reportero gráfico Miguel Ángel López Gómez 'Manchego' y la periodista Rosa María Calaf, que cambió Nueva York por Moscú en aquel mundo bipolar. El corresponsal del ente público más al este de Europa era Francisco Eguiagaray en Viena (Austria) hasta que TVE traspasó el telón de acero junto a otros medios occidentales y desembarcó en la entonces Unión Soviética. “Era el Moscú de las colas”, resume. Las que rodearon el edificio del primer McDonalds pudieron ser icono de la Perestroika, la reforma que supuso una cierta apertura política y económica del gigante comunista, que encargó a un agente encubierto de la KGB acompañar junto a una traductora al equipo de TVE. Él decía dónde se podía y dónde no se podía grabar. “Era nuestro realizador”, bromea.
La Unión Soviética competía por el liderazgo como gran potencia mundial con Estados Unidos hasta confrontar dos modelos políticos y económicos opuestos. Pero su población se enfrentaba en el día a día a colas interminables desde primera hora de la mañana para adquirir productos básicos que los corresponsales occidentales sorteaban con un salvoconducto. “Y hasta te daba un poco de apuro usarlo”, confiesa Ovalle, que también padeció un sistema de trabajo tan estructurado que el acondicionamiento de la sede se prolongó durante casi un mes. El berciano, que ya había viajado a escenarios calientes de conflicto como Nicaragua o El Salvador, estaba en uno de los epicentros de la Guerra Fría. “Tenías la sensación de que en cualquier momento podía ocurrir algo”, transmite.
De Gorbachov a Putin
En un mundo bipolar, con un arsenal nuclear disponible y la tensión por el enfrentamiento de dos superpotencias, el presidente soviético, Mijail Gorbachov, era un elemento “tranquilizador”. Cuando la caída del Muro de Berlín en 1989 dio lugar a lo que Francis Fukuyama definió como 'el fin de la historia' dada la superación de aquella confrontación ideológica, del corazón de la Unión Soviética surgió la figura de Vladimir Putin. “Y no hay nada previsible en Rusia. Nadie sabe lo que va a hacer Rusia ni Putin”, advierte el ahora jefe de informativos no diarios de TVE, el también berciano José Carlos Gallardo, que aterrizó como corresponsal en Moscú en julio de 2007 en un momento de incertidumbre por el relevo que un año después situaría como presidente a Dimitri Medvedev como sustituto transitorio de Putin, que pasó a primer ministro para recuperar luego la presidencia.
A Manuel Ovalle le tocó inaugurar en 1987 la delegación de TVE en la entonces Unión Soviética. Fue con mascarillas a Ucrania un año después del accidente nuclear de Chernóbil. Iban acompañados de un agente que les decía dónde grabar y dónde no. Era nuestro realizador, bromea
Ovalle pasó por Moscú en 1999 de camino a una expedición al Polo Norte geográfico para Informe Semanal. “Y ya no tenía nada que ver”, admite. El país, que se descompuso con la independencia de varias repúblicas, había cambiado. Pero Gallardo todavía se encontró en 2007 con disfunciones que persisten en el tiempo. “Hay un muro entre la sociedad y la clase política. Las élites están muy alejadas de la realidad social. Y la política es muy hermética”, subraya el periodista, al que al año siguiente le pilló de vacaciones la Guerra de Osetia del Sur en agosto de 2008. A su regreso todavía tuvo que esperar unos días para trasladarse a constatar los rescoldos de un conflicto “con muchos paralelismos” con el de Ucrania, en un contexto de un período de teórica no agresión con Juegos Olímpicos en Pekín (en 2008 de verano y en 2022 de invierno) y con tensiones territoriales. “Entonces fue Georgia quien atacó, pero el contraataque fue mayor”, recalca.
A Gallardo, que se mantuvo en la corresponsalía hasta diciembre de 2010 para trasladarse en enero de 2011 a Buenos Aires, también le tocó desplazarse a Ucrania desde una delegación que abarcaba el radio de la antigua Unión Soviética. “Y viví momentos convulsos”, ratifica al citar tanto la división geográfica entre zonas de mayoría prorrusa y proeuropea como las consecuencias de las fluctuaciones en el comercio del gas. Con respecto a la cobertura informativa, considera que con las leyes que han derivado en la salida de Moscú de corresponsales como la de TVE, Érika Reija, se “repite la opacidad” ya palpada sobre el terreno a la hora de informar sobre otros asuntos como las minorías LGTBI.
“Hay elementos que no han cambiado”, sentencia Gallardo, quien sí diferencia (como también lo hace Ovalle) entre la lupa que el régimen pone sobre los medios nacionales y los extranjeros, sometidos estos últimos a un control más laxo. “A ellos les importa principalmente lo que le llega a su ciudadanía”, dice tras recordar la visita del entonces presidente estadounidense, Barack Obama, en un escenario de “distensión nuclear” aunque sin dejar nunca del todo de evocar los tiempos del telón de acero. “Siempre está presente ese espíritu. Y de vez en cuando sale a la palestra, aunque sean alusiones más dialécticas que reales”, cuenta el corresponsal, que sí entrevistó a Medvedev, pero no tiene experiencia en comparecencias de Putin: “No íbamos porque era imposible preguntar”.
Programación condicionada por el conflicto
¿Habría imaginado que más de diez años después de dejar la corresponsalía se desatase en Ucrania una guerra del calibre de la actual? “No hay nada previsible en Rusia”, insiste José Carlos Gallardo, para quien no dejan de ser “elucubraciones” los análisis que sostienen que los planes de Putin pasaban por haber solventado ya en días el conflicto sin dejar de destacar que “la resistencia ciudadana, y no sólo militar, de Ucrania es un hecho”. El berciano, que ya antes de la corresponsalía en Moscú había sido presentador de La 2 Noticias, ejerce ahora como jefe de informativos no diarios de TVE, donde la programación (como ya sucedió con la pandemia) ha quedado obligadamente condicionada: “Estábamos hablando de fondos de recuperación y de sostenibilidad. Y ahora tenemos que contar que Europa está en guerra”.
José Carlos Gallardo asumió en julio de 2007 la corresponsalía de Moscú de TVE. Al verano siguiente le tocó contar los rescoldos de la Guerra en Osetia del Sur. No hay nada previsible. Nadie sabe los planes ni de Rusia ni de Putin, afirma sobre el escenario actual
Manuel Ovalle reconoce que no se le había pasado por la cabeza revivir situaciones de una guerra a dos horas y media de Barajas como la que a principios de los noventa cubrió en la antigua Yugoslavia. Aun con diferencias como la de que ahora no es posible informar desde el lado de Rusia, el paralelismo resulta evidente. “El ciudadano ruso es pacífico. Pero tienen un mandatario que jamás me ofreció garantías. Lo que está haciendo me recuerda a lo que (los líderes serbios Slovodan) Milosevic y (Radovan) Karadzic hicieron con los bosnios en Sarajevo”. El reportero gráfico, que se habría ofrecido a ir al conflicto en Ucrania “incluso estando en Huelva”, está viendo coberturas que le disgustan profundamente. “Todo ha cambiado mucho. Ahora se pueden transmitir imágenes desde un teléfono móvil. Pero hay que saber que hay que respetar a todos los muertos. Y que hay imágenes que no se pueden emitir en televisión”, afirma al posicionarse también en contra del “circo mediático” en que se han convertido ciertos despliegues “incluso de prensa del corazón”.
Cuando dejen de retumbar las bombas en Ucrania, quedará un drama humano que no es mayor que el de otros lugares del mundo sometidos a procesos similares. Gallardo, que también contó en 2015 la crisis de los refugiados, reconoce que ahora “se ha visto la solidaridad que no hubo entonces”, al tiempo que destaca la mayor agilidad en la respuesta de la Unión Europea sin dejar de admitir que hay problemas que persisten y han sido relegados al segundo plano como Siria o Afganistán. “¿Por qué ahora no interesa Siria o las otras 22 guerras que hay en el mundo?”, se pregunta en voz alta Ovalle, sabedor con su experiencia de que la población que pasa por esta situación “jamás va a olvidar el horror de una guerra”. Él salvó la vida en 2003 en el Kurdistán iraquí junto a Almudena Ariza, que ahora está de enviada especial de TVE. “Manolito, te echo de menos”, le escribió la reportera en uno de los últimos whatsapp compartidos con un berciano que ahora contempla la guerra al otro lado de la televisión.