Marcelino Nino Fernández (León, 1939) tiene “una mirada que transmite bondad”. Y aunque “la bonhomía no está exigida” en los expedientes para la declaración de Hijos Predilectos del Ayuntamiento de León, es precisamente este valor el que “garantiza el consenso”. Lo dijo este viernes el alcalde, José Antonio Diez, al entregar esta distinción aprobada por unanimidad política a Fernández, que comenzó y terminó su discurso con un “gracias”. Por el medio, este leonés nacido en el barrio de San Martín que se volcó llegada la prejubilación en la defensa del patrimonio de su tierra destacó logros sin esconder que todavía quedan asignaturas pendientes. “Donde los alcaldes se desentienden es muy difícil conseguir las cosas”, subrayó.
La “aprobación unánime” en sesión plenaria tuvo su traslación en la “respuesta unísona” de la sociedad, resaltó en su discurso el alcalde de León, que tiró de lo escrito por uno de los sobrinos del homenajeado, el exconcejal socialista Miguel Ángel Fernández Cardo, para trazar la biografía de este leonés ya de niño aficionado al patrimonio, una pasión latente mientras desarrollaba su carrera profesional en unos almacenes de frutas y en compañías de seguros hasta su prejubilación en 1999. Fue entonces cuando se integró en la Asociación de Amigos del Patrimonio Cultural de León Promonumenta, que preside desde 2007. “Sin ti, nuestra cultura y nuestra herencia estarían más huérfanas. Eres un ejemplo para quienes queremos luchar por esta tierra”, concluyó el regidor.
Como el discurso de José Antonio Diez ya había relatado la trayectoria vital de Nino Fernández, el homenajeado acortó el suyo para no repetirse. No habló de él, sino de una cruz procesional librada in extremis de una subasta para pasar a lucir en el Museo de León o de la limpieza de la muralla al paso por Ramón y Cajal con la ayuda de Bomberos de León antes de instar a intervenir en el yacimiento de Ad Legionem en Puente Castro o en los restos arqueológicos Principia, salvados en su día “cuando estaban a punto de cargárselos” pero que “todavía siguen enterrados”. “Va a haber que hacer algo”, le dejó caer al alcalde de León.
Sin cambiar el semblante, este vecino de León que dice intentar pasar desapercibido sin lograrlo insistió en otras cuestiones pendientes como las restauraciones del Monasterio de Santa María de Nogales o del Castillo de Cea. Fue ahí, sin alterarse en tiempos de hipérboles, gestos sobredimensionados y discursos grandilocuentes, cuando lanzó la mayor carga de profundidad crítica: “Donde los alcaldes de desentienden es muy difícil conseguir las cosas”. Y a renglón seguido citó las rehabilitaciones de castillos como los de Sarracín en Vega de Valcarce, Balboa o Villapadierna, la otra cara de la moneda en la tarea de contribuir a la defensa, rehabilitación y promoción del patrimonio cultural.
Fernández tuvo tiempo para hablar las hacenderas, trabajos comunitarios que constituyen toda una seña de identidad de Promonumenta y que han dejado hitos como la realizada en el castillo de Monforte, en la comarca de Figueira de Castelo Rodrigo, “último bastión del Reino de León en Portugal”. “Y allí, en septiembre de 2018, una bandera de León pudo ondear 800 años después”, remachó para agradecer el apoyo de sus compañeros (“los logros no serían posibles sin el equipo directivo) y de su familia.
Fue al cerrar su discurso cuando el nuevo Hijo Predilecto de la Ciudad de León se refirió al valor que seguramente explique el hecho de que su distinción haya sido tan aplaudida: “Esto sólo tiene un secreto: la amistad. Y esta ha sido siempre mi bandera”. Para entonces, en una intervención que había comenzado con “gracias” para responder a “un honor tan grande” pareciendo que se le quebraba la voz, ya sólo quedaba por decir un “muchas gracias”. Y entonces un pañuelo asomó para enjugar las emociones.