León llega a la campaña de incendios como la provincia de la Comunidad más afectada con 37 fuegos
Las provincias de Burgos y León han sido las más afectadas de la Comunidad por los incendios forestales entre enero y mayo: acumulan el 86% del total de superficie forestal quemada, con 932 de un global de 1.080 hectáreas, con el 35% de los incendios registrados entre ambas, debido a que muchos de los fuegos declarados se fueron más allá de la hectárea.
En León se originaron 37 fuegos, 17 de ellos conatos, con 485 hectáreas calcinadas, si bien es cierto que prácticamente la totalidad lo fueron de matorral. Mientras, en Burgos, la cifra ascendió a 33, de los que 22 no superaron la hectárea, y como en León, la gran mayoría de las 446,7 hectáreas afectadas eran de pasto.
Diferentes son las cifras en el resto. Palencia contabilizó en estos cinco meses 36 fuegos, pero solo dos superaron una hectárea, con lo que el total quemado no llega ni a diez hectáreas. Datos similares presentan Ávila, con 28 incendios para un total de seis hectáreas afectadas; y Salamanca, con 19 fuegos y 6,4 hectáreas. Peculiar es el caso de Zamora, donde se han registrado 16 incendios, pero doce fueron conatos, con lo que los cuatro restantes provocaron la quema de 120 hectáreas de matorral. Cierran Soria (11), Segovia (ocho) y Valladolid (nueve fuegos), las tres con menos de cuatro hectáreas afectadas.
Un inicio cálido y húmedo de 2024, sumado a un régimen positivo de precipitaciones y la disminución del número de heladas han motivado un buen arranque de año en materia de incendios forestales en Castilla y León, justo antes de la declaración de época de peligro medio (del 7 al 12 de junio) y posterior peligro alto (a partir de esa fecha y hasta el 12 de octubre). Así, ocho de cada diez incendios entre enero y mayo se quedaron en conatos, es decir, calcinaron menos de una hectárea, lo que significa que fueron extinguidos rápidamente por el operativo desplegado y no fueron a más.
Esto significa que 154 de los 197 fuegos forestales durante el periodo de estudio no superaron los 10.000 metros cuadrados calcinados, casi el 80 por ciento, frente a un porcentaje del 66 por ciento en el promedio del último decenio (2014-2023), que fue de 397 conatos sobre 604 incendios. Estos casi trece puntos porcentuales más de la media este año no solo representan una mejora en los datos, sino que evidencian también un clima menos proclive a la generación de fuegos y un operativo más eficiente.
Es más, en estos cinco meses solo han ardido 35 hectáreas de superficie arbolada, un 92 por ciento menos que el promedio, cuando fue de 450,7 hectáreas. Los datos a los que tuvo acceso la Agencia Ical constatan que, si se atiende a la superficie forestal total, también han evolucionado de forma muy positiva, pero no tanto: cae un 64 por ciento, hasta las 1.080 hectáreas (frente a las casi 3.000 de la media de las diez últimas campañas).
En general, según el informe, el resumen climático en lo que va de año en Castilla y León supone que “se pueden agrupar enero, febrero, marzo y abril como meses cálidos; y mayor, frío”. Además, el tramo más húmedo fue el primer trimestre, mientras que el cuarto y quinto mes fueron secos.
En cuanto al estado actual de los combustibles está dentro de los parámetros normales para esta época del año, con “ligera mejora” en el cuadrante noroeste, principalmente por las lluvias de los últimos días, y “ligeramente por debajo de lo normal en el sureste de la Comunidad”, lo que es achacable, según los técnicos de la Junta, a dos factores: el régimen de precipitaciones de los primeros meses del año y la disminución del número de heladas que provocan que se seque la vegetación.
Expectativas de verano
El informe matiza que, aunque los datos en lo que va de año “son francamente positivos”, no se puede aventurar cómo transcurrirá la época de peligro alto hasta que finalice, pues unas “malas condiciones meteorológicas en verano pueden variar drásticamente estos datos”.
Además, para estos próximos meses la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) predice temperaturas más altas de la media en Castilla y León, con unas precipitaciones por debajo de lo normal, lo que podría incidir notablemente en la generación de incendios forestales.