Jesús Cintora (Ágreda, Soria 1977) es uno de los periodistas más conocidos y reconocidos por su capacidad analítica y crítica de la actualidad española. Su amplia trayectoria también incluye abruptas salidas de algunos proyectos por su fiel defensa del peridismo crítico, que se hace preguntas complicadas e intentar darles respuesta. Todo esto se refleja en su último libro, 'No quieren que lo sepas', donde Cintora se hace preguntas sobre el poder en el país, el político, el económico y el periodístico para atreverse a dar respuestas que nos ayuden a conocerlo y actuar. Cintora presenta este lunes en León, a partir de las 20 horas en el Palacio Conde Luna, su libro 'No quieren que lo sepas' para charlar con sus lectores. Y en esta entrevista con ILEÓN nos adelanta su visión sobre la actualidad:
¿Cómo es la realidad que se refleja en tu libro 'No quieren que lo sepas'?
Un “robagallinas” puede terminar en la cárcel, pero un rey con millones ocultos en paraísos fiscales queda impune. Un ciudadano medio paga cada vez más por sus recibos, pero el presidente de una eléctrica puede llamar tontos a clientes y gana unos 40.000 euros al día. Hay quien puede mentir constantemente en la televisión y estar en varios programas y otros son apartados simplemente por contar la verdad. Los hay también que acaban en un consejo de administración del Ibex por ser expolíticos y chavales con dos carreras que saben tres idiomas y curran en precario o se tienen que ir de España.
¿Hay un país, y su historia, que no se ha contado de forma adecuada? ¿Qué consecuencias tiene eso?
El Franquismo es obvio que no se ha contado bien en las aulas y quizás tampoco se está contando todo lo que estamos viviendo actualmente, porque afecta a los poderosos. Es urgente no mirar hacia otro lado. Hay poderes económicos que están acumulando cada vez una mayor hegemonía, frente al ciudadano medio. Fondos de inversión y oligopolios avanzan, al mismo tiempo que crece la desigualdad, una de las claves de nuestro tiempo. Que nadie se extrañe ante ejemplos que son consecuencia de esto. Pongamos por caso que está habiendo un deterioro en servicios públicos como la sanidad, al mismo tiempo que aumenta el beneficio de la privada, donde están los fondos, la banca, las constructoras... Eso lleva al beneficio de unos y la pérdida de otros. ¿Por qué está pasando? Hay que contarlo. Está en “No quieren que lo sepas”.
Medios de comunicación y políticos siempre unidos de forma irremediable, ¿es una relación que puede ser tóxica para la democracia?
Creo en el periodismo que cuenta lo que pasa y que se hace para la ciudadanía, no para algunos políticos. Ellos son una parte del pueblo, pero no el todo. Los hay tentados de que se cuente solo lo que ellos quieren. Y la política es muy necesaria, porque es administrar lo que es de todos, pero he dicho todos, lo remarco. Luego están también los que no se han presentado a las elecciones y a los que les encanta ejercer el poder o que no les toquen. La política debe estar en los medios, lógicamente. Hacer política debe ser gestionar lo que nos afecta y eso debe contarse. Y hay que contar lo bueno, lo malo y lo regular. Simplemente contarlo ya es mucho. Algunos periodistas quieren contarlo y hasta mover hilos por detrás, pero eso ya no es periodismo, eso es otra cosa.
Ser crítico en los medios de comunicación muchas veces tiene un coste directo para muchos periodistas, ¿cuál es el precio del periodismo libre?
Claro que ha quedado claro el mensaje de que pueden apartar a quien ejerce un periodismo que cuente lo que afecta a los poderosos. Y puede ocurrir que no solo corten cabezas, sino que las muestren en una pica, en todo lo alto, para que otros tomen nota de lo que puede ocurrir. Eso ha pasado. La profesión también ha transigido mucho con esto. La autocensura, el compadreo o los palmeros también están ahí. Y también el oficio de muchos periodistas que hacen su trabajo dignamente, cada día, en el ámbito local, nacional o internacional. Por cierto, al hablar de medios, observemos la revolución tecnológica, que es fundamental. Lo está cambiando todo y más que va a cambiar. Hace años se hablaba de si iríamos en platillo volante y eso no ha ocurrido, pero sí que vamos pegados a un teléfono móvil cada vez más. A muchos ya no les hables de los medios tradicionales, porque acceden al consumo por otros nuevos medios constantemente.
La pandemia y sus consecuencias, ¿nos ha hecho mejores o nos ha hecho peores como sociedad?
Sería ridículo generalizar sobre esto. Sí señalaré algunas cosas que cuento en el libro sobre el recorte en la sanidad pública, los intereses de negocio en las residencias de ancianos y quiénes están detrás, la impunidad con las muertes en los geriátricos, los comisionistas que aprovecharon para forrarse como auténticos buitres, la polarización política más que la búsqueda de acuerdo para analizar qué pasó y mejorarlo o la lección de humildad que nos dio la pandemia, pero ahí estuvieron nuestros científicos o sanitarios para reaccionar, ojo. Eso es muy positivo. Aunque muchos siguen en la precariedad. Otros y otras diciendo patochadas y siguen impunes.
¿Cómo valoras la situación actual de nuestra democracia? ¿Ves algún peligro real sobre su existencia?
Te he contado ya algunas cosas, pero observo la desmovilización. Hay derechos que se consiguen exigiéndolos, no desde la pasividad. Hay avances que se lograron luchando mucho, que no cayeron del cielo, y que pueden estar perdiéndose o deteriorándose. La frustración y la sumisión son un peligro. El miedo también. Los que tienen la sartén por el mango están más a gusto si los ciudadanos se fríen mientras ellos cocinan a sus anchas. ¿Oído cocina? Los poderosos actúan para que sus privilegios se mantengan y los hay muy obedientes para que eso ocurra. Hay democracia, pero eso no es una simple palabra. Las democracias mejoran o empeoran, avanzan o retroceden, extienden derechos o los recortan. Hay de todo y el bien debe imponerse al mal, pero no ocurre de por sí, si eso no se defiende y estamos activos y despiertos.
Vivimos un momento económico complicado y a la vez desconcertante. Empleo creciendo e inflación galopante, capitalismo cuasi salvaje en algunos aspectos, ¿el poder económico está por encima del político en España?
El poder político está para defender el interés general y público. Está en la esencia de la democracia, de la soberanía popular. A menudo, esa política se encontrará con la resistencia de quienes defienden fundamentalmente sus cuentas de resultados. La precariedad y la desigualdad no son la base de nada bueno para un pueblo que quiera avanzar con una democracia sana. Hay quienes entienden esto y trabajan por ello y quienes pasan, porque se la trae al pairo el interés general, porque son psicópatas, porque están a lo suyo, porque consideran que deben pisar para que nadie les pise, porque su religión es el beneficio económico, ganar y ganar, el bonus, la plusvalía, la adicción al poder... Eso también existe. Bueno, pues ahí también debe estar la política, para gestionar el mayor equilibrio posible.
Con el desprestigio actual de política e instituciones, ¿Cuál es la receta para tener una sociedad mejor?
Si hablamos de la política, tomar medidas, aprobar leyes que avancen, es muy importante. También lo es mostrar empatía con el ciudadano y comunicar, que llegue. Que la ciudadanía sea consciente. Conocer y hacer que se conozca es una buena herramienta. Y como periodista creo firmemente en contar las cosas, no silenciarlas o matar al mensajero. Una sociedad que conoce, que lee, que se informa, que tiene un nivel educativo, crítico, constructivo, es mucho más fuerte para progresar. La censura, practicarla o permitirla, es lo contrario a todo eso.