En la batalla contra el coronavirus, los hay que salieron ganando. Los pasillos, reducidos a meros espacios de transición en los últimos tiempos, recobraron el protagonismo perdido para convertirse en 'pista de entrenamientos' las semanas en las que los paseos en la calle estuvieron proscritos. “El pasillo largo siempre tuvo muy mala prensa. Pero yo jugué mucho en el pasillo”, defiende el arquitecto Eloy Algorri al hacer notar el cambio de modelo experimentado en la segunda mitad del siglo pasado cuando la televisión se convirtió en el centro de la vida familiar.
El teletrabajo salió victorioso por goleada. Se impuso de la noche a la mañana y de manera forzosa por el confinamiento. Aunque de forma más gradual, tiene visos de quedarse para el futuro. “Y el modelo actual comercial de vivienda no está adaptado”, reconocen los arquitectos responsables de Re-estudio, Rubén Pellitero y Elena Macías, al advertir que se abre una “ventana de oportunidad” para acondicionar espacios tras recordar cambios sociales como los que hicieron conjugar vivienda y trabajo cuando la primera se asentaba sobre los talleres de los oficios artesanos en la Edad Media.
“El teletrabajo afectará más al transporte que a la forma de las viviendas”, opina el arquitecto Martín Pérez al subrayar que los avances tecnológicos permiten ya disfrutar en casa de mecanismos de trabajo (videoconferencias) y ocio (plataformas de entretenimiento) con una amplia oferta de servicio a domicilio “cada vez más barato”. El mayor cambio, precisa, se produce a raíz de la ruptura de modelos de convivencia que conduce cada vez más a una vida en soledad. No obstante, asume que, en el caso de las familias convencionales, podría favorecer la reconversión de los dormitorios de matrimonio hasta dotarlos también de una zona de trabajo a imagen y semejanza de las habitaciones de los niños con escritorio para las horas de estudio, sostiene para citar otros sectores que han salido ganando como los del mobiliario de hogar.
El teletrabajo podría favorecer la reconversión de los dormitorios de matrimonio hasta dotarlos también de una zona de trabajo a imagen y semejanza de las habitaciones de los niños con escritorio para las horas de estudio, dice Martín Pérez
Algorri sí concede a la implantación del teletrabajo un papel catalizador de cambios que redundarán en transformaciones arquitectónicas. La imposición de las videoconferencias evitará viajes y reducirá la duración de las reuniones, que serán “más breves, pero igual de útiles”. “Depende de los sectores, pero sí creo que el trabajo remoto es una aspiración de una parte del sector laboral”, dice este arquitecto, para quien, a raíz de esta variación, podría ganar cancha la fórmula de viviendas con “habitaciones indiferenciadas” que acondicionarían sus usos en función de las circunstancias en un modelo más versátil, una “flexibilidad” por la que también apuestan Pellitero y Macías.
El confinamiento, un 'test de estrés' para los domicilios en una sociedad que vive en la calle
El confinamiento estricto de las primeras semanas de la pandemia fue un 'test de estrés' para los domicilios en una sociedad acostumbrada a la vida en la calle. Recobraron protagonismo espacios en los que sus moradores habían dejado de reparar. Surgieron reflexiones para 'estirar' su aprovechamiento. Otras veces fueron las propias circunstancias las que se impusieron, como en el caso de las personas obligadas a cumplir aislamiento en sus habitaciones hasta redescubrir la importancia de contar con baño incorporado. Al modelo abierto tipo 'loft', que se había impuesto en los últimos tiempos, se contrapuso la necesidad de compartimentar espacios tanto para cumplir el aislamiento como para tener cierta intimidad en el trabajo o el ocio a distancia.
Otras que salieron ganando la batalla frente a la pandemia fueron las terrazas, hijas del desarrollismo que fueron durante el confinamiento espacios para el esparcimiento y el aplauso diario. “Hasta la pandemia, la tendencia en la reforma de viviendas era hacia ganar espacio de la terraza para los interiores”, remarcan los responsables de Re-estudio. “No creo que cambie mucho su uso, salvo que esta situación se prolongue durante años”, señala Pérez al vincular también su uso al clima (“donde hace bueno ya disponen de terrazas y donde hace frío terminan cerrándolas”, apostilla), aunque sí aboga por reaprovechar el uso de las cubiertas “como lugar de esparcimiento comunitario”. “Creo que la demanda de casas con terraza será algo pasajero”, coincide Algorri.
Entre el lastre por la incertidumbre económica y la esperanza por la eficiencia energética
Si el propio sector de la arquitectura saldrá bien parado de una crisis sanitaria que ha obligado a 'resetear' ciertas premisas es una hipótesis con varios niveles de lectura. La incertidumbre económica resulta letal para un mercado ya lastrado tras la explosión de la burbuja inmobiliaria. “En los últimos doce años se ha criminalizado a todo lo que tenía relación con la construcción. Y no te atrevieses a decir lo contrario”, lamenta Martín Pérez al subrayar también su importancia en el empleo inducido en sectores paralelos o en los ingresos de las arcas públicas por licencias o impuestos.
“La incertidumbre económica es una losa para el mercado inmobiliario”, asumen Pellitero y Macías, que instan a aprovechar los fondos de reestructuración de la Unión Europea en el ámbito de la eficiencia energética. “Y cabe una esperanza en que se produzca la rehabilitación de un parque de viviendas obsoleto”, añaden para abogar por una “fusión de fondos públicos y privados” que permita acometer al menos “acciones quirúrgicas”.
El efecto retorno al rural podría producirse de verdad si la tecnología se convierte en aliada. El primer paso sería dotar a los pueblos de una gran infraestructura de telecomunicaciones para dar respuesta al teletrabajo, dicen Rubén Pellitero y Elena Macías
¿De la guerra contra el coronavirus también saldrá ganando el medio rural? La posible vuelta al campo, lejos de las aglomeraciones de las grandes ciudades, ha estado sobre la mesa en los debates sobre posibles transformaciones generadas por la pandemia. “Todavía no hay una masa de población que lo demande. Y no hay hoy los equipamientos necesarios. Pero el efecto retorno podría producirse de verdad si la tecnología se convierte en aliada. El primer paso sería dotar a los pueblos de una gran infraestructura de telecomunicaciones para dar respuesta al teletrabajo”, contestan Pellitero y Macías.
Pérez coincide en la posibilidad de teletrabajar “desde un entorno menos urbano” en un escenario de mejora de las telecomunicaciones. “Pero el problema son los hijos, los colegios y las relaciones sociales. Nos hemos hecho demasiado urbanitas. ¿Cuántos jubilados hay que, pudiendo, se hayan ido a vivir a un pueblo?”, se pregunta retóricamente al descartar también la potenciación de segundas residencias (sobre todo las pensadas para la época estival en zonas costeras que son aprovechables principalmente en verano), si bien sí concede tirón a la opción de compartir casa rural entre amigos o matrimonios, una fórmula recurrente en los fines de semana y vacaciones de la desescalada.
Algorri hace una reflexión más de fondo. “No hay mercado de suelo”, afirma al hacer ver las dificultades primeramente por la atomización de las propiedades con las herencias familiares y la práctica inexistencia de la fórmula del alquiler. “También hay propietarios que no necesitan vender y ponen precios excesivos”, advierte con el argumento añadido de ciertos “factores endógenos favorables al despoblamiento” como el de ganaderos que aumentan su radio de acción a menor competencia. Es por ello por lo que ve “necesario” un “control externo” del desarrollo de las normas urbanísticas. Y sin esconder que hay demandas razonables como las vinculadas a la falta de infraestructuras, cree que a veces el debate puede distorsionarse y derivar en el “victimismo” obviando esos “factores endógenos”.
Las que salieron perdiendo la batalla frente a la Covid-19 han sido las residencias de mayores. Y no sólo por el tremendo impacto en forma de letalidad del propio virus, sino porque la crisis sanitaria ha evidenciado la necesidad de reenfocar su modelo a varias escalas. También urge redefinir su espacio arquitectónico, coinciden estos profesionales al señalar en primer lugar la rigidez de la normativa. “Habría que buscar modelos que vayan hacia una convivencia residencial que ya se está dando en países más civilizados”, apunta Eloy Algorri al esbozar incluso la vía de los pisos tutelados y sin dejar de refrendar que, en este caso, lo que subyace es “un fracaso absoluto de la sociedad”. “Y me parece lacerante”, remacha.
Habría que buscar modelos que vayan hacia una convivencia residencial que ya se está dando en países más civilizados, apunta el arquitecto Eloy Algorri, sobre el impacto de la pandemia en las residencias de mayores. Un fracaso absoluto de la sociedad que me parece lacerante, denuncia
Pellitero y Macías aluden también a modelos de convivencia como los 'senior cohousing' que se aplican en Estado Unidos o el norte de Europa con viviendas vinculadas entre sí y espacios comunes frente a escenarios “muy rígidos” como los que atribuyen al desarrollo en España de infraestructuras en las que cohabitan internos válidos y asistidos. “Faltaría un nivel intermedio. Hay personas que llegan en buen estado. Y se enfrentan a vivir en centros que son casi hospitalarios. Yo sería partidario de que pudieran hacer su propia vida, incluso a modo de vivir en miniapartamentos. Y que hubiera luego lugares de ocio, encuentro o lectura”, aporta Martín Pérez con el beneficio añadido de que su construcción “sería mucho barata” frente a normativas actuales que la vuelven “costosísima”.
Caso aparte son los hospitales, edificios muy específicos con estructuras “muy rígidas” con una división por plantas en función de las patologías que favorece teóricamente el control de las epidemias. La necesidad de dar respuesta urgente a las necesidades obligó a habilitar instalaciones de emergencia que el gallego Martín Pérez compara con las casas prefabricadas que en un Año Santo Compostelano de los años 60 se utilizaron para recibir a miles de peregrinos en el Burgo de las Naciones, donde luego se instaló una residencia universitaria.
La arquitectura ha tenido que amoldarse a los cambios sociales y crisis sanitarias que también generan transformaciones en el urbanismo y en las edificaciones. Carlos III obligó en el siglo XVIII a encalar los edificios públicos de Madrid, destacan Rubén Pellitero y Elena Macías. Los bloques en altura con disposición de zonas verdes, entrada de sol y ventilación cruzada fueron herramientas para combatir la tuberculosis, aporta Eloy Algorri. “Pero los cambios responden a procesos largos; no se producen de un año para otro”, añade Martín Pérez, por lo que todavía está por ver el impacto de una pandemia que recluyó a los ciudadanos en sus casas como ninguna situación lo había hecho en los últimos tiempos.