La Cereza del Bierzo se unió al Botillo, el Vino, el Pimiento asado, la Manzana Reineta, la Pera Conferencia y la Castaña, como sello de calidad de la comarca en 2016 y desde entonces encadena seis años consecutivos de malas cosechas.
El director técnico de la marca de garantía, Pablo Linares, achaca al cambio climático que el producto más delicado de la comarca leonesa no haya tenido una producción normal desde que le otorgaron la marca de garantía. Calcula que las heladas tardías de esta primavera le van a costar a los agricultores entre el 20 y el 50% de la producción.
Aunque “todavía es pronto” para hacer una valoración más aproximada, porque no todas las variedades de cereza plantadas en la comarca estaban en el mismo momento de floración cuando los mercurios bajaron hasta los siete grados bajo cero, Linares aproxima que el daño en las parcelas a más altitud rondará entre el 20 y el 30%, mientras que las que están en zonas más bajas podrían perder hasta la mitad del producto.
“Parece un sello maldito”, dice entre la broma y el sarcasmo. “Todos los años hemos sacado algo de cereza al mercado, pero no se puede decir que hayamos tenido ninguna cosecha normal”. Considerando por normal que la comarca tiene capacidad para producir unos 2 millones de kilos al año y teniendo en cuenta que la campaña que más cereza se recogió “no sé si llegamos a los 200.000 kilos”.
Las malas cifras no solo se traducen en una mala recaudación, también minan el ánimo de los agricultores “y el cultivo retrocede: se dejan de plantar nuevas parcelas, se abandonan viejas o incluso se destruyen”.
Pasado y futuro de la Cereza del Bierzo
La economía en torno a la cereza ya estaba arraigada en la comarca leonesa cuando le reconocieron su calidad. Es un cultivo histórico a pesar de lo cual ha ido perdiendo terreno poco a poco. “Hace 30 años, el Bierzo producía mucho más de 2 millones de kilos de cerezas”, que se destinaban principalmente a la industria para su transformación, por ejemplo, en mermeladas. “Hoy, nos costaría llegar a esa cantidad incluso en un año bueno”, sentencia Linares, destacando que el objetivo del producto sería bien distinto.
“El cultivo de cereza se fue abandonando porque tenía unos costes de producción muy elevados, se recogían a mano y en escalera, para lo que se pagaba en el mercado industrial por él. Si peleamos para que la cereza tuviera un sello de calidad fue para cambiar por completo el modelo”. El objetivo ahora pasa por vender la Cereza del Bierzo como producto fresco, a mayor precio, recogiéndola desde el suelo y abaratando costes.
La formación de los agricultores y la diversificación en las plantaciones, con variedades tempranas, de media estación y tardías, han marcado la hoja de ruta del sello de calidad de los últimos años, sin que por ahora se puedan cosechar los éxitos. “Nos está fallando la climatología”, asevera Linares, “nos hacen mucho daño las heladas, pero también las lluvias cuando el producto ya está maduro. Y desde 2016, por unas cosas o por otras, el cambio climático está afectando bastante a la cereza”. Algo con lo que tienen que lidiar, sin demasiadas herramientas, los 35 agricultores adheridos a la marca de garantía.
Noches en vela y humo contra las heladas
Daniel Franco es uno de los 35 productores de cereza del sello de calidad de la comarca berciana. Agricultor a título principal, vive de las 14 hectáreas de Manzana Reineta y Pera Conferencia que tiene, y complementa su economía familiar con 1 hectárea de cerezos que plantó hace cinco años, a raíz del reconocimiento del producto.
Fue desde que hizo un viaje a Portugal, cuando empezó a mirar con otros ojos a las parcelas de esta fruta. “Estamos más o menos a la misma altitud y tenemos un clima muy similar, con la diferencia de que allí ya entonces tenían una mano de obra cualificada con sueldos dignos”, lo que le hizo animarse a diversificar sus parcelas.
Hijo y nieto de agricultores, recuerda cómo su abuelo mimaba a la decena de cerezos que tenía. “Si daban, bien. Los repartía entre los familiares y si sobraban las vendía en el mercado, pero no se dedicaba a su cultivo principalmente”. Hace dos años que los primeros árboles de cerezas que plantó empezaron a producir y algunos todavía no dan frutos.
“Llevamos con heladas desde abril. De los 50 cerezos que tengo de temprana, se los ventiló todos. No hay ni una cereza. Está todo en el suelo. En la última helada, pilló florecidas las demás variedades”, lamenta, recordando las noches que pasó en vela mirando las predicciones meteorológicas minuto a minuto y quemando alpacas de hierba seca, para que las nubes de humo mitigasen los daños de las temperaturas negativas.
El año pasado recogió unos 2.000 kilos de cereza. Este año había calculado que, según la progresión de los frutales, debería recoger de 2.500 a 3.000. “En el mejor de los casos recogeré 500”, vaticina. Sabiendo, tanto él como Linares, que el mercado podría absorver el 100% del producto que se cosechase. “Hubo años en que los puestos que se ponen al margen de las carreteras vendían cerezas del Bierzo antes de que tuviéramos cerezas maduras”, recuerdan. Habrá que esperar otra campaña más para quitarse el mal sabor de boca de un arranque más que complicado para el sello de garantía.