La provincia de León es un compendio de tesoros por descubrir. En cada rincón de cada localidad de cada municipio de cada comarca leonesa se guarda algún secreto, más o menos conocido, en forma de insospechada historia y rico patrimonio, bien natural o cultural o etnográfico. Y quizá uno de los menos aireados es el firmamento de madera, hecho filigrana, que deja boquiabierto al visitante en la iglesia del pueblo de Santa Colomba de la Vega (municipio de Soto de la Vega).
El escudo y parte del artesonado, al detalle, para sorprenderse con su forma y hechura.
Se trata de un artesonado que admite poca comparación. Pocos son los que saben que tras los gruesos muros de la iglesia de portada románica del siglo XIV se esconde un Monumento Nacional que lo es desde 1943. Un artesonado impresionante de estilo mudéjar, pero no necesiariamente de época mudéjar, porque la realidad es que nadie sabe a ciencia cierta de qué fecha, aunque sea aproximada, data esta maravilla.
Por ejemplo, el historiador local José Alfayate García, que escribió este libro bajo el título de 'Santa Colomba de la Vega. Pueblo y alma', cree haber documentado que ya existía una iglesia en el año 1.200, aproximadamente, pero sin rastro de ella. Muy cerca del actual puente de Requejo, había una ermita, la de San Román, y en la Catedral de León se conserva una lápida con una inscripción, que habla de un tal Don Juan de Zamora y un canónico que vino a hacerse cargo de Santa Colomba y construyó el artesonado en el siglo XIV.
Impresionante la forma de artesa inversa la de la techumbre de esta iglesia parroquial.
Podría ser. No hay más referencia. Sí se sabe que cuando La Bañeza apenas era un poblacho, si es que siquiera lo era, Santa Colomba de la Vega era una de las más importantes poblaciones de la zona. La señora Pilar, que guardia las llaves del templo y se encarga bondadosamente de mostrar su tesoro, explica al viejo que la localidad tuvo palacio y tuvo castillo, y un señorío que ostentaba la propiedad de todas las tierras hasta donde alcanza la vista.
Pero lo más rico seguía siendo cuando la vista se iba hacia arriba, en el interior del templo. La iglesia parroquial data de los siglos XIV-XV, aunque suma abundantes reformas, bastante respetuosas. Se mantiene en pie con fuerte mampostería y es de una única nave, y una capilla mayor que comunica con la sacristía.
El elemento más característico son los artesonados que cubren tanto la nave única del templo como la capilla mayor. Es la primera la que quita la respiración: un meticulosos trabajo de decenas de metros cuadrados, policromados en delicada madera, lleno de figuras geométricas que en su mayoría asemejan estrellas, aunque también se aprecia un escudo o varios soles.
Lo explica la señora Pilar, que maneja las potentes luces instaladas para que este firmamento se ilumine ante los ojos, apabullante. Y explica con buen criterio que “una vez un experto, creo que japonés, nos dijo que este es el auténtico artesonado, que viene de artesa; y este tiene exactamente esa forma de artesa al revés”, casi como el casco de un enorme barco.