ð Viene de la vigésimoséptima parte
El Año Jubilar o Año Santo tiene su origen en el judaísmo, cuando se celebraba un año Sabático cada 7 y uno Jubilar cada 50 años. Durante ese tiempo se liberaba a los esclavos, se devolvían propiedades a aquellos que las habían perdido, se perdonaban deudas y se descansaba. Más tarde la Iglesia Católica le daría un sentido más espiritual y durante ese año concede el perdón a los fieles que cumplan ciertos requisitos impuestos desde el Vaticano. Es sobre todo un año para renovar votos, obtener el perdón por nuestros pecados y, en definitiva, acercarse a Dios.
Después de varios cambios y adaptaciones a cada momento histórico, fue definitivamente el papa Calixto II quien estableció a partir de 1122 que el Año Santo Compostelano se celebrara siempre que la festividad de Santiago Apóstol, el 25 de julio, cayera en domingo. De esta manera los peregrinos podrían obtener las mismas gracias en Santiago que cuando en la ciudad de Roma se celebraba el jubileo cada 25 años. Este hecho tiene una gran importancia en el auge de las peregrinaciones a través de Europa durante la Edad Media y no hace sino aumentar el flujo de visitantes a la tumba del Apóstol.
La puerta del Perdón
Cada Año Santo es oficialmente inaugurado con la apertura de la Puerta Santa en la Plaza de la Quintana el 31 de diciembre, cuando el arzobispo pide simbólicamente permiso al Apóstol para acceder a la catedral golpeando tres veces en la puerta. La puerta del Perdón, como también es conocida, queda abierta durante todo el año, y el peregrino llegado a Santiago durante los años Jubilares cumple con el ritual de cruzarla antes de sumergirse en la espiritualidad que esconde el ansiado templo. Estos últimos años se pudo obtener el Jubileo de forma excepcional, por primera vez en la historia y gracias a una concesión vaticana, durante dos años consecutivos, 2020 y 2021. Y en este 2023 celebramos el Año Jubilar Lebaniego.
Requisitos para ganar el Jubileo
¿Y cuáles son los requisitos para obtener la gracia del Jubileo? En la actualidad no es necesario haber hecho el Camino y lo único que se exige al devoto es visitar el sepulcro del Apóstol, confesarse y recibir la comunión. Se cumple así con esta liturgia del perdón que ha empujado durante siglos a miles de peregrinos que ansían arreglar sus asuntos con Dios, los terrenales y los del alma.
Porque para los creyentes, esta oportunidad de saldar cuentas con pecados pretéritos, es también una celebración de fe, una poderosa medicina para el alma que les permite renacer en su fidelidad al mensaje de Cristo.
ð Sigue en la vigésimonovena parte