ð Viene de la segunda parte
Se puede afirmar, sin riesgo a caer en frívolas exageraciones, que la peregrinación compostelana constituye una de las más importantes y señaladas manifestaciones de la cultura cristiana occidental, un trazado que condensa la historia de Europa hasta nuestros días. La ruta jacobea completa, junto a las de Roma y Jerusalén, el gran mapa de las peregrinaciones cristianas.
El origen del Camino de Santiago se encuentra en la Edad Media, más concretamente en el siglo IX, con el hallazgo en tierras compostelanas de la tumba de Santiago de Zebedeo, el apóstol Santiago el Mayor. Es durante el reinado de Alfonso II, quien ordenó construir un sepulcro donde se habían descubierto los restos del Apóstol, cuando comienzan las primeras peregrinaciones. De hecho, se puede considerar al rey asturiano como el primer peregrino, al partir desde Oviedo para comprobar con sus propios ojos la veracidad del hallazgo del Apóstol y rendirle culto. Así nace el primer trazado jacobeo oficial, el Camino Primitivo. Y tan solo un siglo después del descubrimiento del sepulcro, ya encontramos documentación que habla de los primeros peregrinos transpirenaicos. Ha llovido mucho desde entonces y el Camino ha pasado durante todos estos siglos por momentos de decadencia o esplendor, de olvido o reconocimiento, de dudas o de consolidación, pero indudablemente ha conseguido mantener su vigencia hasta la edad contemporánea.
Es durante la reconquista cuando se consolida el actual trazado del Camino Francés, al ser conquistadas las tierras situadas al otro lado de la Cordillera Cantábrica y repoblar ciudades como Astorga en el año 854, León en el 856, Sahagún en el 880 o Burgos en el 882. En un principio los Pirineos eran cruzados por el puerto del Palo, para ser pronto sustituido por los actuales pasos de Somport y Roncesvalles. Con gran perspectiva histórica y visión de futuro, reyes como Sancho III y Sancho Ramírez de Navarra, o Fernando I y Alfonso VI de León, que promueven el flujo del camino con la ocupación de nuevos territorios y la creación de los primeros hospitales de peregrinos, potencian el camino Francés. En el siglo XI, con la conquista de Ponferrada, Estella, Santo Domingo de la Calzada o Logroño la ruta queda prácticamente consolidada y se comienza la construcción de catedrales y centros de acogida de peregrinos.
Entrado el siglo XII la peregrinación a Santiago se afianza como fenómeno de masas. Algunos cálculos estiman que podrían ser en torno a un millar los peregrinos que llegaban cada día a Santiago. Una cifra que alcanzaba el medio millón en los años de perdón. Teniendo en cuenta la población europea de la época, estos números constituyen una auténtica barbaridad que nos habla del colosal crecimiento del Camino durante esos años.
Tras sufrir cierta decadencia durante la baja Edad Media, donde se desvirtúa el peregrinaje y se erige la idea de la travesía como un ejercicio que incita al pecado y provoca desarraigo, holgazanería y grandes dispendios propios de vagos o aventureros, esta tradición renueva su dinamismo en la sociedad católica de la Contrarreforma. Con su nueva y espectacular piel barroca, Compostela vuelve a traer a miles de devotos.
Crisis y resurgimiento
Con la llegada de la Ilustración, el Racionalismo y la Revolución Francesa surgiría una nueva crisis. Estos gobiernos liberales, con sus desamortizaciones y la casi prácticamente desaparición de la red asistencial que sostenían la Iglesia y las cofradías, redujeron el peregrinaje a un ejercicio de superstición que formaba parte del pasado y que no encajaba dentro del desarrollo que estaban experimentando la ciencia y el progreso. Esta situación duraría hasta los albores de la Restauración borbónica de Alfonso XII, cuando se produce un resurgimiento que duraría hasta el estallido de la Guerra Civil.
A partir de la posguerra comienzan a llegar de nuevo peregrinos de toda Europa, especialmente franceses, en busca de las raíces de un continente traumatizado por el conflicto mundial y la aberración del holocausto. Se fundan las primeras Asociaciones de Amigos del Camino, se recuperan antiguos itinerarios, se reabren albergues, se multiplica la divulgación jacobea y se comienza a celebrar con más fuerza cada Año Santo.
La moderna peregrinación alcanzará su definitiva madurez con la creación del Xacobeo y la declaración como Patrimonio de la Humanidad en 1993, y es especialmente a partir de 1999 cuando los caminos vuelven a rebosar de jóvenes que, atraídos por un sentido de la aventura y espiritualidad, acuden a la llamada del Apóstol. En este proceso es fundamental la figura de Elías Valiña, párroco de O Cebreiro que, junto a Andrés Muñoz, comenzaría a pintar todas esas flechas amarillas que hoy guían a peregrinos llegados de todo el mundo.
Hoy en día nadie discute que el Camino de Santiago se ha convertido en una vía de civilización y de desarrollo cultural, artístico y social en toda Europa.
ð Sigue en la cuarta parte