Cuando el agua de la fuente se enturbia, no queda otra que esperar a que el continuo manar de la misma acabe por aclararse y vuelva a fluir limpia y cristalina. La pasada aprobación de la segregación de la Región Leonesa de Castilla en la Diputación Leonesa –de emancipación la ha llegado a tildar algún medio de comunicación, como si siempre hubiéramos sido un todo– ha sido eso, un desconcierto, una antología de la confusión que bien merece detener el paso y reparar en los nimios detalles que confunden a la opinión pública.
Antes de nada he de reconocer públicamente mis pronósticos fallidos sobre el resultado positivo emanado del Palacio de los Guzmanes, del que aún tengo mis reservas por razones que trataré de justificar unas líneas más abajo. Clarificadas un poco más las aguas diputacionales, abordemos con precisión de cirujano y meticulosidad de entomólogo algunos factores que llevan a pensar en una turbidez latente. De forma general han participado en la sesión mandatarios autistas cuya actuación bien merece una consulta en el diván de un psicoanalista argentino. Mucho me temo que nada es lo que parece.
Empecemos por los opositores a su aprobación, esos que jamás han exhibido prendas de abnegación por su tierra y que sostienen solemnemente que ellos proponían un... ¡Leonesismo útil! Sembrando el desconcierto con frases como “vienen a dividir a los leoneses…” o el caudillo de Ponferrada, erigido por designio divino en portavoz de la comarca berciana, cuando amenaza que no se cuente con Ponferrada ni con el Bierzo para comenzar esta nueva aventura. Doña Ester Muñoz quizá lo tildará de patriotismo, yo lo tildaría de misérrima ceguera.
Entre los triunfadores están UPL y el PSOE. El locuaz ministro socialista, Oscar Puente, ha admitido, por primera vez, que no existe una identidad común y que los leoneses nunca hemos asumido nuestra pertenencia a Castilla y León. Pero enfatiza igualmente: “No veo que la vida de los leoneses vaya a cambiar por estar aparte, pero ellos lo creen” (sic). Si esto no es la cuadratura del círculo se le parece mucho. Pregona categórico, por diversas emisoras de radio, que León necesita políticos locales con mejores ideas y que merece una atención especial por ser la provincia que sufre la crisis estructural más profunda.
Pero la cosa no acaba aquí entre los patricios socialistas. Hasta Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, manifiesta que el gobierno aguarda a conocer la decisión salida de la Diputación Leonesa. El mismo alcalde de León se descuelga ahora con que la autonomía idónea sería León solo o bien Asturias con León. ¿Siempre se nos ha de considerar a los leoneses unos inadaptados incapaces de regirnos por nosotros mismos? ¿Será torpedear una posible autonomía triprovincial? Es poco probable que Asturias renuncie a los beneficios del Principado por volver a ser el Reino de Asturias.
¿Qué alegarán ahora Tudanca y Cendón que rechazaban sistemáticamente una hipotética autonomía Leonesa? En 2020, la línea oficial del PSOE remitió una circular escrita a sus alcaldes y concejales en la que sugería votar en contra de la moción de UPL. ¿A qué obedece, pues, el cambio de orientación en algunos alcaldes como el de La Robla? ¿Cómo nos explicaría ahora el Molt Honorable Zapatero este sorprendente viraje de ciento ochenta grados? ¿Qué fue de tanto galán? ¿Qué fue de tanta invención como trujeron?... ¿Fueron sino devaneos?
UPL, cual doncella encantada, se despierta ahora con el beso de un príncipe en los labios, parece milagrosamente recuperada de su proverbial letargo y es sin duda el gran triunfador de la contienda. Mezquino sería restarle méritos, si acaso recriminarle algo: ¿Por qué no se hizo esto hace ya varias décadas cuando aún teníamos más bríos? Ahora, nuestro Amado Líder, el señor Mañueco, tendrá que mover ficha o seguir instrucciones de doña Ester Muñoz y el inefable vicepresidente, el señor Gallardo.
El desenlace, próximamente en estas pantallas.
Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata