Con ocasión de presentar en Valencia de Don Juan el próximo miércoles 28 de septiembre, en la Casa de Cultura, la Primera Parte: El Golpe, de mi libro Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León, una investigación que me ha ocupado más de ocho años, y en la que la detallada narración de lo sucedido en julio de 1936 y después en Valencia de Don Juan ocupa en la obra un extenso capítulo, permítanme que tome de entre la información que ella recoge, mucha desconocida hasta el presente, y les acerque a modo de breve y resumido apunte, la siguiente:
Toca dilucidar la verdadera identidad del natural de la villa coyantina apodado Macareno (que erróneamente atribuían los alzados represores a Román Martínez Gorgojo). Se trataba en realidad de Francisco José Barrientos Martínez (de 39 años, casado con Victorina Santos López en segundas nupcias tras quedar viudo, y padre de siete hijos, dos habidos con su primera esposa en la localidad asturiana San Martín del Rey Aurelio, donde entonces residían), izquierdista y guarnicionero, oficio que ejerció en Valencia de Don Juan antes de mudarse a Mansilla de las Mulas.
Apresado en Coyanza el 27 de julio sobre las siete de la tarde por falangistas de la villa (sobrinos del abogado y alcalde Pedro Martínez Zárate algunos de ellos) después de ser avisado por varios vecinos de que lo buscan, y de que, armado de pistola, escape por una ventana de la casa alquilada en la que vivía, siendo así y todo capturado. En Mansilla, en los carnavales de 1933, en una reyerta de bar con dos hermanos derechistas, originada por diferencias en cuanto al tradicional reparto de caramelos que entonces se hacía a los chiquillos, había matado a uno de ellos de un disparo de pistola y malherido al otro, siendo preso por esto y beneficiado luego por la amnistía que siguió a las elecciones de febrero de 1936, retornando el 6 de marzo a Valencia de Don Juan tras su liberación del Penal del Dueso, al que pidió ser enviado desde la cárcel de León.
El motivo de su traslado al Dueso pudo deberse a que por influencias de quien había herido lo maltrataban en la prisión leonesa, aunque parece más fiable que lo fuera por problemas con otros reclusos a causa de las herramientas de su oficio, pues en la prisión de Puerta Castillo le permitieron trabajar los materiales que un familiar le trasladaba con su carro cuando retiraba la talabartería terminada, viajes en los que era visitado por sus hijos. Su amnistía fue una de las reclamadas al gobernador civil interino en la manifestación de la izquierda del 1 de marzo de 1936 en León, al ser considerado preso común condenado por motivos políticos o sociales.
Señalaba su domicilio a quienes ahora lo capturan el joven de 17 años Marceliano Temprano Blanco, al que también detienen y liberan luego tras rogar algunos a su jefe que lo haga, pues “es un infeliz que no se mete en nada”. Conducido el guarnicionero a Villanueva de las Manzanas, fue allí torturado (lo colgaron de un árbol, apaleándolo y sacándole los ojos, según alguna fuente; arrastrado por la carretera atado a un coche –el de Calatrava, al parecer– antes de cortarle la lengua y arrancarle las uñas de manos y pies en el lugar de su martirio, contaba quien lo habría presenciado oculto entre zarzales) y asesinado luego, acabando enterrado el 30 de julio en el cementerio de dicho pueblo (figura en el Registro Civil con fecha de dos días antes como desconocido, quizá por los disparos que le desfiguraban el rostro) después de que de madrugada apareciera su cadáver tirado en una alcantarilla de la carretera entre este lugar y el de Villacelama, hallado por quienes se dirigían a las faenas de la siega, posiblemente uno de los primeros paseados de la zona.
Desdicen algunos de los datos que figuran en las diligencias que a la aparición de aquel cadáver en la amanecida del 28 de julio abre el Juzgado de Instrucción de Valencia de Don Juan (todavía en casos como aquel la justicia ordinaria las ordenaba; pronto dejaría de hacerlo por mandato de los militares golpistas), transformadas más tarde en el Sumario 102/37 de los incoados en León, lo que en la memoria oral de las gentes del lugar fue sedimentando sobre lo entonces sucedido. Según ellas, fue José Barrientos capturado por los falangistas dentro de su casa, sin que huyera y sin que le hallaran arma alguna en su registro y en el de su hogar, en el que quedan sus seis hijos y su esposa, en el cuarto mes de embarazo del séptimo, mientras se lo llevan en el coche matriculado LE-2941 Ángel Herrero (el herido en Mansilla en el altercado de 1933, hermano de Jacinto, el muerto entonces) y los demás de aquella expedición armada venida para apresarlo en aquel automóvil, desplazado de la capital con los cuatro jóvenes de Falange que lo ocupaban: Carlos Zarzosa Salamanca, cabo del Regimiento Burgos 31, el viajante de comercio -de un almacén de tejidos de Valladolid- Eugenio de los Mozos, y el joven astorgano, estudiante de Veterinaria e interno en el colegio de los Maristas leoneses, José Silva (de segundo apellido –hijo de Victoria Silva Suárez-, quien a primeros de agosto ya se halla con otros falangistas leoneses en el frente de la sierra madrileña), además de quien lo conducía (su propietario, Julio Álvarez Guerra, vecino de León, a no ser que se lo hubieran requisado), integrantes todos con el de Mansilla de la partida justiciera que capitaneaba el estudiante.
Tampoco se describe en la autopsia de su cadáver huella alguna de torturas como las que se dijo haberle infligido, y habría sido, según la misma, arrojado a la profunda cuneta en el kilómetro 3 de aquella carretera desde un coche o camioneta de cuyas ruedas y de su viraje quedan huellas en el extendido reguero de sangre que la cubre que denotan que el vehículo venía del norte (en tal dirección queda Mansilla de las Mulas, donde seguramente lo habían conducido el día antes sus captores, después de pasar por el Café Español y por el Casino coyantinos), asesinado de cinco tiros de tres armas cortas diferentes disparados desde el mismo plano y a muy poca distancia, uno en el muslo izquierdo y cuatro en la cabeza.
Sus dos hijos mayores, Gabriel y Honorio Barrientos, ya mozalbetes, durmieron los siguientes días escondidos y prestos a escapar por el tejado, pues dijeron los asesinos de su padre que también a ellos habrían de matarlos. La familia de José Barrientos fue después desposeída de muchos de sus bienes. En febrero de 1937 sobreseía la Jurisdicción de Guerra el procedimiento abierto (lo que habitualmente sucedía en casos como este), sin declarar culpable a ninguno de los encausados por aquellos hechos (cuyos autores se afirma ahora ser desconocidos) y concluyendo que era José Barrientos Martínez “individuo de antecedentes e ideas izquierdistas extremadas, de los más destacados de la región, muy comunista y sumamente peligroso por ello para el movimiento militar salvador de España” (testifican quienes nada de ello señalaran antes), que era tanto como afirmar que bien muerto había sido.
Procede lo anterior del libro que ahora presentamos, publicado el 8 de julio por Ediciones del Lobo Sapiens con la colaboración de la Diputación Provincial y su Instituto Leonés de Cultura, y los Ayuntamientos de Santa María del Páramo, La Bañeza, Astorga, Santa Elena de Jamuz, y San Andrés del Rabanedo; que han valorado en el ILC como “una obra de singular importancia para el conocimiento de la historia reciente de nuestra provincia”, y que con sus 828 páginas, referencias de casi tres mil personas y más de quinientos lugares provinciales, un centenar largo de imágenes de época, y sus mil doscientas notas a pie de página, es mucho más que el relato más completo, actual y detallado del golpe militar de julio de 1936 en los pueblos, villas y ciudades de la provincia de León.
En cuanto a la Exposición Los dibujos de Felipe García Prieto, “topo” en Astorga durante la Guerra Civil, contra el fascio y la guerra, basada en contenido del propio libro y en documentación hallada en archivos a lo largo de su elaboración, y que puede contemplarse del 12 al 29 de septiembre en el hall de la Casa de Cultura de Valencia de Don Juan. se trata de una colección de dibujos realizados en su escondrijo por el joven astorgano así nombrado y perseguido por la justicia de los facciosos, que muestra su particular percepción del fascismo y de la guerra que él mismo sufría; que creemos que vale la pena conocer hoy, más de ochenta años después y cuando la historia se repite con una nueva contienda en Europa y el auge por doquier del fascio renovado; y que tiene, lamentablemente, plena vigencia y triste actualidad.