Con ocasión de presentar en Veguellina el próximo miércoles 2 de noviembre, en la Biblioteca Municipal Río Órbigo, la Primera Parte: El Golpe, de mi libro ‘Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León, una investigación en la que a la detallada narración de lo sucedido en julio de 1936 y después en aquella localidad y otras cercanas se dedica un extenso capítulo, permítanme que tome de entre la información que la obra recoge, mucha desconocida hasta el presente, y les acerque a modo de breve y resumido apunte, la siguiente:
“El Comité marxista tomó las de Villadiego”, titulaba el 29 de julio el diario La Mañana la crónica de su corresponsal en la comarca riberana, que afirma haber despertado de un sueño con la llegada el día 22 a Veguellina de jóvenes fascistas de Astorga al mando de los jefes designados por la Comandancia Militar de aquella ciudad. En los días anteriores “un grupo de audaces, con las armas en la mano, se habían impuesto cacheando a unos y encarcelando a otros, entre ellos el diputado electo por la CEDA don Pedro Martínez Juárez, que en una camioneta fue conducido con algunos familiares desde su pueblo hasta esta villa. Se le retuvo unas horas y se le dejó luego ir a su casa en calidad de detenido. Las pistolas al pecho eran las órdenes que se intimaban por los intrusos de la autoridad. Ya los había anonadado el golpe militar dado en Astorga (al inicio de la tarde del día 20), cuya noticia debió de llegar a sus oídos por varios fugitivos que se vieron por estos contornos. Su audacia fue decreciendo al ver que se hallaban solos, pues también los de La Bañeza habían sido reducidos en la tarde del martes 21 sin ninguna resistencia. Ante este panorama nada halagüeño el Comité emprendió la huida, desapareciendo las armas que se decía tenían consigo. Ahora todo ha quedado en paz y ha renacido vigorosa la reacción ciudadana, comenzándose a desarmar a los que se presentaban como guardias rojos, y se está organizando una milicia ciudadana en cuyas filas debe alistarse toda la juventud de la Ribera y todos los paisanos de buena voluntad que amen a su Patria y deseen salvarla. Esto es más importante y principal que ocuparse de la siega y de la remolacha y las alubias”.
Fue Nicanor Uría uno de los que a las ocho de la mañana del lunes 20 marchó a incautarse de armamento en Villoria de Órbigo en el grupo que capitaneaban Antonio García Dueñas (Gatiti), y el también cenetista Miguel González Álvarez (Sindi), que requisaron dos escopetas al vecino Federico Yuste y otra a don Luis Sarmiento, cura párroco. Sigue contando Nicanor que cuando él y Miguel González se disponían a registrar una casa fueron avisados de que don Frutos, hermano del sacerdote y diputado Pedro Martínez Juárez, se había sublevado, encaminándose ambos al domicilio de los mismos, registrándolo tras cachear a sus moradores en la plaza del pueblo, y deteniendo a don Pedro, autorizando a que permaneciera en la casa otro de los hermanos mientras el clérigo y los demás (Frutos, Marcos y Santiago) eran conducidos en un camión a Veguellina, al local del Sindicato, “en el que son encerrados después de presentarlos al Comité rojo y de haber sido traídos hasta aquí entre vejaciones, insultos y amenazas que les hacen los insurrectos”. Después el alcalde, Leoncio Jáñez Martínez, hablaba por teléfono con el gobernador civil, Emilio Francés, que dispone que dejen a don Pedro en libertad (“como diputado, solo previo suplicatorio se le podía detener”, dijo el gobernador, y se le retornó, a su disposición, al domicilio que escogiera, el suyo familiar, en el que se le mantuvo retenido; tal vez por ello sería luego el sacerdote uno de quienes abogarán a favor del gobernador, ineficazmente, pues no lo salvarán de los fusiles) al tiempo que sus hermanos continuaban recluidos en el Centro Obrero hasta la mañana del martes día 21, el anterior al de la entrada en Veguellina de las tropas.
Detención de los hermanos Martínez Juárez
Unos treinta individuos detuvieron a los hermanos Martínez Juárez, amenazándoles después continuadamente, expone el fiscal, y agrega que “obedeciendo aún las órdenes del Gobierno central en pueblos todavía no sometidos por las fuerzas, como el de Veguellina, grupos armados se aprestaron para la defensa, requisando armas en los lugares de Villoria, Hospital y Villarejo, además de en la propia Veguellina, organizando servicios de patrullas y de guardia permanente en dicha población”, y matiza el abogado defensor Carlos Álvarez Cadórniga que “se hizo aquello sin cometer ningún delito, sin efectuar un solo disparo, sin atacar la propiedad pública o privada”, añadiendo el letrado en su alegato que “el Comité se movía en virtud de disposiciones no solo de las primeras autoridades de la provincia, sino del titulado legítimo Gobierno, ya que desde el ministerio de la Gobernación se hicieron circular a toda España los mandatos de movilización del Frente Popular así como los de armar al pueblo y oponerse al paso de nuestro Glorioso Ejército, por lo que quienes así actúan lo hacen en virtud de la obediencia debida”.
(Ciertamente, las resoluciones y medidas de defensa del régimen constitucional adoptadas por el Gobierno frentepopulista ante la insurrección de la derecha fueron las mismas, e igual de legítimas, que las tomadas por el Gabinete radical-cedista frente al levantamiento socialista de octubre de 1934 y al anarquista de diciembre de 1933, coincidentes también con las puestas en práctica por el Gobierno republicano-socialista ante el golpe de Sanjurjo en agosto de 1932, amparadas todas ellas por la Ley, de defensa de la República de 21 de octubre de 1931, una, y de orden público de 28 de julio de 1933 las otras).
Dirá Nicanor Uría en su interrogatorio que al final de la tarde del martes 21 de julio había informado el Comité de que fuerzas del Ejército habían dominado La Bañeza (y León y Astorga el día antes) y se dirigirían a Veguellina aquella misma noche, por lo que sobre las 21 horas salieron los miembros de dicho Comité hacia Villablino, “llevándose con ellos cuatro carabinas de los guardas de la Azucarera y marchando en un coche de turismo el alcalde, al que acompañaban Sindi, Gatiti, Isaac Melgar, Agustín Arias Rey, Timoteo Álvarez Casasola (Pitillo), y Manuel Corujo Costales, mientras que Julio Patán se había ido ya con los dos camiones que cargaban las armas y las piezas de armamento del tren que había sido requisado” y con quienes en ellos pudieron acomodarse, llegando hasta Grado e incorporándose a la lucha en el que pronto sería frente norte. Manuel Luengo Seco (señalado militante de la izquierda, como todos los huidos) se marcharía después de que las tropas hubieran entrado ya en la villa, y en cuanto a él, al día siguiente, miércoles 22, cuando estando en la terraza del Café Central tuvo noticias de que llegaban militares y falangistas se marchó para el domicilio de sus suegros.
La llegada del Ejército sublevado
En las primeras horas de la noche del mismo martes, el concejal Gerardo Martínez Blanco arengaba en Veguellina a un grupo numeroso de personas, diciéndoles que aunque era próxima la llegada del Ejército, las condiciones del terreno eran en este pueblo favorables para mantener una resistencia a todo trance, para lo que todos y con todos sus medios debían cooperar, toda vez que el Sindicato tenía armas, municiones, 24 bombas y numerosos cartuchos de dinamita y botellas de líquido inflamable. Después entregaría voluntariamente una escopeta y un revólver de su propiedad a las fuerzas que a eso de las siete de la tarde del 22 de julio, procedentes del astorgano Cuartel de Santocildes y cogiendo desprevenida a la población, entraban en Veguellina en varios camiones, soldados, guardias civiles y falangistas que agruparon a las gentes frente a la fábrica azucarera, en la que instalaban una ametralladora, entre las que los de Falange (destacando Cerolas, de Benavides) hacían una primera selección de los que se llevaban detenidos a aquel acantonamiento, de nuevo usado como reclusorio de izquierdistas….
Procede lo anterior del libro que ahora presentamos, publicado el pasado julio por Ediciones del Lobo Sapiens con la colaboración de la Diputación Provincial y su Instituto Leonés de Cultura, y los Ayuntamientos de Santa María del Páramo, La Bañeza, Astorga, Santa Elena de Jamuz, y San Andrés del Rabanedo; que han valorado en el ILC como “una obra de singular importancia para el conocimiento de la historia reciente de nuestra provincia”, y que con sus 828 páginas, referencias de casi tres mil personas y más de quinientos lugares provinciales, un centenar largo de imágenes de época, y sus 1.200 notas a pie de página, es mucho más que el relato más completo, actual y detallado del golpe militar de julio de 1936 en los pueblos, villas y ciudades de la provincia de León.
El libro 'Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León. Primera parte: el Golpe' se puede comprar aquí. Más información sobre José Cabañas y los primeros días de la Guerra Civil Española en la provincia leonesa en www.jiminiegos36.com.