Celestino, el panadero de La Pola de Gordón, descansa desde ayer un poco más en paz. No deja de doler la violenta manera en que murió, 'paseado' a punta de pistola allá por noviembre de 1937 a manos de varios guardias civiles, después de haber recibido la orden de cavar su propia tumba y habiéndole separado para siempre de una de sus hijas que le acompañaba.
No descansa Celestino González menos en paz por el hecho de que tras dos días de un trabajo tan intenso como emotivo se hayan buscado, aunque finalmente sin éxito, los restos de este trabajador, que fuera durante años emigrante en Cuba, excavando metros y metros del lugar señalado por testigos directos como el punto donde fue ejecutado y abandonado su cadáver.
La última fosa abierta, para cerrar otra herida más de la conciencia histórica de León, por parte de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) no ha concluido ayer con la aparición de resto humano alguno junto a la carretera general de la comarca del Torío que vio nacer a Celestino. “Nuestro gozo, en un pozo”, admitía Guillermo González, su biznieto, la persona que tras varias generaciones de silencio obligado, pudo averiguar la X que marcaba el lugar, en el municipio de Garrafe de Torío.
Él se debatía un poco entre la contraposición de emociones de su padre, el nieto de Celestino, que tras culminar la excavación autorizada sin que apareciera pista alguna “ha estado algo abatido, con la mirada como perdida”, y la de su madre, que ha confesado: “No importa, siento paz”.
Por eso, Guillermo no se queda con sensación de fracaso, casi al contrario: “Es muy sanador”, porque “jamás hemos conseguido estar tan cerca de él”; porque “se ha creado en la familia un vínculo nuevo, uno que nunca había existido”; y porque aunque no lo marque un hueso, una bala o una cruz, ya sienten en sus corazones cuál es el lugar de la sepultura de 'su' víctima, aquel que pagara con su vida un chivatazo cuando regresó después de caer el Frente Norte, encabezonado en reavivar su negocio de horno y seguir sacando a su familia adelante.
El arranque de la retroexcavadora del martes comenzó esperanzador, al aparecer un trozo de cinturón que rápidamente certificaron como de la época. Sabían por testimonios que, de aparecer, Celestino no aparecería con restos del traje que llevaba ni su reloj de bolsillo, porque era vox populi que los llevó durante años un conocido falangista de su mismo pueblo natal, Ruiforco de Torío. Pero incluso a pesar de bajar más de un metro en algunos puntos y escudriñar durante horas la tierra, cero rastro.
Es posible que el problema, además de tratarse de “una zona muy movida” durante años, fuera que de la posible sepultura de Celestino estuviera casi debajo de la actual carretera LE-315, muy ensanchada respecto a la de hace casi 90 años, y allí no hay nada que hacer, es intocable.
Para Marco González, vicepresidente de la ARMH, que ha seguido emocionado y siempre esperanzado la de Celestino como si fuera su primera fosa, bien arropado por un equipo de voluntarios, se ha tratado de un ejercicio de esfuerzo y memoria que a todos cuantos han participado les ha merecido la pena. “Siempre la merece”, para certificar que “no les olvidamos”, añade Guillermo, aunque no sean encontrados y a pesar de haber pasado casi nueve décadas de perder a un importante eslabón de sus raíces.
“Compensa”, tiene claro Marco, mientras relata el cálido ánimo que les dio ese ciclista que de mañana temprano hizo un alto en su ruta al ver la excavación y preguntó qué estaban haciendo, en cuanto supo que allí se buscaba desenterrar un drama humano que jamás debió ocurrir y mucho menos quedar impune.
“Pasa mucha gente” cuando excavan, “y están bastante concienciados, muchos te cuentan sus experiencias”. Como la que desgrana un vecino, que recuerda cómo cuando de pequeños les mandaban arar “había dos o tres fincas” en un pueblo cercano “que siempre nos decían que allí no hiciéramos nada; claro, porque sabían lo que había pasado y lo que se podía encontrar” tras la Guerra Civil y la victoria del fascismo franquista.
Ahora, la parentela de Celestino González Bayón, el cubano, el panadero de La Pola, el esforzado trabajador, se queda con “otro tipo de ilusión” y la idea de que “hicimos todo lo que se podía hacer”. Que es más de los que muchos han podido.
La ARMH ya prepara su siguiente proyecto, en la comarca leonesa de Luna, poco antes o recién comenzado el verano. Si la inquietud de las familias no descansa, ellos tampoco. Es una pequeña y personal cita con la historia pero gigante para quienes llevan generaciones obligados a silenciar, primero, y buscando, después, un cuerpo, una explicación y un descanso en paz.