La dura represión franquista: volar la casa de dos mujeres leonesas por ser familia de un fugado

3 de marzo de 2024 10:49 h

Una muestra, entre muchas, del encono y la fiereza con que se perseguía a los allegados –mujeres sobre todo– de quienes, escapados, habían eludido hasta entonces los castigos de los vencedores es lo que se hizo a finales de agosto de 1937 con María Díaz Pacios, de 83 años, soltera, y su hija Elisa Díaz Pacios, de 53 años, casada, ambas labradoras y sin instrucción, vecinas de Borrenes que aparecen en la tarde del día 29 de aquel mes en un banco de la estación de ferrocarril de Medina del Campo, adonde llegan en el tren Coruña-Ávila procedente de Ponferrada.

De los interrogatorios a que las someten los agentes de Inspección de la Comisaría de Investigación y Vigilancia de aquella villa resulta que “al iniciarse el Movimiento Nacional desaparecía precipitadamente del pueblo un individuo de 24 años llamado José Míguez Blanco, que ellas habían prohijado, y creían allí que eran ellas sabedoras de dónde se ocultaba y procuraban ampararlo”. Pensaban madre e hija que se hallaría en la zona roja. 

El huido (nieto y sobrino de las mujeres) estudió y practicó en La Habana, donde reside su madre, la carrera de piloto aviador, y a su regreso a España hace unos siete años se ocupó en la labranza en compañía de su abuela y su tía, que afirman no saber que aquel se haya dedicado a manejos políticos, y “creen que los libros que tenía en su casa tratan solo de aviación, aunque por ser analfabetas no pudieron enterarse”.

Los falangistas les vuelan la casa

Hasta el 25 de agosto residieron en Borrenes haciendo su vida ordinaria y vigiladas por algunos falangistas, siendo ese día, sobre las siete de la tarde, detenidas por el secretario municipal y el médico del vecino lugar de Carucedo (Fidel Fernández de la Graja, de 44 años, casado), que las condujeron al Depósito Municipal, en el que permanecieron durante la noche y del que fueron sacadas a primera hora de la mañana siguiente y llevadas a pie hasta el cuartel del mismo Carucedo, que dista cinco kilómetros, y desde allí en coche a la Prisión de Ponferrada, sabiendo mientras estaban encerradas en esta que sus muebles y demás pertenencias fueron sacados de su domicilio y volada totalmente la casa por la Guardia Civil (lo haría “con unas bombas de mano la Columna de Operaciones dedicada a la limpieza de la zona, al mando del benemérito teniente coronel Pedro Romero Basart”).

Una pareja de guardias civiles y el citado médico de Carucedo las trasladaron de la cárcel a la estación ponferradina, en la que les dieron los billetes correspondientes (comprados, hasta el destino que alcanzara, “con dinero de ellas”, o “con 75 pesetas adelantadas por el regidor”, también se afirma) y las metieron en el tren. 

Careciendo en Medina del Campo de local público adecuado para retenerlas, detenidas en el parador La Estrella y vigiladas por personal policial de la Inspección continuaban el 6 de septiembre de 1937. Como según el Gobierno General y la Jefatura Superior de Policía de Valladolid los hechos podían ser constitutivos de delito (los cometidos por las dos mujeres, por contrarios al Glorioso Movimiento Nacional), disponen desde aquí que el 15 de septiembre sean conducidas a León para que por la justicia castrense sean allí sumariadas. 

Lo fueron en la Causa 1193/37, en la que resultaban sobreseídas a primeros de noviembre, continuando confinadas en la Prisión Provincial leonesa a disposición del Delegado de Orden Público. La Falange, cuyo jefe local en Borrenes era el maestro Juan José Arias Hidalgo (de 46 años, casado) se apropió de sus dos bueyes y otros bienes. Mandaba el puesto de Carucedo desde el 21 de septiembre el guardia civil Manuel Repullés Adsuara, de 45 años, casado, perteneciente a la Comandancia de Castellón y agregado ahora a la de León. “De Borrenes andan entonces por La Cabrera dos huidos, y del resto de la región unos 14 o 16,  a ellos sumados los de otras regiones”.  Como sospechosas de ayudar a su sobrino y nieto –apodado Palito e izquierdista significado– y a otros marxistas fugados de la comarca, el alcalde (Faustino González Díez, casado, de 45 años) y el secretario del Ayuntamiento de Borrenes (Américo Pereira Sousa, de 28 años, casado, “que también lo es de la Falange local y del Juzgado municipal”), por indicación del teniente coronel jefe del Sector de Operaciones de la Sierra de Cabrera –el citado Pedro Romero Basart, encargado de la persecución de huidos– decidieron que aquellas dos vecinas (ya detenidas dos veces por autoridades militares) “fueran ausentadas de su pueblo, de manera que les resultase difícil el regreso”, una violencia que añadía a las represalias padecidas por su propia desafección al régimen impuesto la vicaria que se les destinaba en lugar del familiar escapado y fuera del alcance de los represores, y la que perseguía privar a aquel de sus apoyos y favores.

En cuanto a José Míguez Blanco (Palito, y el Barbas), los represores franquistas ya lo habían incriminado, con otros cinco escapados al monte, en la muerte de un falangista el 21 de diciembre de 1936 en Villavieja, y lo harían de nuevo, al menos, con los demás de una partida de cuatro en la de otro miembro de Falange en Las Médulas el 17 de septiembre de 1937, así como en el atraco a 19 paisanos vecinos de la zona que el 14 de febrero de 1938 se dirigían a la feria de Carucedo, y con otros dos maquis en un robo a mano armada el 28 de octubre del mismo año en Rimor. Por la incursión con otros once guerrilleros el 14 de julio de 1939 en Lago de Carucedo, asesinando a ocho derechistas, cinco mujeres y tres hombres, lo procesaban en rebeldía en febrero de 1943. En noviembre de tal año conseguía evadirse a Portugal, embarcando poco después desde Oporto para Cuba.

Procede lo anterior de la obra Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León, publicada por Ediciones del Lobo Sapiens, en dos partes, la Primera Parte: El golpe, en julio de 2022, y junio de 2023 la Segunda Parte: La guerra, “de singular importancia para el conocimiento de la historia reciente de nuestra provincia”, según el Instituto Leonés de Cultura, y que es mucho más que el relato más completo, actual y detallado del golpe militar de julio de 1936 en los pueblos, villas y ciudades de la provincia de León