Entusiasta de las poetas bercianas Manuela López (Manolita) y Felisa Rodríguez, Gregorio Esteban Lobato (Goyo) es un poeta y narrador ponferradino que, además, ha sido actor de teatro con la compañía Conde Gatón y dinamizador de la cultura en el Bierzo. No en vano le dedicó el poemario 'Lago Sumido' a la poeta nocedense Felisa Rodríguez. Asimismo, colabora con un texto y un poema en honor a la poeta nacida en el Noceda del Bierzo, que se recogen en el pasado número de invierno de la revista cultural 'La Curuja'.
“Manolita y Felisa, dos maestras jubiladas incomparables, que rezumaban generosidad, bondad, libertad y compromiso, a pesar de haber vivido los sinsabores de una posguerra civil, eran la personificación de dos manantiales de agua fresca. Dos octogenarias maravillosas que no dejaban de enseñar tolerancia, respeto, amor por lo bello, por la naturaleza, por los derechos humanos, la paz y la concordia”, recuerda Goyo, que fue finalista del primer premio que convocara el Diario de León, lo que, según él, le subió la autoestima y le animó a seguir escribiendo.
Cree que los premios literarios te ayudan a ver que llevas algo dentro de ti que merece ser expresado, además de reconocerte que tienes un don, como otro cualquiera, que has de ejercer y compartir.
Ideó, con el poeta Emilio Vega, los talleres de poesía y teatro del Instituto de Estudios Bercianos en “los fantásticos años ochenta”, lo que fue para él una experiencia interesante. “Entonces triunfaba la ilusión de la Transición. Las iniciativas que alegraban y enriquecían la vida cultural de la ciudad tenían una excelente acogida. Recuerdo que en poesía tuvimos, por ejemplo, la participación de Luis Antonio de Villena. En teatro se organizaron los Primeros Encuentros Teatrales Escolares del Bierzo, en el año 1984”, rememora Goyo, que también en los “benditos años ochenta”, en aquellas fenomenales rondas de vinos por las bodegas del casco antiguo de Ponferrada, conoció a Fernando R. Blanco, con quien congenió y se embarcó en la aventura de escribir un libro de poesía, en el que cada uno compuso la mitad del poemario.
“La tipografía era la de mi máquina de escribir Olivetti. La impresión fue obra de la imprenta Roan de Ponferrada. ”El poemario 'Espacio Mortal' es la primera parte de una tetralogía de la cual sólo queda el nombre: 'Egometría'. La anécdota importante es que 'Espacio Mortal' se compuso en Villafranca del Bierzo gracias al fallecido actor ponferradino José Antonio Correa, cuya impresión se hizo en Gráficas Nisan de Ponferrada“, señala Goyo, que también por aquella época descubrió, en los Primeros Encuentros Teatrales Escolares del Bierzo, al narrador y poeta Manuel Ángel Morales.
“Resulta que la obra que presentaba el Colegio Diocesano San Ignacio estaba escrita por Morales, lo cual me llamó la atención. Nos hicimos amigos y de ahí surgió la Asociación Cultural Navarca, y un espectáculo de música, danza, poesía e imagen, titulado 'Dithyrambus Bérgidi'. Para esta representación escribimos y editamos dos poemarios consecutivos cada uno. En mi caso, primero fue 'Lago Sumido', y después 'Briznas'.
“La artista Salomé de Paz ilustró la primera época del 'Dithyrambus', que también contó con la esmeradísima labor de la imprenta Alonso de Ponferrada. El poeta Juan Carlos Mestre nos regaló un grabado para la portada de la segunda época de aquella iniciativa escénica, en la que tuvimos la aportación del experto trabajo de la Imprenta de la Mata de Bembibre”, expone Goyo, que colaboró, entre otros, con el Libro Conmemorativo del Premio de la Crítica celebrado en Villafranca del Bierzo en 2018, lo que supuso, en su opinión, el regreso a la actividad literaria. Permaneció escondido durante tiempo porque tuvo que aprender a convivir, según él, con el hecho de la pérdida de su pequeño hijo Sergio, que fue atropellado por un coche cuando tenía tres años y medio.
En todo caso, cuenta que no era plenamente consciente de lo que escribía hasta que no lo veía reflejado en la revista Aquiana, o en el periódico Bierzo 7, o bien lo escuchaba en Onda Bierzo o Radio Bierzo, “especialmente los poemas, ya que no alcanzaban su esplendor hasta que no los leía la locutora Yolanda Ordás (Yoli Poemas) en su programa habitual. Yo tenía muchas cosas que decir. Era joven y quería comerme el mundo. Como Terencio: 'nada de humano me es ajeno', así que me implicaba, desde mi habitación, en lo que sucedía en Ponferrada y en el resto de la provincia”, detalla él, mientras evoca al filósofo Bertrand Russel, cuando, con 95 años, dijera lo siguiente en su testamento moral: “Existe un artista prisionero dentro de cada uno de nosotros. Liberémosle para que derrame su alegría por todas partes”.
Manolita y Felisa, dos maestras jubiladas incomparables, que rezumaban generosidad, bondad, libertad y compromiso, a pesar de haber vivido los sinsabores de una posguerra civil, eran la personificación de dos manantiales de agua fresca. Dos octogenarias maravillosas que no dejaban de enseñar tolerancia, respeto, amor por lo bello, por la naturaleza, por los derechos humanos, la paz y la concordia
Teatro y literatura
Teatro y literatura, que están relacionadas, a su juicio, de un modo íntimo, han sido fundamentales en su vida.
Como actor confiesa que tuvo la buena suerte de ser aconsejado por grandes directores como Ovidio Blanco y Eduardo Camacho, que le ayudaron a moldear el personaje de don Álvaro Yáñez, de 'El Señor de Bembibre', en 1977.
“Actualmente, José Cruz Vega Alonso nos está orientando en el montaje de la 'Antología de la Zarzuela' que prepara la coral 'Solera Berciana', con motivo de su Cincuenta Aniversario”, afirma Goyo, que reconoce haber leído, a través del Círculo de Lectores, a las más grandes figuras de la Literatura Universal, empapándose de sus creaciones.
“Entre la bruma de los Ducados, me ponía a escribir procurando continuar su legado en mis circunstancias”, precisa Goyo, que estudió aquel Magisterio, que él considera bastante encorsetado, con ecos de “la letra con sangre entra” y “quien bien te quiere te hará llorar”, si bien él sentía la necesidad de enseñar deleitando, “como decía Horacio en su 'Arte Poética'”, dedicándose de lleno a la Animación Sociocultural.
Recuerda que en casa de sus padres, que provenían de Medina de Rioseco, la lectura era tan cotidiana como el comer o el dormir. Y su infancia en Ponferrada estuvo llena de fantásticos estímulos.
“Mi hermano mayor, Rafa, tocaba la pandereta en la tuna ponferradina, era vocalista de los Stairs y uno de los destacados atletas de las pistas de Endesa, junto con Arroyo y Brindis. Fabio, el segundo, tocaba en la Banda Municipal. Simón, el tercero, estaba en el Club de Fútbol del Santa Marta. Mi hermana Rosi, aparte de trabajar en la pastelería Romero, coleccionaba las postales con la cara de los y las cantantes de moda. El quinto de la prole –”servidor de usted“, como había que presentarse de aquella–, estudiaba en las Escuelas de la M. S. P. (Minero Siderúrgica de Ponferrada), porque mi padre (Goyo como yo), trabajaba como fundidor en dicha empresa”.
A su padre le encantaba la lectura, tanto es así que leía, antes incluso que su propio hijo, algunos libros que Gregorio Estaban Lobato tenía la obligación de leer en el colegio.
“A mi madre le gustaban las novelas de Marcial Lafuente Estefanía, que por una peseta se podían cambiar en el quiosco. Mi hermano Rafa compraba 'La Codorniz'. Mi hermano Fabio hacía cursos de formación profesional a distancia. Mis hermanos Simón y Rosi preferían los tebeos que se intercambiaban en el 'gallinero' del desaparecido cine Edesa: 'El Capitán Trueno', 'El Jabato', 'Hazañas Bélicas', 'Sissí', 'Florita' y sobre todo 'Mortadelo y Filemón'. Yo, claro, a falta de televisión, me leía todo lo que podía de aquel surtido”, reconstruye Goyo, convencido de que haber nacido en Ponferrada en los años cincuenta del siglo pasado, a los pies de la torre de la Encina, le ha dejado una impronta imborrable. Desde el vientre de su madre Teo, que cantaba muy bien, según él, ya escuchaba, “tanto los atronadores clarines y timbales de Semana Santa, como el retumbar de los distintos golpes de badajo que se producían en el airoso campanario de la Basílica de Nuestra Señora de la Encina”.
Cuenta que salía de casa, daba cuatro pasos y se encontraba con un mercado en la plaza. “Cruzaba un arco, que ya no existe, y llegaba a un castillo en ruinas en el que saltábamos las murallas fácilmente. En la calle del Reloj me podía asomar al torno del monasterio y a una cárcel que ahora es museo. Por el otro lado de mi casa estaba la churrería de Farrapín y además Las Cuadras con su famoso pulpo... Había mucho vecindario, mucha chavalería. Jugábamos a tope. Pasábamos la mayor parte del día en la calle. Éramos muy felices. Palos, piedras, cartones y muchísima imaginación. Era como estar a la vez en Macondo, Vetusta y Narnia Unos años después nos mudamos al barrio de Santas Martas, junto al Plantío, donde nacieron mis hermanas Dori y Mali. Las dos pequeñas de la prole hicieron carrera superior”, revive Goyo, para quien el Bierzo es abundancia, “mucha abundancia, no sólo de personas generosas, sencillas e impulsivas; sino también de frutas y verduras, de frondosos bosques y maravillosos ríos en los que todavía existe una fauna extraordinaria, que tenemos que cuidar”. Como queda reflejado en sus relatos, que muestran la importancia que para él tiene el paisaje y el paisanaje del Bierzo.
“Me encanta que en los escaparates de las librerías haya diversidad de ejemplares escritos por personas de esta provincia. Lo que más despierta mi interés es la manera en que se están tratando algunos acontecimientos recientes de nuestra historia, sobre todo uno de los más sangrantes, como es el asesinato perfecto de la minería del carbón”, apunta Goyo, al que le han encantado libros de Noemí Sabugal o Manuel Blanco Pacios, además de la recopilación de viñetas de Lolo, o bien la propuesta escénica de Álvaro Caboalles.
“Yo trabaje más de veinte años en pro de las alternativas económicas de las cuencas mineras de León. Además, resulta que las generaciones más jóvenes (en las cuales te incluyo), estáis descubriendo las inquietudes literarias que teníamos los y las poetas y escritores bercianos y leoneses de las últimas décadas del pasado siglo”, menciona, disgustado con el devenir histórico, porque, en su opinión, parece mentira que estemos repitiendo los peores errores y atrocidades del siglo pasado.
En la calle del Reloj me podía asomar al torno del monasterio y a una cárcel que ahora es museo. Por el otro lado de mi casa estaba la churrería de Farrapín y además Las Cuadras con su famoso pulpo... Había mucho vecindario, mucha chavalería. Jugábamos a tope. Pasábamos la mayor parte del día en la calle. Éramos muy felices. Palos, piedras, cartones y muchísima imaginación. Era como estar a la vez en Macondo, Vetusta y Narnia
“Ni siquiera tenemos los felices años veinte de entonces, ni la efervescencia de las Vanguardias artísticas de aquellos años. ¿Cómo es posible que no se hayan creado los mecanismos necesarios para evitar que surjan nuevas amenazas que pongan en peligro la paz mundial? A no ser, claro, que se trate de que no decaiga el negocio de la guerra”, se lamenta él, al que le gustaría reunir (en un volumen) sus colaboraciones más importantes que se han publicado en los medios de comunicación.
“Existe una docena de poemas surgidos del proceso de duelo por Sergio, a los que no sé cómo darles cauce”, sintetiza.
Entrevista breve a Gregorio Esteban Lobato
“Lo más importante es amar y que te amen”
¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?
'El Quijote', 'El Conde de Montecristo', 'Los Miserables', 'Cien Años de Soledad', 'Campos de Castilla', 'Romancero Gitano', 'Cantares Gallegos' o 'El Señor de Bembibre, entre otros.
Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).
Lo más importante es amar y que te amen, así que imprescindibles son todas las personas que nos quieren y a quienes queremos en la vida: mi mujer Fina, nuestros hijos Gabriel y Sergio, mis padres, mis hermanos y sus familias, las amistades, el vecindario, el compañerismo laboral, las mascotas...
Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).
Normalmente elegimos lo que vamos a leer. Conocemos a quien lo escribe y probablemente de lo que trata la obra. Tiene mucho mérito ponerse a escribir. Quien lo hace es porque siente la necesidad de expresarlo. Otra cosa es que el resultado coincida con nuestros gustos.
Un rasgo que defina tu personalidad.
Antes de perder a Sergio era un brillante animador sociocultural, director de talleres de empleo y de campos internacionales de trabajo... Después de esa terrible experiencia me conformo con ser el típico maestro jubilado que cava la huerta, canta en un coro y espera que le hagan abuelo. Quiero decir que antes era una persona extrovertida, asertiva y participativa a tope; mientras que ahora me muevo en un ámbito más restringido.
¿Qué cualidad prefieres en una persona?
Reconozco en otras personas las cualidades que he cultivado en mí: tolerancia, respeto, asertividad, paciencia, empatía...
¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
Yo hice la mili en Infantería. Y juré bandera. No me cabe en la cabeza que haya partidos políticos que estén en contra de la unidad de España. Seguro que Ángeles Caso o Arturo Pérez-Reverte son capaces de ponerle una letra impecable al himno nacional. ¿Cómo se puede menospreciar a la segunda lengua más importante del mundo?
Lo mejor de las Universidades Laborales, entre otras cosas, era que el alumnado procedía de todos los puntos cardinales del país. Tuve la suerte de convivir durante años con andaluces, catalanes, vascos, canarios, madrileños, valencianos, aragoneses, extremeños, manchegos, murcianos, gallegos... Aquellas amistades las seguimos manteniendo hoy en día.
¿Qué es lo que más te divierte en la vida?
Una buena comedia que me haga reír. La última que lo consiguió fue la película 'No mires arriba', que para mí era la que se merecía el Óscar a la mejor. Cuando era niño me tiraba de risa con el cine mudo de Chaplin, Buster Keaton, El Gordo y el Flaco...
¿Por qué escribes?
Cuando era joven lo hacía para decirle al mundo que yo era único. Ahora lo hago, sobre todo, para darle gracias a las personas que nos ayudan, a mi familia y a mí, a superar la dura prueba que nos ha tocado.
¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
Yo prefiero las bibliotecas. Sólo utilizo wasap y telegram. El único blog que leo es el tuyo y me parece genial: http://cuenya.blogspot.com/. En mis comienzos, los semanarios Aquiana y Bierzo 7 eran como mis blogs.
¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
Mis fuentes literarias son múltiples: el vuelo de una mariposa, algo que me han contado o he leído, una canción, las nubes del cielo o el torrente que brinca entre las piedras. Y sobre todo el hecho de tener algo que me parezca que debe ser contado.
¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
Escribo de vez en cuando. Solamente cuando siento un impulso fuerte, o cuando me asalta una reflexión que prefiero dibujar a grandes rasgos, para seguir dándole vueltas en otro momento. En ocasiones trazo una especie de borrador sobre algo que quiero reflejar, y luego lo dejo reposar una temporada. Después puede que retome aquellas líneas esbozadas y complete la obra, o bien que acabe rompiéndolas. Muchos de mis proyectos de juventud, como hubiera hecho Kafka, fueron a parar a la hoguera.
Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.
“Recordad vuestra humanidad y olvidad el resto” es una de las frases que resumen el espíritu del Manifiesto promovido por Bertrand Russell y Albert Einstein en 1955 en el que pedían el desarme nuclear y el final de las guerras.