En los archivos privados no sólo se conservan estrictamente documentos y correspondencia. Como ínfimo recuerdo de un esplendoroso pasado burgués (burguesía mucho más numerosa a finales del siglo XIX en ciudades como León que lo que se cuantifica en estudios recientes, y no hay más que consultar los padrones para confirmarlo), se conservan aún objetos cotidianos de aquel pasado ya casi olvidado.
Y estos objetos nos permiten abordar cómo vivía un joven burgués de la época. ¿Cuáles eran algunos de esos objetos que le acompañaban cotidianamente? ¿Y cómo eran aquellos productos de bienestar de la época ya de abuelas, bisabuelos y tatarabuelos de muchos leoneses de buena familia? Una mirada al pasado que está bastante más cercano de lo que parece, ya que sólo parece haber cambiado notablemente con la llegada del siglo XXI puesto que muchos de estos útiles se dejaron de usar con esos diseños hace relativamente poco. E incluso algunos cubiertos, menajes y mantelerías que todavía se sacan en algunas de nuestras casas de hoy para las celebraciones especiales.
Pero la cuestión es mostrar cómo vivía cotidianamente la gente joven en aquella época. Para empezar, indicar que muchos de esos jóvenes burgueses del momento solían salir de León para ir a estudiar Derecho o Medicina a Valladolid y Madrid. Con lo cual estaban en contacto con lo mejor de aquella época, sobre todo los que se formaban en la capital. Aunque algunos objetos también llegaban a San Sebastián de Francia e Inglaterra, y podían comprarse allí en las vacaciones.
Objetos como los libros son de lo más numeroso que se conserva, pues es sabido que los libros y las bibliotecas (al contrario que hoy) eran fundamentales en la formación de estos jóvenes burgueses, como en el caso de César Gómez Barthe, quien se los traía de Madrid y los mandaba encuadernar y personalizar con sus iniciales en la imprenta Mijares, sita en los soportales de la Plaza de la Catedral.
Son muchos los objetos que podía llevar un estudiante de la burguesía leonesa a Madrid o Valladolid para su vida cotidiana de aprendizaje en la Universidad –y ponerse guapo para las tardes de cafés o chocolatería con paseos por los parques para observar a las mozas–, pero también varios los que traía de allí.
En cuanto a los 'complementos' de tipo personal, se conservan guantes de cabritilla, bastones (los jóvenes también presumían de ellos), calzadores, sombreros personalizados del sombrerero Fausto Ríus (con establecimiento en la Calle Ancha), mondadientes de plata, relojes de bolsillo, desatadores de cordones, vasos o 'petacas`' para beber de las fuentes, gemelos para las mangas de las camisas (que eran postizos, como los cuellos), y un montón de objetos más de los que antaño hubo miles y eran tan cotidianos por entonces que su desuso los ha convertido hoy en auténticas rarezas…
En la imagen de abajo se puede ver un sombrero de Fausto Ríus con las iniciales 'MG' (Máximo Gómez), porque todos estos objetos se solían personalizar. El vaso de aspecto inocente y actual era en realidad una de esas 'petacas' de viaje que se utilizaba a comienzos del siglo XX y que se transportaba en el bolso interior de la chaqueta. Tampoco solía faltar una pesa como la que se ve abajo a la izquierda para pesar las numerosas cartas con las que se despachaba diariamente todo tipo de asuntos.
Para finalizar, entre tanto objeto nombrado y otros cientos sin nombrar, no pueden faltar las famosas cuberterías de plata, de las que sí ha quedado constancia porque suelen aparecer en los inventarios notariales, aunque debemos aclarar, al contrario de lo que se suele explicar en nuestras universidades, que estos objetos no se adquirían únicamente como inversión y se guardaban en los cajones y armarios, sino que eran de uso cotidiano entre la burguesía, es decir, que los utilizaban habitualmente para comer, e incluso los estudiantes se los llevaban a las diferentes pensiones de otras ciudades lejanas a León.
Una curiosidad sobre las cuberterías es que se puede apreciar que falta la pala del pescado. Pero en realidad no falta porque por aquellos años no solía utilizarse: Leemos en un manual de 1880 que “si el servicio de mesa es abundante y cambia con cada nuevo plato el cuchillo y el tenedor, aun cuando esto no sea absolutamente necesario hacerlo más que con el tenedor que ha servido para comer el pescado”. Es decir, que no se utilizaba la pala.
En la siguiente composición de imágenes se puede observar, en primer lugar, un mondadientes de plata adquirido por un joven estudiante leonés en Madrid. Seguido de una preciosa caja de la 'Casa Crecente', quien dirigía el bueno de Prudencio Crecente, también en la Plaza de la Catedral, para conjuntos de novia y camisería a medida. En cuanto a los confortables escritorios, tampoco faltaban bellos calendarios manuales, aunque los modelos no fuesen estrictamente elaborados en España, como el que se ve en el centro de la misma.
Para completar el aseo personal, se conservan frascos de colonia con los nombres de 'Brisas del Sil' y 'Brisas de Babia' de la casa Álvarez Gómez que tenía su sede en la calle Sevilla de Madrid, y que los jóvenes burgueses de entonces gustaban utilizar.
Además, en una época en la que la burguesía viajaba tanto como podía, llama enormemente la atención la gran cantidad de guías informativas con planos y mapas sobre los más diversos puntos de la geografía nacional y foránea, pero sobre todo de su enorme calidad de edición e información, donde se especifica meticulosamente las líneas férreas construidas y en construcción de cada provincia, así como las carreteras construidas y en construcción, estaciones telegráficas (para que digan que no había), puentes, caminos, desfiladeros, etcétera. En la última imagen de abajo se ve la portada en rojo de una de las guías de Emilio Valverde.
No está nada mal para finales del siglo XIX…