Álvaro López Núñez, el leonés defensor de los desfavorecidos fusilado junto a su hija en la tapia de la Almudena en 1936

Álvaro López Núñez, dando un discurso en la Diputación de León.

Jesús María López de Uribe

La guerra afecta a todos sean del bando que sean, más si es por motivos ideológicos. Pero la Memoria Histórica también lo hace, a veces de forma tan injusta como la desmemoria de aquellos que sufrieron la represión en sus propias carnes costándoles la vida sin haber cometido ningún crimen.

Esto es lo que ocurre con Álvaro López Núñez —y su hija, la poetisa Esther López Valencia—, que un 29 de septiembre de 1936 fueron sacados de su casa de Madrid y llevados a la llamada checa de Fomento sin haber sido condenados por ningún tribunal y fueron fusilados sin miramientos en la noche del día 30. Un hombre del que para los leoneses queda el recuerdo de la avenida donde estuvo tradicionalmente la sede de la Cruz Roja y para los españoles ni uno solo, pero que fue un intelectual excepcional y un defensor de los trabajadores, las mujeres, los niños y, sobre todo, el pionero de la Educación de Sordos en España.

Esta es la historia de uno de los 'otros' fusilados en las tapias del cementerio de la Almudena de Madrid. Como aquellos otros leoneses que compartieron lugar de muerte con las 'Trece Rosas', pero en este caso no por los mismos que ordenaron la muerte de miles tras el fin de la Guerra Civil Española.

¿Cómo es posible que un personaje así, una figura de altísimo nivel y prestigio con los más desfavorecidos reconocida hasta por la misma Segunda República, terminara ajusticiado por incontrolados en el Madrid de comienzos de la guerra? ¿Que a día de hoy algunos hasta pidan la retirada de su calle por franquista, si fue muerto al igual que otros muchos en el bando sublevado, sin juicio ni siquiera acusación? ¿Que se haya olvidado por la mayoría su inmensa contribución a la defensa de los discapacitados?

Álvaro López Núñez fue un destacado miembro de una amplia familia de periodistas leoneses, hijo de Deogracias López Villalibre, y un prolífico escritor español con tal nivel que la Real Academia de la Historia tiene una entrada sobre él. Su currículum abruma tanto que superaría varios párrafos de este artículo.

De él destaca que fue editor de 'El Boletín del Obrero' y el primer director de la Escuela de Sordos, entre 1931 y 1934, en plena Segunda República. También fue fundador de 'La Lectura Dominical' y el periódico católico 'El Universo' donde ejercería la crítica literaria y teatral. Fue uno de los firmantes del manifiesto fundacional del Grupo de la Democracia Cristiana y fue elegido académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Incluso algunos autores afirman que fue diputado en Cortes.

Álvaro López Núñez era un autor muy prolífico y conocidísimo en aquellos tiempos. Con libros que vendían, como se decía entonces, como churros, y con una lista increíblemente larga entre los que destacaban 'Los inicios de la protección social de la infancia en España' (que aún se puede obtener aquí). Su prestigio era inmenso, como se puede leer en este artículo universitario de Francisco Canes Garrido sobre él y su trabajo por los discapacitados.

El periodista leonés Felix Pacho Reyero publicó este extenso artículo sobre él en la revista 'Tierras Leonesas' y que tituló: 'Un patricio leonés del periodismo y la Sociología'. es el que más ha escrito sobre él, y para saber más sobre su vida y logros es fundamental leerse, ya que no cabría su currículum en un artículo periodístico.

“Era uno de esos intelectuales de León, comprometidísimos con la clase baja, como lo fuera Gumersindo de Azcárate el que puso coto a la usura en España. Compartía amistad con miembros de la Institución Libre de Enseñanza y era un defensor a ultranza de la mejora de las condiciones de los trabajadores, fueran hombres o mujeres; pero sobre todo de los niños, y más aún de los sordos y discapacitados”, explica el historiador experto en la burguesía leonesa Francisco Javier González Fernández-Llamazares.

“Por desgracia fue uno de tantos grandes hombres leoneses y españoles que sufrieron la sinrazón de la guerra, tanto en León como en Madrid, donde él fue asesinado tan injustamente como lo fueron otros enormes intelectuales por el bando sublevado”. Fernández-Llamazares, por su importancia, incluye referencias a él, en su libro 'Crónicas de la Burguesía Leonesa. Un episodio de la Guerra Civil en León'.

El pionero de la Enseñanza para Sordos en España

De él, el maestro de periodistas leoneses y españoles, Pacho Reyero, afirmaba que “dentro de sus inquietudes sociales bien merece un apartado la atención que Álvaro López Núñez prestó a los niños, los impedidos y los marginados de una sociedad profundamente injusta. Quizás su preocupación, hasta su obsesión por la infancia desvalida y los discapacitados, partitera inicialmente del hecho de tener una hija sordomuda. Buena parte de su producción bibliográfica está dedicada los minusválidos, a los sordomudos, a los ciegos, los anormales, los ancianos, los mutilados de guerra, los descarriados, los maltratados, los humillados, los desheredados, los mendigos, etcétera. Era particularmente intransigente con el ultraje a los menores y clamaba porque se persiguiera implacablemente a los desalmados”.

Las palabras y los artículos de López Núñez de censura “a los explotadores de la niñez” eran meridianamente claros y directos. “Abundan desgraciadamente en fábricas, tallers en imprentas, produciendo graves perturbaciones no sólo de orden moral sino tambien de orden material y económico, pues el trabajo prematuro es una de las principales causas de la baja de los salarios y del malestar de los obreros”, llegó a escribir.

También estaba en contra de la miseria de los salarios y de la situación laboral de la mujer: “De poco tiempo a esta parte la explotación de la mujer ha adquirido en España muy lamentables proporciones... y es ya un temible competidor del hombre en la vida del trabajo, a donde patronos sin entrañas la impulsan para explotar su debilidad, y lo que es más triste, su hermosura”.

Palabras de un defensor de la juventud, los niños y los discapacitados que no le librarían de ser ajusticiado sin juicio en la tapia de la Almudena el 30 de septiembre de 1936. Quizás porque no era precisamente un admirador del PSOE, al que criticaba con dureza: “Los socialistas, que continuamente están hablando de libertad, de democracia y de dignidad personal, vinculándola en el 'partido obrero', tienen una organización interior mucho más tiránica que la del más reaccionario partido burgués”.

El secuestro en Madrid y 'paseo' en la Almudena

Pacho Reyero cuenta con pelos y señales la muerte de Álvaro López Núñez, en el artículo de 'Tierras Leonesas', que se transcribe, en parte, aquí:

El 29 de septiembre de 1936 (Álvaro López Núñez tenía 71 años), poco después de la siesta, a plena luz del día (no de madrugada como dicen algunos), a empellones y voz en grito, se presentaron milicianos incontrolados en el hogar familiar de la calle de Toledo. aunque no se conocen con precisión las motivaciones de tan inoportuna visita, buscaban al parecer a Esther, que era muy extrovertida, comprometida y habladora, no directiva pero sí activista de la CEDA. Esther, una mujer escasamente precavida en las manifestaciones orales de su militancia política y religiosa, no ocultaba ninguna de sus activicades católicas y participaba en diversos movimientos y asociaciones parroquiales. Los milicianos desmandados se hicieron, parece ser, con el domicilio de ella por una lista de la Adoración Nocturna que había llegado a la Dirección General de Seguridad (DGS). Sin mostrar orden ni papel alguno, la banda de forajidos pretextó que tenían que llevarse a Esther para tomarle unas simples declaraciones, pero Álvaro López Núñez se plantó y dijo que no permitiría que su hija fuera sola y se marchó con ellos.

Pero dentro de la familia existe otra versión, que no se contradice frontalmente con la anterior. A quien buscarían los milicianos sería a Álvaro López Núñez, denunciado por el portero del inmueble de Leganitos, sede de la redacción de 'La Lectura Dominical'. Los milicianos formaban parte de patrullas incontroladas de la Checa de Fomento y se habrían presentado en el domicilio de López Núñez preguntando específicamente por él, vociferando y ofendiendo a las creencias religiosas de la familia, registrando con detenimiento la casa [...] Pero Álvaro y su hija Esther se encontraban fuera en ese momento. Ajenos a lo ocurrido, entraban justo cuando bajaban a la calle los milicianos, quienes fueron alertados por la portera del inmueble de la calle de Toledo. “Don Álvaro es el que sube con la señorita”, manifestó la portera. Aunque los milicianos alegaron que pretendían llevar sólo a Álvaro López Núñez para hacer una declaración, a lo cual el periodista y sociólogo no se negó, Esther reaccionó vivamente, advirtiendo a su padre que iban a matarle. Ante la actitud de la hija, secuestraron a los dos sin otro mandamiento que el puramente verbal y de capricho.

Esther era soltera y admiradora incondicional de su padre. Los llevaron a la fatídica checa del número 9 de la calle Fomento (un antiguo palacio condal), de donde salieron con destino desconocido en la noche del mismo 29. La expresión 'Fomento 9', según el diplomático germanonoruego Félix Schlayer, “alcanzó en Madrid resonancias tan terribles que a cualquier madrileño se le ponía la carne de gallina con sólo oírla”, ya que “quienes ahí iban a parar sólo en casos excepcionales salían con vida. En la checa funcionaba, a modo de tribunal capacitado, en nombre de ”la justicia del pueblo“, para, en aparente e informal juicio sumarísmo, dictar sentencias sin apelación ulterior y de ejecución inmediata, el llamado Comité de Investigación pública, integrado por los representantes de los partidos y sindicatos del Frente Popular y coordinado con la Dirección General de Seguridad. [...] La libertad, como la condena a muerte, dependía con frecuencia del simple capricho, de la simpatía o antipatía personal, y las actuaciones referentes a cada detenido no ocupaban más de una cuartilla de papel” [...] El recrudecimiento de las ejecuciones y persecuciones de miles de madrileños en el otoño de 1936 se ha atribuido por algunos historiadores a una reacción republicana ante el desenlace del episodio del Alcázar de Toledo.

La familia se movilizó al completo para localizar el paradero definitivo de los secuestrados y al día siguiente, 30 de septiembre, aparecieron sus cadáveres, acribillados a tiros, junto a las tapias del cementerio de la Almudena, por la parte exterior de la necrópolis. Los cadáveres fueron depositados rápidamente en una fosa común y sin aguardar la comparecencia de ningún familiar de López Núñez.

Existe una fotografía de los dos cuerpos sin vida, con la que la familia tuvo que reconocerlos una vez avisados de lo ocurrido. Las imágenes son espeluznantes, sobre todo por parte de la hija de López Núñez, a la que tuvieron que reconocer más por la vestimenta ya que estaba irreconocible. A los dos les faltan en esas fotografías que se encargaba de sacar el servicio de policía encargado de la identificación de los cadáveres los dientes de oro (y que este digital no va a reproducir por su notoria crudeza).

Pese a que localizaron la fosa común, hasta después de la guerra no pudieron exhumar los cadáveres para enterrarlos en el panteón familiar en el mismo cementerio de la Almudena.

La polémica de retirarle su calle en León “por franquista”

Si ya la historia del asesinato de un hombre famosísimo y reconocido que luchaba por las mejoras de las condiciones salariales de los obreros desde la parte católica y uno de los pioneros más destacados de la defensa de los discapacitados —tanto, que podría comparársele con el Alexander Graham Bell español por ser uno de los más importantes pioneros de la Educación de Sordos— resulta incomprensible, más lo es el olvido al que se le ha sometido en la Democracia del 78. Similar al de otros que ajusticiaron los sublevados contra la República.

Hasta tal punto que entre las peticiones de retiradas de calles franquistas del municipio de Léon, entre otras, está listada la avenida de Álvaro López Núñez. ¿Cómo es posible que un personaje de estas características, que murió además el día antes de la proclamación de Francisco Franco como Generalísimo, sea considerado un elemento fundamental de la dictadura y merezca el olvido social y que se le borre del callejero leonés?

Quizás el tiempo llevó a pensar a mucha gente que la calle se la había concedido el franquismo, ya que no es menos cierto que uno de sus hijos, el general José María López Valencia, llegó a ser capitán general de Canarias y miembro del Consejo de Estado Franquista. “Pero eso es un error, y posiblemente se debe a lo mal estudiada que está la Guerra Civil, ya sea por desidia o por ocultar los hechos a conveniencia”, critica Javier González Fernández-Llamazares. “De hecho, la avenida de Álvaro López Núñez es incluso anterior a la Segunda República, por lo que es absurda esa petición de retirarla por ese motivo”.

Ciertamente, el leonés afincado en Madrid tenía tanto prestigio que hasta el Ayuntamiento de León le puso una calle en vida, con lo excepcional que resulta eso hasta hoy en día. Fue la comisión permanente del Consistorio, el 22 de julio de 1927, siendo alcalde constitucional Francisco Roa de la Vega que aprovechando una petición del presidente de la Cooperativa de Empleados Municipales para la construcción de casas baratas para ellos solicitaba que “se diera el nombre de Álvaro López Núñez al trozo del Paseo del Espolón en que construye varias casas baratas”. Era, según Félix Pacho Reyero, “un homenaje a su labor de previsión social, que también le reconoció dando su nombre a una calle y Madrid a un antiguo ambulatorio”.

La Guerra Civil Española —de la que ILEON.COM realizó un especial de la sublevación en León titulado '7 Días del 36' y ha venido realizando artículos durante su octogésimo aniversario—, fue una sinrazón difícil de comprender. “Mataron sin ton ni son en los primeros meses de la guerra, bajando la intensidad en febrero o marzo de 1937, a todo tipo de personas, intelectuales y humildes por cualquier razón. En León por ser de un partido obrero, en Madrid hasta por ir a misa. Daba igual el motivo. Fue cruel y demencial. Pero era una guerra, y es lo que a muchos les cuesta entender si lo miran con los ojos de hoy en día. Está claro que a Álvaro López Núñez y a su hija Esther López Valencia los mataron simplemente por sus ideas, como a otros muchos en el otro bando. Es espeluznante, pero es que aquello fue así”, apunta Fernández-Llamazares.

“Así es la guerra, y no hay que preguntarse demasiado los porqués. Los motivos de que mataran a unos o a otros, cualquiera de los dos bandos, suelen ser tan sencillos, vanos y brutales que a muchos les cuesta comprenderlo. Lo importante es sacar a la luz la descarnada verdad con rigor y sin distinción. La injusticia y la brutalidad ocurrió. No importa quién fuera el ajusticiado para contar lo que le pasó. Y eso es lo que los historiadores debemos mostrar, sin ocultar datos por que la filiación política de la víctima, o lo que digan los documentos, nos estropee lo que creíamos saber o quisiéramos contar de aquel horror. Lo que se ha de reflejar de aquella época terrorífica es la verdad, no lo que uno quisiera que fuera para contentar a los suyos con leyendas y mitos; y menos aún hablando de estos temas. No estamos para ejemplarizar, sino para mostrar lo que realmente ocurrió”, recomienda el experto en la burguesía e intelectualidad leonesa de la época.

Álvaro López Núñez, un hombre que debería recibir homenajes en todo el país sólo por su labor educativa para sordos y prácticamente olvidado porque la mala leyenda lo convirtió en franquista. Esther López Valencia, una poetisa católica asesinada junto a su padre en la tapia del cementerio de la Almudena, en el mismo lugar que las 'Trece Rosas'. Pero, ironía del destino, en esta Democracia del 78 pareciera que tres años antes de lo 'debido' según la historiografía predominante hoy en día.

Quizás por eso no cuentan, porque la suya es una historia terrible... e incómoda. Como la de la Guerra Civil. Como casi todas las de las víctimas sin justicia durante aquellos terribles años.

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