Manuel Rodríguez ofrece en ‘Merinas y la industria de la lana’ el fruto de una década de trabajo

Elena F. Gordón / ICAL

‘Merinas y la industria de la lana’ es el título de la obra de Manuel Rodríguez que Editorial Rimpego acaba de publicar y que se presenta como el fruto de diez años de trabajo de este leonés de 74 años experto en trashumancia y en una raza de ovejas que estudia desde hace décadas. Ingeniero técnico agrícola y doctor en Veterinaria, autor de numerosos libros, investigador concienzudo, considera que da “un salto cualitativo” con este volumen de casi 470 páginas que cierra un ciclo y que invita a “leer y juzgar”.

La obra se divide en nueve capítulos que arrancan con la síntesis de la historia de la Mesta y la trashumancia, antes de seguir el itinerario de los vellones esquilados desde los ranchos hasta los puertos de embarque. Se aborda después, y así se detalla al lector en el prólogo y la introducción, la forma en la que se realizaba el esquileo, sorteo y lavado de la lana en el siglo XVIII -cuando España aún dominaba los mercados internacionales- y en la primera mitad del siglo XX; antes de que empezara la depreciación de la lana y su sustitución por las fibras sintéticas.

Se analiza también el comercio exterior castellano con las principales plazas europeas entre los siglos XVI y XVIII, así como las dificultades que entonces entrañaba, por el mal estado de los caminos y la difícil orografía, transportar la lana a los más importantes puertos marítimos del norte.

En otro apartado se alude a la relevancia de la industria textil nacional y su evolución.

El carácter divulgativo de ‘Merinas y la industria de la lana’, que el editor Joaquín Alegre describe como una obra “enciclopédica”, la hace fácilmente entendible por un relato ameno que ayuda a asimilar la gran cantidad de información que aporta. “La gente no se imagina la importancia que tuvo la lana durante cinco siglos en España. Hay muchos aspectos que quizá la gente desconozca y pueda conocer a través del libro. La lana dio de comer a muchísima gente y todo eso se acabó a principios del siglo XIX, sobre todo con la Guerra de la Independencia, cuando la oveja merina salió de España, pues toda esa riqueza se perdió paulatinamente y no le hemos vuelto a recobrar”, comenta.

La segunda parte del libro comienza con un capítulo dedicado a describir el viaje de tres cabañas leonesas que, en los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, con pequeños lotes, se desperdigaron por el mundo y consiguieron alcanzar el continente australiano y formar parte de los primeros rebaños que empezaron a colonizar este vasto continente.

Otro apartado se refiere a la experiencia del viaje por Auckland y la isla Norte de Nueva Zelanda, un paraíso para el ganado ovino y vacuno. En el penúltimo capítulo se relata el recorrido por Sidney y el suroeste del estado de Nueva Gales del Sur (NSW), en Australia y la experiencia del autor en una explotación típica de merino donde tuvo la oportunidad de convivir un mes con una familia ganadera, para conocer el sistema que utilizaban para la explotación del merino y la producción de lana de calidad.

Tras regresar de Australia se convirtió en defensor de la idea de que los genes de la merinas que recolonizaron aquel continente volvieran a España para poder mejorar la lana y recuperar, al menos, parte del prestigio que tuvo en siglos pasados. La semilla dio fruto en una familia de antiguos ganaderos trashumantes de la montaña oriental leonesa -del pueblo de Tejerina-, ahora afincados en Extremadura, que importaron semen y embriones congelados en 2019, de los que ya han nacido varias generaciones de corderos cruzados con sangre australiana e incluso tres ejemplares puros procedentes de los embriones, con resultados “extraordinarios”.

Precisamente, el último capítulo se dedica a analizar el sistema de explotación de esta ganadería de merino, Fuente de los Romeros, ubicada en la comarca pacense de La Serena. “Así cerré el círculo. Es un poco un sueño cumplido”, explica Manuel Rodríguez, que cierra la obra con una adenda centrada en el estudio del merino autóctono español, que aborda los parámetros utilizados en el comercio internacional para la medición objetiva de la calidad de la lana.

Oportunidad económica

Manuel Rodríguez no se limita a exponer sus conocimientos y experiencias. También hace propuestas, insta a quienes tienen en sus manos tomar iniciativas a que lo hagan y desea que la obra sea capaz de “despertar las conciencias de algunos políticos”. “Quizá se remuevan un poco las conciencias de algunos políticos y decidan retomar este tema de la lana, que creo que para la montaña de León podría ser una segunda oportunidad, si somos capaces de agrupar a los ganaderos, de conseguir una mejora sustancial, no solo en el sistema se esquileo sino también en la mejora genética del ganado”, plantea.

“Creo que podía ser un tema importante, porque no solo venderíamos una lana de calidad. Detrás de ella vendemos una historia de cinco siglos ligada a la trashumancia y la lana. Todo esto tiene que ser un proyecto común en el que se involucrar a universidades, centros de investigación… con previsiones a largo plazo. Si no se piensa a largo plazo, no se puede hacer nada”, expone y alude a los fondos europeos como posible vía de financiación.

Futuro de la lana

Al margen de lo que pueda suceder en el ámbito más doméstico, Manuel Rodríguez ve futuro en la lana de calidad, como tejido sostenible que no entra en competencia con el hombre. “Tenemos que pensar que las fibras artificiales derivadas del petróleo tienen los días contados y el algodón es muy problemático. El precio es el obstáculo principal de la lana, pero es muy duradero y mantiene la calidad”, subraya antes de mostrarse partidario de tener una visión de la moda menos inmediata, duradera y a largo plazo, “porque si no, este tipo de sociedad se va a colapsar”.

“Es un deseo y es un vaticinio. Aunque el comercio está cerrado ahora, creo que esto va a cambiar, sobre todo con la recesión del petróleo. En otros países de Europa ya sucede así y la lana está remontando y en España hay cantidad de artesanos que utilizan la lana merina y a veces tienen que importarla” explica.