Un ayudante de picador llama “paripé” al recorrido semanal de seguridad de la mina del accidente mortal

E.F.G. / Agencia ICAL

El ayudante de picador Alfredo Fernández, que participó en el rescate tras el accidente que le costó la vida a seis mineros en octubre de 2013 en la Hullera Vasco Leonesa por una invasión de grisú, y que trabajó una semana en la zona siniestrada, manifestó hoy que allí había más gas que en otras zonas, con frecuentes subidas de los niveles.

“Uno de los días fue exagerado; apenas se trabajó. Todo el mundo sabía lo que había, pero si quieres pagar la hipoteca”, comentó antes de referirse al recorrido semanal del comité de seguridad como “el paripé de los jueves” y de asegurar que existían los castigos y las represalias en la empresa y que eso provocaba “miedo” frente a posibles denuncias. “Ellos sabían de sobra dónde podían hacer daño”, subrayó. También recordó cómo se dirigió en una ocasión al auxiliar de Topografía: “Haz lo que tengas que hacer y lárgate, porque esto es una bomba”. 

También declaró haber sido testigo de una conversación en la que un ingeniero técnico dio orden -que fue desoída- de mantener las labores a pesar de la presencia de bóveda que lo desaconsejaba. 

Por otro lado, dejó constancia de su escepticismo sobre la labor de los representantes de los trabajadores y respecto al delegado minero dijo que “estaba atado de pies y manos, por todo el envoltorio… por la empresa, por los sindicatos…”. La jueza le denegó la petición que hizo al concluir el interrogatorio para pronunciar unas palabras. 

Manuel Ángel de Castro, barrenista de rampla que trabajaba en la planta sexta del macizo séptimo -el accidente ocurrió en la séptima- aseguró que todos los días se comentaba el estado del taller accidentado, “lo que tardaba en hundir” y respecto a la presencia de metano señaló que casi todos los días el gas subía, “tenían problemas y daba picos bastantes frecuentes”. “La inquietud iba aumentando, porque no daba sensación de que iba bien. Cada uno lo expresaba a su manera”, apuntó. 

El barrenista Alfredo Álvarez, que el 28 de octubre de 2013 trabajó parte del turno del relevo anterior al accidente y cuyo testimonio fue cuestionado por alguno de los letrados, manifestó que en la zona “había problemas desde el principio”, más gas que en otras plantas del mismo macizo y que tenía “el temor de que en el momento que hundiese iba a haber un problema”.

Durante la declaración del auxiliar de Topografía Sergio Alonso se recordó el error existente en el mapa del taller de explotación siniestrado, donde la galería proyectada inicialmente estaba desviada, por lo que los trabajadores podían tener una referencia inexacta del lugar en el que estaban. Los planos que se entregaron a las autoridades mineras durante la investigación tenían fecha del día del accidente e inicialmente no se aportó el que contenía el error topográfico.

José Manuel Rosino, picador sutirador que sufrió un accidente en el macizo séptimo en mayo de 2012, cerró el turno de declaraciones de este martes y señaló que allí “siempre hubo problemas”. “Es una cosa que se comentaba, que la cosa estaba mal. La gente entra y hace su trabajo. Los responsables de seguridad son otras personas”, comentó.

Después del accidente que sufrió fue trasladado a otra zona de la mina, como el resto de compañeros afectados por ese siniestro, y en una ocasión en la que le destinaron a ese lugar se negó a acudir. “Le dije al capataz que no estaba dispuesto a jugarme la vida otra vez”, relató y preguntado sobre si le parece que el accidente de octubre de 2013 fue imprevisible afirmó: “Éste fue mucho más previsible que el nuestro”.