El oso pardo, ese “carnívoro arrepentido”

ileon.com

El pasado mes de junio un oso atacaba una explotación apícola de Abelgas de Luna, causando daños en doce colmenas, provocando pérdidas de 2.500 euros y por qué no decirlo, dándose un festín asombroso. Tanto le gustó que a la noche siguiente regresó y repitió menú. Hasta el lugar se desplazaron Agentes de la Fundación Oso Pardo (FOP) para verificar que, efectivamente, el ataque había sido de un oso.

Al parecer este animal en peligro de extinción también fue el culpable de la muerte de una res en uno de los valles del Alto Sil a finales de julio y hace unos días en Fornela un ganadero de Chano denunció que la muerte de una de sus mejores vacas, que además estaba preñada, fue por el ataque de un oso. Ante estas situaciones la Junta es la encargada de determinar las causas y al culpable para así dar o no subvenciones económicas al ganadero por daños y perjuicios. Pero es difícil saber si fue el oso el que mató a la vaca o si esta murió y el oso actuó después como carroñero. Lo que está claro es que la imagen del oso queda perjudicada y este animal es sólo eso, un animal.

¿Para qué sirve un oso?

Tal y cómo explica la película de Javier Cámara y Gonzalo de Castro “necesitamos a los osos”, en las zonas donde este espectacular animal ha desaparecido, se le echa de menos, incluso en ocasiones se intenta repoblar la zona de ejemplares, como en el film. En los lugares donde sí que habita el oso, a veces se conoce su presencia por huellas, árboles mordisqueados, arañados e incluso inevitablemente por los ataques a algún otro animal.

Aunque los osos conviven con ganado en el monte, los ataques son escasos. En la Cordillera Cantábrica, la mayor parte de los animales muertos son vacas, mientras que en el Pirineo, casi todos los ataques se producen contra las ovejas. Entre los daños causados por el oso a las propiedades humanas sobresalen los destrozos en las colmenas (para conseguir su plato favorito, la miel), seguidos en algunas zonas por los daños a frutales, sobre todo cerezos.

A pesar de estas acusaciones y noticias que convierten la imagen del oso en un animal violento, carnívoro empedernido, carroñero y agresivo, puede que su instinto animal lo sea como el de la mayoría de especies animales, pero la mayor parte del tiempo el oso es un animal tranquilo, sosegado, cuya descripción se define a menudo como la de “carnívoro arrepentido” ya que sólo come y ataca a otros animales de manera muy esporádica y por necesidad. Según datos de la Consejería de Medio Ambiente tan solo un 7% de los daños producidos por osos son a ganado, por lo que más del 90% son a colmenares.

Aunque los osos pardos tienen una dieta predominantemente vegetariana, también pueden cazar y consumir vertebrados. A pesar de la reacción general de indiferencia que muestran mutuamente osos y ungulados silvestres cuando se encuentran, se han podido observar y documentar algunos episodios de depredación de crías de cérvidos por parte de los osos cantábricos. En los últimos años de seguimiento intensivo de los osos, se han observado en varias ocasiones, en primavera, matando y devorando crías pequeñas de corzo, ciervo y rebeco.

Esta baja frecuencia de depredación se confirma en los diversos estudios sobre alimentación del oso realizados en la Cordillera Cantábrica, en los que los ungulados silvestres tienen una presencia muy escasa, y pueden corresponder en muchos casos a carroñas.

Dieta variada y con cambios estacionales.

En verano se fundamenta principalmente en los frutos carnosos: cerezas, moras, pudios, escuernacabras, arándanos, etc. Siguen comiendo umbelíferas, que resisten en los rincones más húmedos y sombríos del bosque; aprovechan los restos del ganado que se despeña o muere por enfermedad, y comen insectos escarbando, moviendo piedras o saqueando hormigueros. También asaltan los colmenares en busca de miel, su alimento favorito con el que disfrutan dándose un festín.

En primavera comen brotes tiernos de gramíneas, pastando en calveros de piornales, en pastizales soleados, y en estrechas canales de los roquedos calizos. Posteriormente empiezan a comer umbelíferas de hojas grandes, propias de arroyos y prados húmedos. Además, suelen buscar proteína animal en ungulados muertos, ya sean silvestres o domésticos.

El otoño es una estación crítica, pues el éxito reproductor depende de la disponibilidad y la calidad del alimento otoñal. En la Cordillera Cantábrica, el alimento más importante son las bellotas de roble, seguidas de hayucos, avellanas y castañas, amén de otros frutos carnosos, como zarzamoras, serbales y madroños.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de la Fundación del Oso Pardo (FOP), que realiza un intenso seguimiento de este animal.