Cinco años del primer confinamiento por la pandemia del coronavirus que terminó causando casi dos mil muertos en León
El 14 de marzo de 2020 se anunció el Estado de Alarma que enclaustró a toda España en su casa por el COVID-19. El SARS-CoV-2 vació calles, causó estragos en residencias de ancianos, colapsó hospitales y contagió a un tercio de leoneses. Se cumple un lustro del inicio de una distopía que todos quieren olvidar
Las fotos de operarios desinfectando residencias fueron absolutamente impactantes.
Era un día como cualquier otro cuando Benjamín Fernández, un camionero leonés de 62 años, regresaba de un viaje desde Lombardía. Sin saberlo, estaba a punto de convertirse en el primer caso de COVID-19 en la provincia de León.
Una pandemia, la conocidad como la del coronavirus (aunque su nombre técnico era SARS-CoV-2) que cambió la vida de todos. Que fue durante casi dos años la noticia más abrasiva que haya podido soportar la sociedad y que dejó exhausta a las redacciones de todo el mundo. Sólo en ILEÓN se llegaron a escribir 5.626 noticias sobre aquello, 3.457 de ellas durante 2020.
En la provincia de León todo empezí un 28 de febrero de 2020. Este camionero llegó a Ponferrada sintiéndose perfectamente normal. Tras almorzar con un compañero, se dirigió a descargar su camión. De repente, todo cambió, se le puso “la lengua como un trapo” y se desvaneció golpeándose fuertemente. Una ambulancia lo trasladó rápidamente al Hospital Comarcal El Bierzo. Al recuperar la consciencia, Benjamín tuvo un presentimiento. “Acabo de llegar de Lombardía... ¿No habré traído el bicho ese?”, le preguntó al jefe de urgencias. El 29 de febrero, se confirmaba su positivo.
El primer caso de contagio de SARS-COV-en León (el primero en la autonomía fue un estudiante italiano de 18años en Segovia el 27 de febrero) fue trasladado al Complejo Asistencial de León, donde ingresó directamente en la unidad de cuidados intensivos. Durante cinco días, permaneció sedado e intubado, luchando contra una neumonía causada por el virus. Mientras Benjamín luchaba por su vida, la situación en España se deterioraba rápidamente.
El primer estado de Alarma
El 13 de marzo, el presidente Pedro Sánchez anunciaba la declaración del estado de alarma. Las calles de León se vaciaron de la noche a la mañana y los leoneses compartieron la distópica sensación de estar viviendo una película de ciencia ficcion. A las 15.30 horas, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba el confinamiento en todo el país. La semana anterior, tras las manifestaciones del 8M y partidos de fútbol de la champions, que ya criticaba todo el mundo por suponer unas aglomeraciones peligrosas, todo el mundo tenía la sensación de que no había que salir mucho a la calle.
La pandemia había comenzado en diciembre de 2019, cuando un nuevo coronavirus emergió en China, en la ciudad de Wuhan, captando la atención del mundo, pero sin mucha preocupación, casi como si los europeos se rieran de los chinos. En aquel momento, la amenaza parecía lejana, pero en febrero llegó a España con una realidad muy distinta a la percibida inicialmente: el Sars-CoV-2 no era solo una gripe, sino un virus desconocido y mucho más letal.
La plaza de Santo Domingo de León vacía por el coronavirus.
El primer caso de COVID-19 en España se hizo noticia el 31 de enero de 2020, a última hora de la noche, cuando el Centro Nacional de Microbiología confirmaba el primer positivo de coronavirus en un turista alemán en la isla canaria de La Gomera, de apenas 20.000 habitantes. Entonces nadie esperaba que esa enfermedad fuera a provocar más de 100.000 muertos en el país, la declaración del estado de alarma o semanas de confinamiento. Todos los españoles lo tomamos como una anécdota de esa “gripe que no sabían controlar los chinos”. Acabaría provocando más de 120.000 muertes en España, 1.756 oficiales en la provincia de León.
En mes y medio la percepción había cambiado tanto que la decisión del presidente del Gobierno, comunicada a los diferentes partidos políticos y presidentes autonómicos, no extrañó a nadie. Pero tampoco tenía ningún claro lo que iba a ocurrir. “El Gobierno de España va a proteger a todos los ciudadanos y va a garantizar las condiciones de vida adecuadas para frenar la pandemia con la menor afectación posible”, declaraba Sánchez, consciente de la gravedad de la situación. En ese momento, España superaba los 4.200 casos positivos, con 120 fallecidos y 189 altas. Las previsiones eran sombrías: se esperaba superar los 10.000 casos en la semana siguiente.
Las primeras semanas se cumplieron las peores expectativas, hospitales colapsados con pacientes que fallecían en horas, muertos en las residencias de mayores sin que nadie pudiera hacer nada –y con protocolos como el de Madrid que indicaban que no se los trasladaran a los hospitales, que también se indicaron en Castilla y León como demostró la investigación de la periodista Laura Cornejo en la edición autonómica de elDiario.es–, entierros sin las familias... y en la calle colas a las puertas de los supermercados a un metro de distancia de cada cliente... sin mascarillas por una criticadísima falta de previsión y con las autoridades reclamando a las empresas que las cedieran a los servicios sanitarios.
Hubo momentos en que la UME tuvo que entrenar a gente para intentar desinfectar las calles.
El mundo cambió, aunque las primeras semanas salían los niños (y todas las familias) a la terraza a aplaudir a las ocho de la tarde por la labor de unos sanitarios a los que luego se les dejó de prestar atención. “De esta saldremos mejores”, dijeron muchos con una inocencia que entonces provocaba en muchos un sardónica sonrisa; hoy, cinco años después, es sarcástica. Se hizo famoso el lema “Yo me quedo en casa” y muchos vivieron momentos tan inolvidables como alucinantes encerrados en sus viviendas. Increíbles eran las fotos de agricultores y operarios formados por la UME desinfectando las calles de los pueblos y ciudades. Las sanciones en el exterior comenzaron a dar muchos problemas (hasta el punto que los tribunales consideraron ilegales algunas de ellas tras unas enormes broncas entre los políticos discutiendo si era legal o no ampliar los estados de alarma), con gente alquilando perros para poder salir a pasear, y algunos convirtiéndose en policías de ventana. La Sociedad cambió de la noche al día y para siempre.
Calles vacías como en una película de Ciencia Ficción
El estado de alarma entró en vigor a las cero horas del domingo 15 de marzo. Las calles de León, como las del resto del país, amanecieron vacías. Las principales arterias de la ciudad –Ordoño II, Santo Domingo, la calle Ancha y la plaza de la Catedral– se convirtieron en estampas fantasmales. Solo algunas personas sin hogar, peregrinos despistados y vecinos solitarios transitaban por ellas.
El Real Decreto prohibía de forma estricta la libre circulación por la vía pública, salvo en casos en los que los ciudadanos se desplazaran en solitario para adquirir alimentos, medicamentos o se dirigieran directamente desde sus domicilios a sus lugares de trabajo o regresaran de ellos. Únicamente se permitió caminar acompañado cuando se trataba de asistir a personas que no pudieran hacerlo por sí mismas.
La doble vía de entrada en León por la Virgen del Camino absolutamente vacía por el estado de alarma del coronavirus.
Durante el mismo periodo, permanecieron cerrados hoteles, restaurantes, bares, cines, teatros, museos y demás espacios dedicados a la cultura, el turismo y el ocio. Se consideró prioritario evitar aglomeraciones, garantizar una distancia mínima de un metro entre las personas para reducir el riesgo de contagio y prevenir un mayor colapso de los servicios sanitarios, ya sobrecargados por la atención a enfermos y casos positivos de coronavirus Covid-19.
En Ponferrada, la capital del Bierzo, la situación fue similar. Los pocos transeúntes que se vieron en las calles fueron personas que salieron a comprar el pan o el periódico, vecinos con mascotas o aquellos que no tenían otro lugar adonde ir.
Seis olas con miles de muertos
El resultado de aquel momento distópico no fuimos capaces de preverlo. Imposible pensar en aquel momento con el choque de realidad encerrados en casa. Aunque muchos lo tenían claro: “De aquella ”no íbamos a salir mejores“. Y los tiempos y los datos, dejaron una huella indeleble en la psique de los ciudadanos que posiblemente ni hoy, un lustro después, se haya podido calibrar.
Estado de alarma durante el coronavirus en Ponferrada.
La 'Desescalada' por fases, aquel término que se hizo tan famoso entonces como confusas eran las condiciones para entrar en cada una de ellas dependiendo de la incidencia de la enfermedad en las zonas de salud.
Y en junio todos fenomenal, con unas vacaciones en las que nadie se cortó un pelo aprovechando 'la nueva normalidad' y que... se fastidió al llegar septiembre, como si fuera el fin del verano. Bueno, más bien que fenomenal, alegres de poder salir... pero nadie olvidará las tremendas broncas y discusiones que se tenían a lo tonto con los amigos porque el confinamiento había hecho mucha mella en los nervios y en la salud mental de las personas.
Inicio del toque de queda en León por la pandemia coronavirus policía nacional local pandemia del coronavirus. Campillo / ICAL
La consecuencia de un verano en la calle fue que volvió el bicho. En octubre ya había vuelto la segunda ola. Las navidades de 2020 y 2021 se recuerdan por no ir a ver a las abuelas, o hacerlo las familias por turnos, por las limitaciones de las cenas en casa, y también por las multas que recibieron los ayuntamientos que sacaron a los Reyes Magos en coche a toda velocidad por las calles, que por otra cosa.
La tercera , ya con los mayores vacunados (en un año había llegado la solución) fue un poco menor, y a mediados de febrero de 2021 comenzó la campaña de vacunación para todos. En León capital todo el mundo conoció el Palacio de Exposiciones, porque el 90% de las personas hicieron cola allí para recibirla.
El exceso de muertes en Castilla y León fue de más del doble durante la pandemia del coronavirus según el sistema MoMo.
Y así cuatro olas más, hasta siete, que fueron diluyéndose en el tiempo con la doble vacunación que recibieron la mayoría, con alguna que otra molesta restricción a la hora de ir de vinos que volvía de vez en cuando y con las enérgicas protestas de los hosteleros que decían que les arruinaban, aunque consiguieran ampliar las terrazas de sus bares ocupando el asfalto de las calles, y que ahí siguen.
A partir de la vacunación las cosas volvieron a una cierta normalidad, aunque a las administraciones públicas les costó Dios y ayuda volver a abrir las oficinas. El fin de la obligatoriedad de las mascarillas en junio de 2023 marcó el fin de la pandemia para todos.
Los muertos, sobre todo en las residencias
En León el coronavirus SARS-CoV-2 dejó 1.726 muertos oficiales con COVID-19 comprobado. Al menos estos son los datos de la Junta de Castilla y León hasta el 15 de septiembre de 2023, día en el que dejó de hacer la cuenta. Pero posiblemente fueron más, ya que los primeros meses le fue imposible calcular cuánta gente había muerto por la coronavirosis al no haber pruebas PCR en la primera ola. Lejos quedan también las discusiones infinitas entre “morir con COVID y morir por la enfermedad”.
En aquellos tiempos era prácticamente imposible saber qué ocurría en las residencias de mayores, salvo que se sospechaba que aquello era una masacre. De hecho, la Junta de Castilla y León se negó a ofrecer los datos de muertos en los geriátricos, aduciendo que iba en contra de la competencia económica de las empresas, y en ILEÓN se tuvo que aguzar el ingenio, llegando a preguntar por Transparencia cuáles eran las residencias en las que no había muerto nadie para conocer el listado de las que sí. El resultado: el coronavirus entró en cuatro de cada diez geriátricos de la comunidad autónoma.
Hubo que desinfectar las residencias de ancianos.
Hasta octubre de 2022 – tras obligarles a ello el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León después de un recurso judicial de Infolibre porque se habían negado a entregarlos tras varias peticiones de Transparencia, entre ellas de ILEÓN— no se pudo conocer el impacto del coronavirus entre estos residentes. La compleja tabla publicada por el Gobierno autonómico dividió las muertes en siete periodos, siendo el primero de mes y medio entre el 14 de marzo al 30 de abril de 2020, en la que el coronavirus campó a sus anchas por las residencias de ancianos, provocando 365 muertos en estos centros. Cifra que es prácticamente la mitad de todo el total (748 hasta el 30 de septiembre de 2021) en la provincia de León.
La primera ola fue tan letal, que superó los muertos en los geriátricos de todo el año posterior (348 del 1 de mayo de 2020 al 30 de abril de 2021) y también ofreció otro dato espeluznante: de los 717 contagiados sólo sobrevivió la mitad (50,7%). ILEÓN tardó casi año y medio en poder confirmar que el geriátrico de Mensajeros de La Paz en La Bañeza tuvo 71 muertos y el de Domus Vi en La Virgen del Camino 46. Es decir, que en esas dos residencias de ancianos se produjeron 1 de cada 3 muertes de la primera ola.
Casi el 40% de los fallecidos de la autonomía en la Región Leonesa
Los datos de la propia Junta de Castilla y León fueron siempre muy confusos y nunca terminaron de cuadrar. Terminada la primera ola, el 30 de agosto de 2020 ILEÓN publicaba una noticia titulada: 'Así nos hemos muerto en León desde que la pandemia de coronavirus sacudió la provincia'. En ella se contaba:
La provincia superó esta semana los 4.000 muertos totales desde la crisis sanitaria y la Junta cifra las víctimas del coronavirus en 764, que no cuadran con la suma de los fallecidos en hospitales y residencias de ancianos. La comarca de La Bañeza fue la más castigada, con 186 óbitos, y León capital 147 sumó cadáveres. Por meses, abril multiplicó por tres la mortalidad del año anterior pero en mayo fallecieron menos personas que en 2019.
Precisamente La Bañeza tuvo el trieste honor de ser “el municipio de más de 10.000 habitantes con mayor tasa de residentes fallecidos por coronavirus durante la emergencia sanitaria”. Cinco años después, los vecinos recordaron la tragedia en este reportaje de El País Semanal.
UCI en el Hospital de Salamanca con un enfermo de coronavirus.
En la provincia leonesa se concentraron el 19,2% de los muertos en la autonomía (1.726 de 9.148) y en la Región Leonesa fueron el 41,74% (3.818) sumando los 1.291 de Salamanca y los 767 de Zamora. La provincia con más muertos fue Valladolid, pero con poca diferencia sobre la leonesa al alcanzar los 1.805 fallecidos por la enfermedad.
Una de las fotos más usadas en ILEÓN sobre las muertes del coronavirus.
En León se contagiaron oficialmente, con pruebas como el PCR o los famosos tests que tanto dieron que hablar entonces, 153.288 personas hasta el 15 de septiembre de 2023. Una de cada tres, como reflejan casi todas las estadísticas. En la Región Leonesa fueron 333.967 (120.967 en Salamanca y 59.752 en Zamora) de cerca de un millón de habitantes, mientras que en la comunidad autónoma fueron 880.870 (de 2.340.000 habitantes). El España los contagiados fueron 13.914.811. Los muertos en noviembre de 2023 se calcularon oficialmente en 121.760.
Cifras que nadie quiere recordar y una época que prácticamente hemos querido olvidar todos, sobre todo debido a la enorme exposición a los datos con aquellos partes diarios que tardaron más de año y medio en convertirse en semanales y dos años en desaparecer de los medios de comunicación. No es de extrañar que a día de hoy cueste tanto mirar atrás hacia aquella época. Sobre todo porque pese a que hay una gran consciencia de que puede estar al caer otra gran pandemia, fue salir de ella y entrar en la Guerra de Ucrania y en un mundo que hoy, con Donald Trump otra vez de presidente de los Estados Unidos, es de todo menos tranquilo.
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