“Celorio viene al mundo fuera de tiempo, a sangre, de nalgas: su madre lo nace en las tierras, en Geras, y su padre, comadrón por necesidad, deja en claro la azada para arrancárselo del vientre a fuerza de manos, que las tiene como garras”. La fuerza de la literatura, con un relato duro y real que arranca con estas líneas, riega la Senda del Celorio.
Se trata de un recorrido relativamente sencillo por la belleza de la montaña central de León que ofrece muchísimo más que paisaje, fauna y deporte senderil. Es una experiencia completa que arranca en Geras y escala hacia la altura imposible del pueblo de Paradilla de Gordón. Y Paradilla hace honor total a su nombre porque desde hace unos pocos años se ha convertido en un lugar para detenerse con sosiego y avituallarse con buen sabor de boca. Culinario y cultural. Pero vayamos por partes, que esta 'rutina' leonesa y la cantina que hemos elegido como excusa contra el hambre y la sed tienen muchísimo trasfondo.
Para empezar, la Senda del Celorio es sólo una de las muchas que ha impulsado y señalizado con mimo y utilidad exquisitas el turístico pueblo de Geras de Gordón (municipio de La Pola de Gordón). Arranca de la carretera general, junto al río Casares, donde caben con holgura varios vehículos aparcados: todo son facilidades.
La ascensión muy asequible por caminos y veredas es agradable y es hermoso mirar atrás cada poco para ver alejarse en el horizonte el casco urbano rústico de Geras. Así hasta que unos puntos de mayor verticalidad, pero asumibles, trasladan al caminante de valle, bajo el cobijo siempre de una gran mole de roca caliza que es la típica cresta de estos lares.
Uno de los placeres especiales de esta senda es la literatura. Literalmente. Cada ciertos tramos asalta al senderista un hito metálico bien visible que relata la historia del Celorio, el personaje local no se sabe si real o ficticio pero tan entrañable como dura y azarosa fue su vida rural en los albores del siglo XX y hasta la Guerra Civil, donde a la tragedia de sus daños de nacimiento se unió la de la violencia fratricida.
Los pasajes que se inspiran en el cuento titulado 'Tú sabes', del escritor leonés José María Menéndez López, van alimentando la curiosidad conforme se avanza y hay que llegar hasta el alto que cobija Paradilla para desentrañar el final del Celorio y su amigo Paco.
Literatura y escultura sorprendentes
Pero antes, más cultura sorprende aún. En este caso en forma de escultura, la que firma el artista leonés Amancio, autor de la mano gigante que emerge del suelo bajo una era. El alcalde pedáneo de Paradilla, José Manuel González, una de las almas empeñadas en dar contenido y sacar partido a tan maravillosos recursos de la zona, explica que el proyecto “nació en realidad en 2013 como idea”, pensando ya en conseguir los permisos y derechos literarios, pero se materializó la primera vez en 2016 con la obra de un Amancio siempre entregado a este tipo de ideas.
El gran dedo de la tierra señalaba la primera parte de la ruta, que se completó en 2018 para ser senda circular. Porque una vez disfrutado el encanto del pueblo, la bajada ya en descenso continuo hasta la carretera acerca al excursionista al punto de partida. Habrán pasado exactamente 5,5 kilómetros de disfrute.
La ruta podría continuarse, para los que busquen algo más, por el lomo de la montaña de uno de los lados del valle del río Casares en su bajada hacia el pueblo de Cabornera de Gordón, a donde se accede ya con un descenso algo más abrupto en el que hay que extremar el cuidado. Si se elige esta opción, el regreso al punto de partida suma poco más de 9 kilómetros.
Y hay otra alternativa más, llamada El Llar del Trasgu, que discurre además entre bosques como el hayedo de Las Navariegas o La Boyariza, y sorpresas en forma de esculturas y columpios.
La República Independiente
Pero en Paradilla, en el que viven apenas cinco personas de forma continua, hay más que ver, que hacer y que saborear. La 'cantina' que hemos elegido es otro meritorio proyecto del pueblo, remarca González: recuperar el precioso edificio de piedra de la escuelina y convertirlo en teleclub. Para quien no sepa qué es eso de un 'teleclub', que no faltó nunca en cualquier pueblo de León que se preciara, era una sede social vecinal de reuniones, juegos y diversiones muy variadas, pero que recibía ese nombre por albergar los primeros televisores, muy caros para verse en una sola casa y que por lo tanto se instalaba y disfrutaba de manera comunal.
El teleclub se ha bautizado como La Abubilla desde su apertura en 2018, como un hito de lo que denominaron la República Independiente de Paradilla. Y es allí donde refrescar el gaznate con cerveza o vino (de la DO León, variedad prieto picudo, por supuesto), licores, agua y refrescos también, se convierte en un placer inesperado.
Una de las puestas de sol más impresionantes
Más si cabe si hay sitio en la recoleta terraza desde la que, en tardes de verano, el día se alarga mucho más allá de una de las puestas de sol más impresionantes de la provincia, a 1.230 metros de altitud con vistas a la Collada de Aralla.
Es fácil irse con buen sabor de boca. Porque sirven en La Abubilla lo más sabroso del extraordinario embutido de la zona. No en vano, sólo de la vecina Geras, marcas como Entrepeñas o Tarabico (ambas tienen restaurantes extraordinarios) están en las listas más top de salchichones, chorizos, cecinas o lomos de todo León. Esas son las raciones disponibles en esta cantina, tan recogida que no le cabe una cocina.
Conciertos y exposiciones también
Y por si todo esto era poco, el oído también se puede ir bien satisfecho de esta aventura. La pedanía y el establecimiento son amigos de conciertos y recitales. Y el escenario es único. Este sábado 9 de julio, sin ir más lejos, actúan Meji y Leti. Y programan de manera habitual en verano funciones de mucha música tradicional, de zanfoñas a panderetas, amén de la que suena cuando se juntan algunos virtuosos improvisadores. También son habituales las exposiciones. De todo ello deja buen reflejo sus redes sociales, como en Instagram o en Facebook.
Sábados y domingos, el teleclub abre sus puertas desde las 11.30 horas y a diario desde las seis de la tarde, con el cierre puesto hasta mucho más allá del espectacular ocaso, rebasada la media noche, para que el pueblo también duerma. Como lo acabó haciendo para la eternidad el Celorio, una vez que Paco hizo caso a su última voluntad, tal y como relata su historia hecha senda: “Luego de muerto, que me entierren arriba, tú sabes, entre los peñascos, cara al cielo, que ahora nunca puedo verlo”.