Una estocada a la tauromaquia

Los medios de comunicación se hicieron eco en mayo de la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia por parte del Ministerio de Cultura regentado por el ministro Ernest Urtasun. Tal noticia ha sido recibida con no poca contrariedad por los aficionados al arte de Cúchares, que cuenta con aficionados de todo el espectro político. El montante económico del premio no es lo que se dice sustancioso –unos 30.000 euros– pero tiene el simbolismo del apoyo institucional a lo que se ha dado en llamar la Fiesta Nacional. 

 La polémica por los toros entre seguidores y detractores viene de lejos, al igual que la historia de esta sangrienta, digamos diversión. Mariano José de Larra, en uno de sus irónicos artículos periodísticos, concretamente el titulado Corridas de toros. Vio la luz el 31 de mayo de 1828 en su publicación El Duende satírico del día y en él hace una crítica descarnada de tan bárbaro espectáculo como eran las corridas en su tiempo. Merece la pena leerlo, no obstante extractaremos y apostillaremos las consideraciones que el joven y excelso periodista decimonónico señaló al respecto, reproduciendo fielmente sus palabras en letra cursiva. 

Comienza el artículo con unos versos de Quevedo

Ejercite sus fuerzas el mancebo

En frente de escuadrones: no en la frente

Del útil bruto l´asta de acebo.

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Gineta y cañas son contagio moro

Retitúyanse justas y torneos

Y hagan las paces las capas con el toro

Continua Larra: Estas funciones deben su origen a los moros, y en particular, según dice don Nicolás Fernández de Moratín, a los de Toledo, Córdoba y Sevilla. Estos fueron los primeros que lidiaron toros en público. ¡Acabáramos, resulta que nuestra fiesta nacional es herencia mora! Y sigue: …cuya atrocidad era entonces disculpable, pues que entretenía el valor ardiente de los guerreros en sus suspensiones de armas para la guerra, la emulación entre los nobles que se ocupaban en ellas, haciéndolos verdaderamente superiores a la plebe. Y sigue: El primer español que alanceó a caballo un toro fue nuestro héroe, nunca vencido, el famoso Rui o Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid.

En el artículo también se menciona a León: Alfonso VI tuvo unas fiestas públicas, reducidas a soltar en una plaza dos cerdos. Dos ciegos, o, por mejor decir, dos hombres vendados salían, armados de palos, y divertían al pueblo con los muchos que se pegaban naturalmente uno a otro. Diversión sencilla, pero malsana a los lidiadores, los cuales se quedaban con el animal si acertaban a darle. Y apostilla: Y por nuestras crónicas se ve que en 1124, en que casó Alfonso VII en Saldaña… hubo fiestas de toros. Y en la ciudad de León, cuando el rey don Alfonso VIII casó a su hija doña Urraca con el Rey don García de Navarra, en cuya ocasión también se verificó la de los cerdos. Esto no nos lo cuentan nunca los historiadores y panegiristas de León.

Y se completa: Como los toros era una fiesta privativa de los nobles, le era prohibido a la plebe el entrometerse en ella hasta el toque de desjarrete el que sonaba después que los caballeros habían alanceado completamente al toro. Entonces, la multitud se arrojaba a la plaza, no de otro modo que en nuestras insoportables y brutales novilladas, armada de palos, chuzos y venablos, y corría atropelladamente a matar al toro como podía;… en estas ocasiones ocurrían no pocas desgracias. Dicho de otro modo, su origen es clasista hasta la médula y lo conserva. 

Y a mayor abundamiento: La Reina Católica…trató de exterminarlas, y juzgó imposible el conseguirlo, como lo aseguró a su confesor en una carta que le escribió desde Aragón // Carlos I les tuvo la mayor afición, y dicen sus contemporáneos que picaba y rejoneaba los toros con gran destreza, y en celebridad del nacimiento de su hijo el rey don Felipe II mató un toro de una lanzada en la plaza de Valladolid. ¿Se entiende mejor ahora la agresividad de los lanceros de Tordesillas con el toro de la Vega? Y además: Hay infinitos decretos sinodales y muchos cánones que prohíben estas fiestas, y en uno de éstos se da al arte de torear el nombre de malvadísima, y se compara este modo de vivir con el de las rameras. Encima se la compara con la prostitución.

El artículo no tiene desperdicio: …si bien antes eran una prueba del valor español, y ahora sólo lo son de la barbarie y ferocidad, también han enriquecido considerablemente estas fiestas una porción de medios que se han añadido para hacer sufrir más al animal y a los espectadores racionales: el uso de perros, que no tienen más crimen para morir que el ser más débiles que el toro y que su bárbaro dueño; el de los caballos, que no tienen más culpa que el ser fieles hasta expirar, guardando al jinete aunque lleven las entrañas entre las herraduras. ¡Ole el bienestar animal! 

Redondea su exposición: Hasta la sencilla virgen, que se asusta si ve la sangre que hizo brotar ayer la aguja de su dedo delicado; que se desmaya si oye las estrepitosas voces de una pendencia; que empalidece al ver correr a un insignificante ratón, tan tímido como ella, o al mirar una inocente araña, que en su tela laboriosa de nada se acuerda menos que de hacerla daño; la tierna casada, que en todo ve sensibilidad, se esmeran en buscar los medios de asistir al circo, donde no sólo no se alteran ni de oír aquel lenguaje tan ofensivo, que debieran ignorar eternamente, y que escuchan con tan poco rubor como los hombres que le emplean, ni se desmayan al ver vaciarse las tripas de un cuadrúpedo noble, que se las pisa y desgarra, sino que salen disgustadas si diez o doce caballos no han hecho patente a sus ojos la maravillosa estructura interior del animal, y si algún temerario no ha vengado con su sangre, derramada por la arena, la razón y la humanidad ofendidas.

Y remata la faena mencionando una pintura crítica de Jovellanos sobre los 'festejos taurinos' de su época: …el crudo majo hace alarde de la insolencia; donde el sucio chispero profiere palabras más indecentes que él mismo; donde la desgarrada manola hace gala de la impudencia; donde la continua gritería aturde la cabeza más bien organizada; donde la apretura, los empujones, el calor, el polvo y el asiento incomodan hasta sofocar, y donde se esparcen por el infestado viento los suaves aromas del tabaco, el vino y los orines. ¿Cabe mayor alegato a la fiesta que dicen que representa al país?

Como colofón sobre esta 'diversión', otra mordaz apreciación salida de la siempre incisiva pluma de Larra, en este caso sacado de otro de sus artículos, concretamente el titulado “Carta segunda escrita a Andrés”: …movidos de aquel impulso natural que todos tenemos de amparar a los que andan enredados con animales cornudos. Y a la luz de lo hasta aquí expuesto, juzgue cada cual lo procedente o improcedente de la retirada del Premio Nacional a la Tauromaquia. 

Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata