El significado de peregrinar

👉 Viene de la trigésimo novena parte

Si nos ceñimos a su significado original, un peregrino sería aquella persona que emprende una ruta hacia un lugar santo por devoción o para cumplir una promesa u objetivo personal. Pero en un sentido más amplio de la palabra, este peculiar viajero que se levanta cada mañana con el único afán de caminar el mundo es, sobre todo, alguien que ha decidido alejarse de sus rutinas diarias por un tiempo para abandonarse sobre los paisajes del camino, mientras emprende también un poderoso viaje interior. 

El acto de peregrinar es una práctica asumida por la religiosidad popular y siempre ha tenido un profundo valor simbólico para el cristianismo. El propio Cristo afirma: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. El Camino es, además, una metáfora de la existencia, de ese trayecto vital que emprendemos al nacer y que busca el conocimiento y la vida eterna. Desde casi el principio de los tiempos los devotos han acudido puntualmente a sus santuarios locales, algo que se ha trasladado también a las llamadas peregrinaciones mayores de Roma, Jerusalén y Santiago.

Aunque en un principio la experiencia del peregrinaje se entendía en una clave más espiritual, con el tiempo el viaje se empieza a llenar de motivos expiatorios e incluso milagrosos. En las Siete Partidas el rey Sabio nos habla de tres formas de peregrinar: por voluntad, para cumplimentar un voto o para hacer penitencia. Aunque por supuesto siempre han existido causas más terrenales, como satisfacer la curiosidad por ver mundo, la búsqueda de aventuras, la procura de limosna o para huir de la peste o la guerra. 

Sin abandonar parte de todas esas motivaciones pasadas, el peregrinaje se ha ido adaptando a los nuevos tiempos. En la actualidad los intrépidos caminantes también hacen turismo o deporte, pero hasta entre los que no tienen un móvil religioso o espiritual, siempre acaba por surgir un sentimiento en el interior del viajero que, la mayor de las veces, este no puede explicar con palabras. La fuerza de una tradición milenaria y el contacto con hospitaleros y otros compañeros de ruta acaban por trascender y transformar al más escéptico de los viajeros. En cualquier caso, hay tantas motivaciones como peregrinos: curiosidad, piedad, ecología, cultura, cumplir una promesa, deporte, búsqueda interior, vacaciones alternativas…

Y sean cuales sean esas razones que le han impulsado a emprender la aventura del Camino, lo que sí podemos asegurar es que un peregrino, despojado de las preocupaciones que ocupan su realidad cotidiana, es básicamente un ser liviano que descubre el maravilloso gozo de detener el tiempo y su mirada sobre lo diminuto, el detalle, lo trascendente.