Es últimamente notorio el debate en las redes sociales de la existencia de España. No en la actualidad, porque es claro que España existe (para bien o para mal, dependiendo de si uno es constitucionalista o independentista); pero sí “desde cuándo”. Este 30 de abril Isabel Díaz Ayuso presentaba el libro Urraca, la Temeraria. La primera reina de pleno derecho de España y Europa de Isabel San Sebastián y ha terminado liándose otra buena al respecto. Que si lo fue de España o no, criticando algunos, con toda la razón, que el título del libro muestra que se ha ocultado un dato muy importante: que en realidad fue Reina de León.
Y ciertamente es sorprendente que en la portada de ese libro no se cite en ningún momento el reino del que la propia Urraca proclamaba ser monarca, el Regnum Legionense, y sí se hable de una España y una Europa que en aquellos tiempos (principios del siglo XII) no existían en el mapa político-administrativo sino que se mencionaban geográficamente. Por no tener no tiene ni un dibujo de un león; aunque el emblema todavía no se usara en la época, ciertamente. Pareciera más bien que la portada habla de los territorios actuales y no de los históricos, aunque de haber sido la monarca reina principal de Castilla (reino protocolario menor en la Corona Leonesa comparado con el de Galicia en aquellos momentos) es bastante probable que sí hubiera estado indicado en el frontal, por aquello de que lo castellano siempre es lo más de lo más y superior a los demás reinos hispánicos en ciertos ámbitos políticos; por no decir lo único que mereciera ser citado en la Historia medieval de Hispania hasta los Reyes Católicos por parte de algunos esencialistas de “Españita”.
El caso es que cuando algunos historiadores levantaron la mano para indicar este aparente olvido, y señalar que el uso del término España (como se entiende hoy) para la Reina de León en la Edad Media era incorrecto, “porque España no existía en aquella época”, se volvió a liar parda. Incluso con la misma San Sebastián contestando con lo de que su intitulación Imperatrix totius hispaniae ['Emperatriz de toda Hispania' en latín medieval] dejaba claro que sí. Así pretendía demostrar que España era un concepto político ya en el siglo XII. Y claro, se lió otra vez. ¿Desde cuándo existe España? ¿Podemos hablar de que Urraca I de León es una reina de la Historia de España? ¿O lo fue en la Historia de lo que hoy es España? ¿Pero qué es Hispania? ¿Es lo mismo que España?
Pues depende. España es lo que uno quiera ver a lo largo del tiempo y el espacio. Depende de cómo se mire: o es una unidad de destino en lo universal desde los tiempos del rey Argantonio de Tartessos, o las provincias romanas de Hispania, o la Spania del Imperio Romano de Oriente (mal llamado bizantino), o la del Reino Visigodo de Hispania (que sólo controló toda la península ibérica durante unos ochenta años antes de la avenida de los musulmanes). O la que nace con la mancomunión de coronas de los Reyes Católicos, o la del Imperio Español extendida por América, o la unificada en Derecho de los borbones, o la de la Constitución de 1812 (con españoles de ambos hemisferios), o la de antes de la pérdida de Cuba y Filipinas, o la republicana, o la que descolonizó el Sáhara Occidental y Guinea Ecuatorial, o la de 1978 (que sería el ente político actual). Pues según sea la mirada que se le apunte a la Historia. ¿O no?
Porque algunos defienden que España no existía antes del Estado-Nación de los Liberales en el siglo XIX. Sobre todo independentistas y gentes de izquierdas. Pero a la vez condenan “el genocidio de España en América” (spoiler, eso no fue así), o la Inquisición Española (que desaparece en 1834) de la que se puede aprender mucho y desmontar mitos negrolegendarios con el reciente libro La Inquisición Española, realidad y procedimiento del Santo Oficio del divulgador histórico Darío Madrid.
Es decir, que para ellos España es culpable de las cosas terribles... antes de ser España; pero no merece reconocimiento de existencia para recibir mérito por las buenas... al menos antes del siglo XX.
O sea, parecieran haber descubierto 'La España de Schrödinger': la que es y no es a la vez, pero que en cuanto se intenta definir aparece una distinta. Y depende de quien lo haga, también habrá otro matiz diferente para explicarla.
El divulgador histórico Javier Santamarta acuñó en su 'Fake News del Imperio Español' el término 'La España de Schrödinger' cuando vio que algunos decían que no existía en la Edad Moderna, pero culpaban a España de toda clase de males en la época porque les interesaba que sí existiera para su discurso político
El divulgador histórico Javier Santamarta es el que acuñó este concepto de La España de Schrödinger ya que lleva tiempo debatiendo con ironía sobre este problema –muy similar al de la ¿Reconquista?, del que el historiador más riguroso del Cid en la actualidad, David Porrinas, es el coordinador de una serie de artículos sobre este término en un libro muy interesante que inicia la colección 'Debates de Historia' de la editorial Despertaferro– y que es, en esencia, un símil irónico aprovechándose de la Paradoja del Gato de Schrödinger (que se resume aquí). El físico teórico alemán, para explicar la mecánica cuántica realizó un experimento mental que, simplificado, consiste en pensar qué está pasando con un gato encerrado en una caja con un artefacto mortal que el 50% de las veces cada segundo puede activarse, con lo que mientras no se abra la caja no se sabe qué ha pasado y el gato está “muerto y vivo a la vez”; y sólo se sabrá su estado cuando se abra la misma. Es decir, es una teoría de la indeterminación.
Es honesto indicar que una teoría de la Física no se puede aplicar a la historiografía, pero como símil sobre lo que pasa con el concepto 'España' en España es muy interesante confrontarlo. Lo que no puede ser, como apunta Santamarta, es que el relato cambie dependiendo del interés político de denostar la historia de España “negando su existencia a veces antes de 1978, hasta que interesa exponer las maldades del Imperio Español de la Edad Moderna; que entonces sí, entonces sí es España”. O de aprovecharse del concepto de España para los asuntos políticos del día, porque también ha censurado la actitud “de algunos derechistas rosalegendarios”. El término lo acuñó en su libro Fake News del Imperio Español, donde desarrolla su atinada conjetura al respecto.
Un problema de interpretación histórica
El problema de lo ocurrido con Isabel Díaz Ayuso con lo de “Urraca, primera reina de España” no sólo es conceptual, sino que también es propagandístico. Ayuso utiliza una de las definiciones de España más presentistas (uno de los mayores errores para entender la Historia), porque habla de la actual. El olvido de León en su discurso es interesado. Porque si hubiera indicado que era la Reina de León –como sí hizo, Isabel San Sebastián en su presentación del libro–, el mensaje de esa España Una que ella quiere transmitir ideológicamente no sería efectivo. Y más siendo León, porque si fuera Castilla seguro que la presidenta de Madrid sí la habría nombrado; ya que hay una potentísima significación de que Castilla y España son lo mismo. Algo que no es nada adecuado por ser una burda simplificación romanticista y porque se olvida de que el reino leonés es la Cuna de España y Portugal, ya que los reinos castellano y luso nacieron de aquel estado medieval con sede en Legio (la actual León).
El problema es que si bien Urraca I de León es Historia en España, la Hispania medieval no era un ente político estatal como el actual en que vivimos hoy (al que se refiere Ayuso): en los tiempos de Urraca estaba dividido en dos reinos cristianos (el leonés y el navarroaragonés de Alfonso I el Batallador) y el territorio musulmán bajo el poder del Imperio Almorávide. A lo largo de la Edad Media llegaron a ser cinco ramas de reinos principales cristianos (Portugal, León, Castilla, Navarra y Aragón de oeste a este) y varios estados musulmanes en Al-Ándalus (ni siquiera nombrado Hispania, aunque en árabe el término geográfico indicaba que era su territorio en Hispaniya). El historiador José Luis Corral acaba de publicar el libro Covadonga, la batalla que nunca fue en el que su introducción realiza una señalada diatriba contra los presentismos y las interpretaciones ideológicas que manipulan estos conceptos históricos por sus intereses. Muy dura y exigente, a la vez que interesante por los puntos de vista que critica. Sólo por esas reflexiones de cómo se usa la Historia con fines políticos merece la pena leerlo, y para entender qué era la península ibérica en el medievo. Lo de que igual no pasó la batalla de Covadonga es un plus aún mayor.
En realidad, hasta la hija de los Reyes Católicos, Juana I, no hubo una mancomunión dinástica de casi todos los territorios peninsulares que hoy conforman el Estado español para pasar a ser propiedad de la familia real. Pero también se tardaron dos siglos y medio hasta unificar el Derecho Administrativo en todos ellos en los Decretos de Nueva Planta borbónicos. Es en la Edad Moderna, certificado después con la Contemporánea, cuando va naciendo el ente político-administrativo España como conocemos hoy el Estado; desarrollándose para nacer como estado-nación en el siglo XIX. Eso sí, con la excepción de Portugal, que sí estuvo 60 años en una península ibérica unificada en las cabezas de Felipe II, su hijo y su nieto entre 1580 y 1640, pero que luego no. Y aquí hay otro dilema, que encima se retrotrae a los visigodos... ¿Portugal es España? Porque los reyes godos desde que anexionaron el reino suevo en 585 gobernaban en una hispania peninsular unificada (sólo desde que recuperaron los asentamientos bizantinos de Spania en 624 hasta el 711) al igual que hicieron Felipe II, Felipe III y Felipe IV. Pero hoy en día es difícilmente defendible decir que Portugal es España. ¿Menudo jaleo cuando se hace presente la conjetura histórica Santamarta-Schrödinger, no?
Isabel San Sebastián sí respeta a León
La periodista y escritora Isabel San Sebastián, por contra, sí que menciona al Reino de León en su libro. Que, además, viene acompañado con un excepcional mapa de la situación de la península ibérica en aquellos momentos (con algunas incorrecciones en la zona aragonesa, ya que Zaragoza estaba ya en manos cristianas desde 1118 y los condados catalanes no estaban del todo controlados). Lo es porque indica la Corona de León sin siquiera mencionar a Castilla. Cosa que nunca ocurre en los mapas actuales, que suelen diferenciar a Castilla y nunca a Galicia, cuando éste era un reino más importante; eso sí, los dos bajo el solio legionense. En el libro en todo momento San Sebastián nombra a Urraca como reina de León. De hecho, en los capítulos se puede leer en los lugares donde se desarrollan: “Galicia. Reino de León”, “Castilla. Reino de León” y “Reino de León”. En eso es impecable. Y en la contraportada del libro queda clarísimo: “Urraca, reina de León” comienza la reseña.
Pero, ay, lo curioso del asunto es que el nombre de León no aparece en la portada. Desaparece por el “primera reina de Europa”. Y en el cartel del acto de presentación en Madrid con Ayuso por “La primera reina de pleno derecho en España y Europa”. Quizás la editorial, Plaza & Janés, considerara que el término León era muy provinciano. Ese hecho demuestra uno de los corolarios principales de la conjetura de 'La España de Schrödinger', que da igual cómo se defina el país, el estado o el territorio geográfico: “En la mayoría de las ocasiones, independientemente de cómo se defina España, las menciones al Reino de León tenderán a cero”.
El olvido de tres siglos de la historia de España con el Reino de León es tan clamoroso –por no decir cinco, porque al Reino de los Astures desde el 718, que en esencia es el mismo, se lo menciona bastante de pasada–, que pese a los intentos de sacarlo a la luz por sus grandes avances legislativos legionenses sigue constando enormemente frente a la imagen de una todopoderosa Castilla que lo opaca constantemente. Parece que el castellano fuera el único reino del que hablar en la Edad Media después de 1230 hasta que llega Fernando III y une –un término poco adecuado porque cada corona seguía con sus propias leyes y administrativamente separadas como las comunidades autónomas de hoy en día– a las Coronas de Castilla y de León (su nombre verdadero al ser una corona compuesta y como lo define el blasonado de su pendón cuartelado) con la de Aragón (que no catalano-aragonesa, pero eso es otra historia). León es el Reino Olvidado, como defiende el historiador Ricardo Chao en este artículo de El Independiente en el que cuenta su historia a aquellos que no la conocían.
Discusión: el significado de 'Imperatrix totius Hispaniae'
No es el caso de Isabel San Sebastián, obviamente. En todo momento en el libro es extremadamente escrupulosa y es muy de agradecer que respete lo que la propia reina Urraca, y su padre Alfonso VI, sentían sobre de qué territorio eran monarcas. Ellos lo eran de León, principalmente, y aunque Galicia era otro de sus reinos, estaba supeditado protocolariamente al legionense. Castilla nació a la muerte del abuelo, Fernando I de León –que nunca fue rey de Castilla, si no no habría creado el reino; cuestión de pura lógica–, y sólo estuvo siete años como reino independiente, con su rey (Sancho, el primogénito) empeñado en tener el reino completo: ser rey de León a toda costa. Porque entonces era el de prestigio de verdad. Así que Alfonso VI se intituló rey de Castilla cuando le tocó ir allí a que le juraran como monarca, pero en la inmensa mayoría de sus diplomas no lo nombraba jamás. No lo quería reconocer. Hay historiadores como la medievalista Margarita Torres que asegura que “Castilla cayó protocolariamente otra vez a nivel de condado”. Hasta la muerte de Alfonso VII, el hijo de Urraca, en 1157, los castellanos no volvieron a tener un reino independiente. Y después, para estar en guerra constante con León hasta 1230; año en el que Fernando III mancomunó por herencia sobre su cabeza regia las dos coronas: la leonesa y la castellana.
Así que San Sebastián cumple escrupulosamente con lo que era la Corona de León en esos momentos. Y deja supeditados a Galicia y a Castilla a León sin duda alguna. En eso es rigurosísimamente perfecta.
El problema se produjo cuando entró a responder sobre las acusaciones de que “no existía España en esos momentos”. Usó la intitulación de padre, hija y nieto (Alfonso VI, Urraca I y Alfonso VII) para demostrar que, segun ella, sí: Imperator/Imperatrix totius Hispaniae, que ella misma traduce como “Emperador de toda España”. De hecho es la transcripción literal que usa en el libro, eligiendo 'España' en vez de Hispania. Una elección estilística de una novela histórica es lícita, pero también es adecuado matizar ese tipo de decisiones y los significados de las palabras en cada época.
Por ejemplo, el término 'Emperador' da problemas porque el lector actual se imagina a un Carlos V o a un Napoleón, y el título de Imperator en la época de la Hispania medieval era más bien protocolario; por no preguntarse qué quiere decirse con Imperio Almorávide (o Almohade) si no tenían como tal la figura de Imperator los musulmanes ibéricos. Su significado más próximo entendible a día de hoy, en el mundo cristiano, sería “el primero entre los monarcas de los reinos peninsulares” (incluyendo a los musulmanes, a los que los reyes de León consideraban soberanos igual que ellos), a modo de princeps o juez supremo; pero no con el poder sobre los demás tan exacerbado militarmente como lo creemos ahora, sino supremacía política. Y ojo, que también habría que incluir el término legionense (Imperator legionensis totius Hispaniae) como se intituló Alfonso VII de León (y no como se le llama erróneamente “Alfonso VII de Castilla”). El que se coronara como tal en León y no en Burgos lo dice todo: el Imperium Legionense era lo más importante frente a lo demás, lo fetén, lo que daba prestigio; y así lo usaron para sus intereses Alfonso X en el fracasado 'Fecho del Imperio' y el propio Carlos V dándole primacía al blasón de León respecto al reino de Castilla en sus desfiles protocolarios como el L'Ommegang en Bruselas. El que no aparezca ese término es otro momentum del corolario “el Reino de León tiende a cero menciones en la historia de España”.
En primer lugar una novela histórica no es el mejor método para aprender Historia. El óptimo es el Ensayo Histórico de académicos consolidados con investigaciones contrastadas y de calidad. No es que no se pueda aprender leyendo novela histórica, que sí; pero también se puede desaprender con un libro de ficción que sea un desastre en los datos históricos basándose en leyendas o directamente inventándose la Historia. No es el caso de Isabel San Sebastián, que con este libro se ha currado lo riguroso. Pero también puede haber problemas con la interpretación que se haga de ciertos asuntos, como el 'Emperador de España'. San Sebastián defiende en este caso que como se menciona España... España existía entonces. Pero no se menciona España, sino Hispania. Un concepto geográfico romano, que no significa el ente político-administrativo 'España' que conocemos hoy.
El término Hispania no significa España al igual que el término Britania no significa Inglaterra, o el término rey inglés no significa que lo sea de la Gran Bretaña o del Reino Unido actual, porque provocaría un enorme cabreo de galeses y escoceses; el mismo que el de los leoneses cuando les llaman castellanos
Un ejemplo clarificador de lo problemático de la elección literaria es este: los españoles decimos 'el rey de Inglaterra' –y en la época se le indicaba de Britannia, el término geográfico romano–, como si fuera el de Gran Bretaña, pero eso a un escocés y un galés le puede sentar muy, muy mal. Al igual que a los leoneses les llamen castellanos. Porque si León es anterior a Castilla y esta se independizó de León diciendo que no era leonesa, por mera lógica básica León no es Castilla: por eso la actual autonomía es birregional y tiene una 'y' copulativa en su nombre oficial 'Castilla y León' (que también tiende a cero, porque mucha gente la hace desaparecer para decir un macarrónico “castillaleon” o le pone un incorrecto guión en medio). Es, obviamente, una forma de hablar sencillo. La costumbre. Pero Isabel II y su hijo Carlos III son oficialmente reyes del Reino Unido y la Britania de la que se habla en tiempos medievales no es el Reino Unido de hoy. Pura lógica de nuevo igualmente aplicable a la dicotomía Hispania-España.
¿Desde cuándo existe la idea de España?
Isabel San Sebastián juega con el término 'España' para hacerlo más fácil y sugerente a su lector. Pero la Hispania medieval no es la Españita que tanto les gusta a algunos. Es cuestión de dejarlo claro. Por no ser no es igual el término en sus propia grafía: Hispania y España son palabras distintas con letras y pronunciación diferentes. Una evolución lingüística. Pero surge otra serie de preguntas: ¿Entonces por qué a sus habitantes se les llamaba 'españoles'? ¿Por qué desde el extranjero sí hablaban de España? ¿Cómo es que en América se creó en el siglo XVI el Virreinato de la Nueva España? ¿Desde cuándo existe la idea de España, de una España unida? Pues el profesor de Historia del Arte de la Universidad de León, César García Álvarez lo retrotrae a tiempos del Reino hispanovisigodo de Toledo, que nace cuando deja de ser el Reino de Tolosa tras la conquista de los francos de los territorios suprapirenáicos en el 507 después de Cristo.
“Más o menos el año 600, en el exterior las fuentes se dirigen siempre al rey visigodo como rey de Hispania. Desaparecen las menciones al rey de Toledo, o al rex gothorum, y ya Alfonso III en 867 recupera el titulus visigodo: Imperator totius Hispaniae, que luego usarán los reyes leoneses”, explica para añadir que “era una voluntad de recuperar la Hispania visigoda. El Ordo. Eso fue clave para el Reino de León, y hasta para Alfonso X, que encontraba en esa herencia una clave para su reforma legislativa”.
La cuestión aquí es dilucidar si ese término ideológico es suficiente para determinar la existencia de un ente político como el actual al que se refiere Isabel Díaz Ayuso. Si la España que conocemos hoy nació con los visigodos, o no. “La Hispania visigoda después de Recaredo es un proyecto de unidad geográfica, política y religiosa”, defiende García Álvarez. “Para la mentalidad de la época, Hispania como unidad política y religiosa existe. Durante el siglo VII se consolida, y a comienzos del VIII se desintegra”. Otro momento de Schrödinger, puesto que depende de cómo se mire una idea política, una ideología, no es un hecho real sino una especie de deseo de que algo sea. Un objetivo. Y pese a lo escrito, se puede seguir interpretando ese Hispania visigodo como concepto geográfico que signifique “tener el control de la península ibérica” (salvando el presentismo): vamos, que una ideología política no es lo mismo que el ente político-administrativo estatal contemporáneo que se ve en los mapas hoy en día.
La Hispania visigoda después de Recaredo es un proyecto de unidad geográfica, política y religiosa; para la mentalidad de la época, Hispania como unidad política y religiosa existe. Durante el siglo VII se consolida, y a comienzos del VIII se desintegra. Alfonso III recupera el Ordo visigodo, el 'Imperator totius Hispaniae' en 867; que luego usarán sus descendientes y es clave para el Reino de León
Sin embargo el erudito en simbología, algo muy importante para definir la potencia del impacto de las ideas como constructos en la vida real –como el Grial o la Fuerza de Star Wars, que no existen pero quienes los usan con fortuna hacen dinero a espuertas en la literatura y el cine–, apunta que “no es un deseo, sino un titulus, y como tal muestra el imaginario e ideario de la época. A lo que se aspiraba. Y la idea de Hispania como unidad existía para todos los reinos cristianos de la época”. Pero claro, esa idea es propaganda a la vez. Y los cronistas escribían muy, pero que muy interesadamente. Y no se les puede interpretar por lo que anotaron sin estudiar a fondo por qué lo transcribieron así y cómo era la época y lo que ocurría en otros ámbitos como los de sus contrincantes. Es decir, matizando con el contexto histórico social, ideológico y económico. Aún así el profesor de la Universidad de León continúa su defensa: “La realidad de los textos es lo que dicen literalmente. A partir de esa literalidad se construye la interpretación de su sentido, pero no se puede negar la literalidad”. Y remacha: “Que venga nadie a decir que el término o idea de España como unidad no existía antes del XIX o del XV, es falso”.
La cuestión es que usando la lógica cabe preguntarse por qué los reyes de los astures –que no de Asturias (puesto que nunca se nombró así al reino de Cangas, de Oviedo o de León, ya que es el mismo), que se definía oficialmente como Regnum Asturorum en sus diplomas– y más tarde los de la Corona Leonesa (con sus inicios en la zona geográfica de la Gallaecia, que superaba a la Galicia actual al incluir Asturias, León y Zamora más el Norte de Portugal) se intitulaban así cuando no tenían el control íntegro del territorio peninsular. ¿Si tenías el deseo de ser el Rex Hispaniorum pero no tenías los territorios bajo tu poder militar, no sería porque en realidad, en la práctica, no lo eras e Hispania no estaba unida? La lógica de nuevo pone en problemas a la idea cuando se habla de política administrativa con los pies en el suelo.
¿Sin embargo la idea sí existía y era muy poderosa? Pues sí –chupito de Schrödinger–, porque era un proyecto, un objetivo: el deseo de unir la península ibérica sobre su propio mando. Una idea potente y un motor de la Historia, sin duda, pero que no se sustanciaba en un ente político estatal que aglutinara todo lo que hubiera al sur de los Pirineos. En este caso también podríamos decir que “la unidad de España era el Santo Grial de los reyes asturlegionenses”, la búsqueda de conseguir algo que los elevara por encima de todos los demás.
Es necesario detenerse en un asunto más. Cuando Isabel Díaz Ayuso se refiere “a la primera reina de España y Europa”, tiene parte de razón en que Urraca Alfónsez fue la primera reina privativa, con mando en plaza, de todos los reinos cristianos de Europa occidental. Pero ojo, esa Europa es término geográfico, no político-administrativo (el del mapa de fronteras). En este caso es más sencillo de entender y de explicar por qué aquella Hispania no es esta España, aunque estén sobre las mismas coordenadas geográficas. Haciendo un símil con la UE, el ente político en que pensamos cuando hablamos hoy de Europa, parece bastante evidente que la reina leonesa no fue la primera de la Unión Europea. ¿Un matiz bastante clarificador de la cuestión, verdad?
¿Entonces la España que conocemos hoy, “desde cuándo”?
¿Bueno, pero hoy existe España? Sí, claro que existe. El Estado Nación Español, con su Administración existe. Vaya que sí: el “Hacienda somos todos”, lo deja bien evidente. Pero desde cuándo se puede indicar que nació este concepto que nosotros tenemos claro cuál es –independientemente de las críticas que podamos hacer a nuestro país, estado o reino; que ese es otro asunto muy de Schrödinger–, es algo también complejo de explicar. ¿Puede ser con los Reyes Católicos? ¿Con Carlos V? ¿Con los borbones y el último Decreto de Nueva Planta de 1715? ¿O tras la Guerra contra el Francés de 1808? ¿Con la Pepa de 1812? ¿Con la Restauración Borbónica de 1875?
El historiador especializado en el siglo XIX, Daniel Aquillué, profesor en la Universidad Isabel I de Burgos, se centra en definir el surgimiento de la Nación Española para sostener que esa es la España más parecida a la que conocemos en la actualidad. Lo desarrolla en su libro España con honra, en el que desmonta además los mitos de que nuestro país fue un verdadero desastre en aquel siglo. Su tesis se basa en que nuestro país seguía siendo uno de los principales del planeta, pese a sus problemas y revoluciones constantes; que no eran distintos de los que se producían en el resto de Europa. Que no existe una excepcionalidad ibérica decimonónica respecto a los demás estados desarrollados coetáneos.
Su postura (que se puede vislumbrar en el hilo de aquí arriba) se resume en que hay que estar pendiente “contra la manipulación y abusos de la Historia”, como comenta en esta serie de TwiXs sobre este sempiterno debate, del que escogemos algunas precisiones. “Generalmente, se habla de unión dinástica a fines del siglo XV de momento clave, la victoria borbónica en la Guerra de Sucesión y de la construcción del Estado-nación en el siglo XIX. No veo nada raro en ello”, pero matiza que “no es tan simple”. Es un asunto complejo, y como él siempre defiende al intentar comprender los hechos históricos “hay que poner siempre, contexto, contexto y contexto”.
En otro debate con Nieves Concostrina en esa red social, recalcó que “hay que entender el contexto y la evolución de los conceptos. No existía ninguna Alemania como estado en el siglo XVII por mucho que existiese el término”. Y es evidente, porque nació la Alemania que conocemos en 1871 con el Reich Alemán tras derrotar al Segundo Imperio Francés de Napoleón III. Mismo caso, y mismo año que Italia: territorio en el que el rey de España en casi toda la Edad Moderna también lo fue de Nápoles, por ejemplo; pero al que ya entonces se le llamaba Italia y se definían a sus habitantes como italianos... pero no son la República Italiana que conocemos hoy. De hecho basta con una palabra homófona y homógrafa para dilucidar el caso fonético de Hispania-España. Se puede demostrar incluso que el que un término se pronuncie y se escriba igual a lo largo de milenios, puede que no signifique lo mismo. En cuestión de entes políticos-administrativos la cosa cambia: ¿Es lo mismo la Roma del siglo I que la de hoy? La ciudad sí, cambiada por el transcurso de los siglos (en cierto sentido se podría decir que no son iguales siendo la misma en una especie de lampedusismo urbanístico); pero el ente político del mapa, no. Evidente por pura lógica: a día de hoy administrativamente es un municipio y la capital del Estado italiano, no el Imperio Romano del SPQR [recomendación, conozcan su historia –y cómo la conforman los invents de escritores como Tito Livio– en el excelente podcast de Iban Martín, de ascendencia leonesa, Roma Aeterna].
Hay que entender el contexto y la evolución de los conceptos. No existía ninguna Alemania como estado en el siglo XVII por mucho que existiese el término
Vuelta a explicaciones para comprender lo de la península ibérica, Aquillué incide en que el concepto de España en el siglo XVII (y antes) “existía en el mismo sentido que Alemania, sentido geográfico y como 'resumen' de un conjunto de territorios dispares bajo propiedad de un monarca. Ninguna existía como estado [contemporáneo] o nación política. Estamos en marcos del Antiguo Régimen hasta la apertura de las Cortes de Cádiz”. “En España está claro, cuando se abren las sesiones de las Cortes Extraordinarias de la Nación en la Ysla de San Fernando un 24 de septiembre de 1810 y declaran que la Nación Española no es patrimonio de ninguna familia”, subraya.
La España de hoy comenzaría entonces a nacer cuando los españoles se convierten ellos mismos en los poseedores de la soberanía nacional, dejando de ser el Estado patrimonio familiar real. Un somero resumen, porque Aquillué tiene mucho más que explicar de las vicisitudes españolas decimonónicas, por lo que es recomendadísimo leerle y seguirle.
Y a partir de ahí con los Liberales y sus cosas (como crear el mito nacional-liberal de los Comuneros en Villalar) se construye el Estado Español que conocemos hoy con todas sus visicitudes, con las repúblicas (porque la España republicana sí es claramente una buena España para la izquierda, pero no para la derecha), las cuatro dictaduras del siglo XX (opacadas por la franquista) y el hecho de la Transición y la Constitución de 1978 que confronta el ente político-administrativo actual por el que los políticos se pelean por dominar usando toda clase de artimañas para agitar la caja. De las que la Historia no es precisamente inmume.
Como se vé con todo lo expuesto, definir España es un problema propio del físico alemán Schrödinger. Es complejo y difícil, y es objeto de debate historiográfico y batalla monumental recurrente cada vez que hay una efeméride polémica cuando entra la visión política en el trifásico izquierda-nacionalismo-derecha. El esencialismo es lo que tiene, tanto de un lado como de otro. También se puede trufar con el debate de si las novelas históricas, por rigurosas que sean, son Historia ya que tienen en su novelización a los personajes completamente inventados tanto en motivación como en discurso; o con el sempiterno combate entre los academicistas puros de la Universidad contra los divulgadores históricos a los que desprecian, mientras éstos se defienden en las Redes Sociales que sí llegan al público.
Pero el caso que se ha querido explicar aquí es que la conjetura Santamarta-Schrödinger es la más notoria en nuestro país... y no deja de ser un debate un tanto estéril y ya cansino. Porque es Historia en la península ibérica si nos ponemos tiquismiquis, pero es evidente que vivimos en España y es la historia que leemos los españoles de nuestros antepasados, españoles o no.
Sí: Urraca no era Reina de España, sino de León.
Pero es parte de la Historia en España, o sea, Historia de España (la que leemos hoy).
Con lo cual toda la bronca y la pelea es inútil y estéril. Todo un esfuerzo bastante fútil. Sólo hay que entender que si un político usa un término para sus propios intereses y difundir su ideología, hay que tener la precaución de no criticar a los expertos cuando ponen matices válidos sobre la mesa: “Esa España que crees no, que Hispania era distinta en la Edad Media”, es una precisión bien rigurosa.
La conjetura Santamarta-Schrödinger está muy presente. Pero la conclusión es que el debate de qué es España es fútil, cansino y estéril. Porque es Historia en la península ibérica si nos ponemos tiquismiquis, pero es evidente que vivimos en España y es la historia de nuestros antepasados, españoles o no
La cuestión eso sí, es qué pasa con el corolario del “la mención a León tiende a cero”, porque como bien dice Javier Santamarta, “el Reino de León ha sido injustamente olvidado en la Historia de España”, o como defiende también César García Álvarez “hay que hacer hablar al reino ocultado, que tiene una riqueza enorme”.
A muchos de fuera de León que lean esto les parecerá absurdo, como le pasó a Isabel Díaz Ayuso que llegó a decir que “los leoneses eran unos paletos por inventarse una identidad nueva”, refiriéndose a que los considera castellanos, obviando que León es anterior a Castilla (y que de hecho, Castilla nació de León). Pero no, resulta que igual no les han contado que el Derecho de Gentes desarrollado en la Universidad de Salamanca (leonesa, que no castellana porque la fundó el rey Alfonso XI de León cuando estaba en guerra con los castellanos) es heredero de los Fueros de León de 1017 (en los que hay legislados derechos de las mujeres, de comercio y hasta una incipiente inviolabilidad del domicilio) y de las primeras Cortes Estamentales de los reinos cristianos del ocdidente del continente europeo, las Cortes de León de 1188 (que amplían esos derechos ciudadanos en una legislación para todo el reino) y que son el germen del Antiguo Régimen, cortes que luego copiaron los demás reinos cristianos incluyendo como hizo por primera vez el leonés a los ciudadanos votando a la vez que los eclesiásticos y los nobles.
El Reino de León tiene una historia medieval apasionante y con grandísimas aportaciones a la filosofía y al arte (aquí se escribió el Zohar, el libro de la cábala judía por Moisés de León y se considera que la Catedral de León tiene mucho que ver, simbólicamente, con la Alquimia) y tuvo una enorme, pero desconocida hoy en España, primacía en Europa al ser entre el siglo XI y primeros del XIII uno de los estados medievales más importantes de la Cristiandad. No todo es Castilla ni es producto lo que se ha descrito de una nueva historiografía a lo independentista. Miren los libros y confirmen si es verdad o no. Es simple y llanamente lo correcto: León es la Cuna de España y, reconocida por la Unesco y el Estado Español actual, la Cuna del Parlamentarismo. ¿Cómo es que no se ha estudiado y promocionado convenientemente? ¿Se imaginan de haber sido una ciudad inglesa en la cantidad de películas que habría salido en Hollywood? En España, silencio administrativo.
Si bien lo de superar La España de Scrödinger parece harto complicado, o casi imposible, y en el fondo del todo un debate cansino y fútil si tenemos todos en cuenta que vivimos aquí y algo de historia hubo aquí; lo de eliminar la variable que hace que el Reino de León 'tienda a cero' en la Historia de España es posible y muy necesario. No se explica la Historia de nuestro país bien haciendo desaparecer tres siglos de la misma y echarle todo el peso a Castilla porque es manipular torticeramente la realidad. Además, mejoraría la comprensión de lo que es España. Sin el desarrollo de la idea del Ordo Visigothorum, propio de los monarcas asturleoneses, no se podría entender con la completitud necesaria la idea antigua de 'España'. Hay que hacer justicia con los errores históricos, porque cuanto más se sabe de Historia más cambia corrigiendo sus inexactitudes.
Y si en Física cualquier descubrimiento o cambio son aplaudidos con admiración por todos, en Historia –aprendiendo lo más riguroso con las últimas investigaciones en los archivos que desmienten lo pensado hasta ahora–, también debería de ser así.