En 1978 Izhar Cohen y el grupo Alphabeta ganó el Festival de Eurovisión con el tema A-BA-NI-BI. A-ba-ni-bi o-bo-he-bey en efecto significa más o menos Yo –ani, pronunciado a nii– amo –ohev– y A-ba-ni-bi o-bo-he-bey o-bo-he-veb o-bo-ta-bach lo completa con Yo te amo a ti, como se encargaría de recordarnos hasta el tormento El Chaval de la Peca años después. Por cierto que El Chaval de la Peca le plagió una canción a Manu Chao –Me gustas tú– para la campaña del diario gratuito ADN en el que yo trabajaba con esta sutil modificación de la imbécil e interminable anáfora original –Me gustan los aviones, me gustas tú / Me gusta viajar, me gustas tú / Me gusta la mañana, me gustas tú...–: Me gusta ADN / me gustas tú. ¡Y con la misma música! Al Grupo Planeta, propietarios de ADN, les metieron un multazo curioso y por supuesto tuvieron que dejar de utilizarla para su publicidad. Bien. He empezado con las digresiones incluso antes de escribir nada. Me supero. A ver: A-ba-ni-bi es una canción sobre el lenguaje y A-ba-ni-bi o-bo-he-bey o-bo-he-veb o-bo-ta-bach no significa hay que aniquilar a todos los palestinos no solo de la franja de Gaza, sino de Cisjordania hasta el Éufrates. Trata sobre cómo los niños no podían expresar su amor los unos por los otros prohibido por los adultos…¡porque eran golpeados! –supongo que sí podrían expresar su amor por la Torá o por el Mosad– y se veían obligados a utilizar un beta lenguaje intercalando bas y bos a lo bobo –nunca mejor dicho–. Nótese que el grupo del falso Bobby Farrell se llama Alhabeta, las dos primeras letras del… hebreo. Curiosamente bet o beta incluso acrofónicamente significa casa. Viene del fenicio bet y tanto el símbolo fenicio como el hebreo son similares. Una pata, un mástil y una especie de tejado. Venga, explico lo de la acrofonía. Total, ¿para qué son los domingos? Un ejemplo: el alfabeto latino viene del protocananeo cuya primera letra era una a –alp– que significaba y se decía buey y tenía forma de buey. Todavía podemos adivinar la cabeza estilizada de un buey si a nuestra A le damos la vuelta. Eeeerm… ¿qué cojones venía yo a decir con todo esto? Ah, en 1978 yo tenía doce años y me sabía las capitales de Europa –incluidas Sofía y Reikiavic, las difíciles. Y la de Alemania: Bonny sabía también que Israel no estaba en Europa. De aquella la marciana decisión de adoptar o acoger a los israelitas –por cierto, lo de israelitas de la canción de Desmond Dekker no era nada más que el nombre de una de las muchas bandas de delincuentes de medio pelo de Kingston a la que pertenece el narrador de la canción ¡pobre israelita!, que la gente se monta pelis rarísimas con eso– en nuestra continental romería era visto como un acto de compasión y solidaridad. Manda narices. ¿Quién nos iba a decir que una fanática teocracia –valga la batologíaarmada hasta los dientes con todo el dinero de Estados Unidos iba a resultar un elemento desestabilizador, imperialista y genocida en Oriente Medio? Izhar Cohen volvió a participar en el festival de Eurovisión siete años después, en 1985, y esa vez quedó quinto. La canción –también en hebreo– se titulaba... Olé Olé. No trataba esta vez sobre reprimidos amores infantiles, sino sobre la alegría y el arco iris en general. Olé Olé. Lo juro. En serio. Qué es o qué entendemos por casa constituye el tema de esta columna. No sé si había quedado claro. Yo lo explico todo.