Ahora ya no hay, pero los críticos existieron. Y tuvieron mala prensa. No hay estatuas de críticos, ningún niño quiere ser crítico de mayor, los críticos son artistas frustrados, etc… Yo les considero necesarios e higiénicos –Zola, Dickens, Larra, Camba...–, ejemplares incluso. Los echo de menos. En ocasiones su falta de visión sí puede haber resultado contraproducente pero, con el tiempo, como veremos, su astigmatismo solo resulta inofensivo y hasta cómico. Además, no únicamente los críticos, todo opinador o artista, por ilustre que sea, puede meter la pata sobre otros –¡o sobre sí mismos!–. Y mucho. Metro Goldwyn Mayer después de la primera audición de El Mago de Oz en 1938: “La canción esa del arco iris no es buena. Quítenla”. La revista Variety en los primeros meses de 1955 afirma que el estilo de música rock’n’roll “no llegará a junio”. “No nos gusta su sonido, y la música de guitarras ya está dando sus últimos coletazos”, afirmó la discográfica Decca al rechazar a los Beatles en 1962. La productora de cine RKO sobre las pruebas de Fred Astaire: “No sabe cantar, no sabe actuar. Se está quedando calvo. Baila un poco”. Chaplin sobre el cine sonoro: “A las películas les hace falta el sonido como a las sinfonías de Beethoven la letra”. Universal Pictures en 1959 recomendando a Clint Eastwood que se buscara otro trabajo: “Tienes un diente mellado, te sobresale demasiado la nuez y hablas muy despacio”. Emmaline Sniveli, la directora de Blue Book, una agencia de modelos, sobre Marilyn Monroe en 1944: “Es mejor que encuentres algo como secretaria o que te cases”. “Una orgía de estruendo y de vulgaridad.” Louis Spohr sobre la primera interpretación de la Quinta Sinfonía de Beethoven en 1808. También es verdad que la orquesta, dirigida por el propio Beethoven, no tocó bien; sólo habían ensayado una vez antes del concierto, y llegaron a parar la ejecución –de la Fantasía Coral– y empezaron de nuevo. “Las composiciones de Johann Sebastian Bach carecen totalmente de belleza, de armonía y, sobre todo, de claridad.” Johann Adolph Scheibe, Der critische Musikus, en 1737. Con dos cojones. “Walt Whitman tiene la misma relación con el arte que un cerdo con las matemáticas”. Un listo en The London Critic. 1855. “Rigoletto –de Giuseppe Verdi– es floja de un punto de vista melódico. Esta obra no tiene ninguna posibilidad de formar parte del repertorio”. Otro en la Gazette Musicale de Paris. 1853. “El próximo disco, guitarrita y palmas nada más”. El propio Camarón de la Isla a su productor Ricardo Pachón después de las críticas a La leyenda del tiempo de 1979 –que vendió menos de seis mil copias–. Carta de un editor a Gustave Flaubert sobre su Madame Bovary: “Señor, ha sepultado su novela en un cúmulo de detalles que están bien diseñados pero que son absolutamente superfluos”. En el San Francisco Examiner en 1889 rechazaron la colaboración de un escritor con estas palabras: “Lo siento, Mr. Kipling, pero, sencillamente, no sabe cómo utilizar el lenguaje”. “En Cumbres Borrascosas, los defectos de Jane Eyre –la novela de su hermana Charlotte– se multiplican por mil. Bien pensado, el único consuelo que nos queda es que la novela nunca será popular.” James Lorimer en la revista North British Review en 1849. Virgina Woolf sobre Jame Joyce: “Acabé Ulises y me parece un fracaso... El libro es difuso, pretencioso… Vulgar, no solo en el sentido normal, sino también en el literario. Quiero decir que un escritor de primera línea respeta demasiado el acto de escribir para permitirse hacer trampas”. Lord Byron en 1814 en un carta dirigida a James Hogg y mi favorita: “El nombre de Shakespeare, pueden estar seguros, está colocado absurdamente alto y tendrá que bajar. No tenía imaginación para sus historias, ninguna en absoluto. Tomó todas sus tramas de novelas antiguas y montó historias en forma teatral, con tan poco esfuerzo como el que usted y yo necesitaríamos para volver a escribirlas en forma de historias en prosa”. Lope de Vega en 1609: “De poetas, no digo: buen siglo es este. Muchos en ciernes para el año que viene pero ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a Don Quijote”. Poco más se puede añadir a lo dicho por el fénix de los ingenios.