Arde la España vaciada por los cuatro costados que ni de credos ni religión entiende. Ni la Mezquita de Córdoba, Patrimonio Cultural de la Humanidad y de la Iglesia, ha podido escapar a la voracidad de las llamas. El fuego es aconfesional y no hace distingos entre musulmanes y cristianos. En León el fuego se ha cebado con la mitad occidental de la provincia y la ha dejado tiznada de hollín. Ya es mala suerte que de las cuatro provincias más empobrecidas de España, tres, (León, Zamora y Orense) estén a punto de perecer calcinadas.
Siete incendios, siete, han asolado León el fin de semana pasado y al escribir estas líneas un sol turbio por una neblina pertinaz nos recuerda que el peligro sigue presente para personas, enseres y haberíos. Desde Nogarejas, pasando por la Cabrera hasta Murias de Paredes, incluyendo el paraje de las Médulas –uno de los enclaves más castigados–, la parte occidental de la provincia de León ha ardido como una tea y todo se ha teñido de negro, acorde con su futuro.
Un panorama desolador es el fúnebre balance. El patrimonio forestal se consume sin que parezca importar mucho a nuestras autoridades. El fuego no importa. El bosque no importa. León no importa. A decir verdad en Castilla y León no importa nada.
El buen hispano siempre ha mirado de soslayo al monte, no lo considera su amigo. Árbol bueno es árbol muerto. España no tiene cultura forestal y sigue la escuela filosófica del expresidente George W. Bush, que allá por 2002 cuando proponía talar los árboles para evitar los incendios forestales. ¿Qué son miles de hectáreas consumidas comparadas con la tutela efectiva de nuestras autoridades? Nada. Absolutamente nada.
Arden las redes sociales contra Quiñones
Arden estos días las redes sociales clamando contra Suarez Quiñones, consejero de Medio Ambiente, por su manifiesta incapacidad en la gestión de incendios, no tanto por su inoperancia como por las declaraciones que le perseguirán mientras viva, y que demuestra claramente que este juez carece de juicios y de prejuicios para un tema tan sumamente delicado. En 2018 el ínclito consejero del ramo desgranó algunas perlas en la entrevista que le hizo el Diario de Valladolid y que dejaron claro sus intenciones y su ignorancia en temas medioambientales. Con mentalidades así aún no se habría descubierto la primera vacuna.
¡Ojo a las declaraciones textuales porque no tienen desperdicio! Juan Carlos Suárez-Quiñones:“El mismo operativo (de incendios) todo el año de ninguna manera, es absurdo y un despilfarro, sería tirar el dinero público que es de los castellanos y leoneses. El operativo tiene que estar como está”. Navalacruz (Ávila) año 2021, 22.000 hectáreas de monte quemadas. Sierra de la Culebra (Zamora) año 2022, 25.000 hectáreas de monte quemadas. Año 2025, sólo con los pavorosos incendios en Ávila, Zamora y León, más de 30.000 hectáreas “…había cuatro incendios nivel dos con riesgo para las personas y el que permitió que finalmente todo acabara sin un herido, sin una casa ni una vivienda ardiendo”. Ya tiene sus muertos, viviendas calcinadas, personas desplazadas, etcétera.
Pero la joya de sus declaraciones fue la siguiente: “¿Se quema en Soria, en Burgos, en Segovia? No, se quema la parte oeste de la Comunidad donde los montes son menos productivos”. ¿La parte sobrante de la Comunidad? El grado de indecencia y desprecio a la ciudadanía ha alcanzado tales cotas que el ínclito Suárez Quiñones se desplaza a comer a Gijón con motivo de la Feria de Muestras de Gijón mientras el Patrimonio de la Humanidad de las Médulas agonizaba pasto de las llamas. Eso sí, por tratarse de día de fraternidad de Asturias y León, ‘nuestro consejero’ se ha declarado tan sólo leonés y ha dicho que... ¡Tiene la mala costumbre de comer! Mientras tal cosa sucedía, Mañueco paseaba con los presidentes de Galicia y Valencia por Cádiz. Su correligionario Álvarez Cascos, en plena crisis del Prestige, cuando el chapapote embadurnaba la mitad de la costa española, Francia y Portugal, se fue a cazar osos a Rumanía.
¿La parte oeste de la Comunidad, la de los montes improductivos?
La Junta de Castilla y León es un despropósito y un desvarío que sustentan tragasables y paniaguados habitantes de ‘la parte oeste de la comunidad’. Ya saben, la de los montes improductivos, que da igual que ardan o no, por eso se ausentan sus responsables. Buen ejemplo de todo ello es que el Centro para la Defensa contra el Fuego (CDF) que coordina, teóricamente los incendios forestales, se halla ubicado en Valladolid, la provincia de la Comunidad con menos bosque de toda la comunidad. ¿Alguien puede sospecharle la misma sensibilidad que un leonés tendría por el valle del Sil, o Picos de Europa, pongo por caso?
Todos sabemos que este año ha sido especialmente problemático y ello ha venido a sumarse a un innegable calentamiento global o cambio climático, lo cual se traduce en la aparición de un mayor número de incendios muy complicados de atajar, pero no es de recibo el desprecio más absoluto de vidas y haciendas por pertenecer a ‘la parte occidental de la comunidad’, desprecio de nuestra infumable clase política que viene acentuado por ser conscientes de que con dinero se tapan las bocas maledicentes, como sucedió tras el incendio de la Sierra de la Culebra, donde incrementaron el número de votos. ¿A dónde habrá ido a parar la altivez zamorana?
Ahora Suárez Quiñones en una ignominiosa pirueta prometen pagar todos los desperfectos del fuego. ¿De verdad? ¿Cómo se tasa el miedo de aquellos que temen perder todo su patrimonio consumido por el fuego, o directamente lo han perdido? ¿Cuántas hectáreas. más han de arder para que se pida la dimisión de Suárez Quiñones? ¿Cuántos patrimonios más dejarán arrasar los paniaguados y tragasables leoneses antes de aceptar que hay que abandonar esta autonomía que nos estrangula y nos quema social, económica, territorial y demográficamente? ¿No les queda un átomo de dignidad? Al menos saquen de la boca la palabra patriotismo porque en algunos lugares serían tildados de traidores.
León no va a ninguna parte con presidentes que se ausentan cuando llegan los problemas y consejeros que además de ausentarse son negacionistas, ahora bien si queremos hacer como aquellos cristianos que voluntariamente iban cantando felices a la pira donde habían de arder, mi propuesta entonces es que se le erija una monumental estatua a Suárez Quiñones en medio de Ordoño como reconocimiento a su impagable labor y animarle a que reduzca drásticamente el operativo contra incendios. Si León quiere acabar consumido entre las brasas, no le quitemos el gusto.
Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata