La diferencia entre una utopía y una bobada

Hace mucho tiempo, una utopía era un concepto intelectual elaborado que no podía convertirse en realidad por limitaciones humanas o materiales. Eran los tiempos anteriores a la famosa Rebelión de las Masas que tan lúcidamente describió Ortega y Gasset como la voluntad de los ignorantes de imponer su ignorancia a los demás a través de la democracia.

Sea por esa revolución ideológica o por otros motivos, el caso es que con el paso de los años se le ha ido llamando utopía a cualquier conjunto de majaderías articuladas sobre la falta de reflexión, la ignorancia, o incluso la mala fe. Ahora parece ser que si te ocurre una chorrada, y no se puede llevar a la práctica, ya no hay que retractarse, sino insistir en la chorrada, dar la espalda a los hechos, y llamarla utopía, que suena más mono y permite lucir las orejas de burro como si fuesen una corona en vez de una vergüenza.

La bobada, como concepto, se achica contra todo pronóstico. Ya no hay bobadas, oye, ni idiotas que las defiendan. Ahora los tontos son soñadores, los ignorantes gente auténtica y los tontos, gente desinformada, en participio, como los racializados, los desfavorecidos, los vaciados y los humillados, que lo son siempre por otro. Para eso se usa el participio, como un dedo acusador que la mayor parte de las veces nos señala a todos en general y a nadie en concreto.

Y como la bobada pierde terreno y pierde espacio, la utopía puede expandirse para ocuparlo hasta encontrar una frontera, un punto de contacto que siempre fue difuso, pero ahora es simplemente híbrido.

Por eso, acabar con la enfermedad en el mundo y propugnar que todo el mundo tenga una vida larguísima y feliz, es ahora una utopía. Eliminar las fronteras para que todo el mundo pueda ir a donde quiera y vivir donde quiera, es una utopía. Combatir el cambio climático con soluciones locales, dependientes de la responsabilidad individual de las personas, es una utopía. La vida eterna en sentido laico. Terrenal y material, es una utopía.

Y no lo niego. Todas ellas lo son, si nos ponemos generosos y un poco ingenuos. Pero creerlo es una bobada. Y ahí está el problema.