En la entrega anterior quedaban los expedicionarios mineros asturianos organizándose y a punto de partir desde su tierra hacía León, camino de la defensa de Madrid.
En Mieres, durante toda la tarde del 18 de julio se habían concentrado mineros y otros trabajadores voluntarios que fueron encuadrados por Ramón González Peña, su hermano Manuel -alcalde de la localidad-, y el jefe de las milicias de las Juventudes Socialistas, Guzmán García Álvarez. A la llegada del tren a su estación, sobre las tres de la madrugada, suben a sus vagones y los atestan. Llevan con ellos los cien mosquetones que les ha repartido allí Alejandro García Menéndez, oficial de Asalto, “después de hablar con el también sindicalista minero y diputado en Cortes Amador Fernández Montes (Amadorín), encargado de organizar a los voluntarios, y de acuerdo con él”.
Así lo declara el oficial al cabo de poco más de una semana en el Sumario 133/36. Afirma además que recibió el 18 de julio del gobernador civil la orden siguiente: “Gobierno Civil de la Provincia de Oviedo. Negociado de O.P. Num. 416. Ruego a todas las Autoridades que presten el auxilio y apoyo que fuese necesario al Teniente de Asalto, D. Alejandro García Menéndez, Jefe de la expedición que por orden del Gobierno de la República se traslada en ferrocarril a Madrid. Oviedo, 17 de julio de 1936. El Gobernador civil. Isidro Liarte Lausín” (la orden está fechada erróneamente un día antes). Añade que “el también teniente de Asalto Francisco Lluch Urbano venía al frente de otra caravana”, ésta motorizada.
Procedente de Infantería, y masón, Alejandro García Menéndez había sido destinado en 1933 desde Tetuán al Cuartel de Santocildes de Astorga, donde fundaba en julio de aquel año el masónico Triángulo Astúrica. Por petición propia se le trasladaba desde León a la guarnición de Gijón el 7 de marzo de 1936. En la amanecida del 30 de julio era fusilado con dos más en Puente Castro.
Milicianos con pañolones rojos camino de León
A las cinco de la mañana del domingo 19 de julio, tras acopiar más gente aún, el gran convoy ferroviario abandonaba la estación de Ujo, la última asturiana, camino de León y compuesto ya por tres locomotoras y dieciocho vagones (20 y hasta 24, señalan otras fuentes). Transporta a unos 2.500 o 3.000 hombres, de los cuales apenas 400 contaban con armas de fuego, fusiles, carabinas y munición entregados por orden del coronel Aranda.
A los demás, según manifestara el coronel, los armarían y municionarían con todo lo necesario en los cuarteles de León, a cuyo comandante militar Carlos Bosch y Bosch telegrafiaba desde Astorga el general de división e inspector del Ejército Juan José García Gómez-Caminero una vez que a este le ha notificado el ministro de la Gobernación la salida por tren y por carretera de las dos columnas de la expedición asturiana. Ordena el general inspector al comandante militar que entregue armas a los mineros que van de camino. Estos, al abandonar Asturias con su escaso armamento, se llevaban a la vez consigo el 80% del poco con el que contaban los obreros de aquella región.
Aún propusieron los socialistas Graciano Antuña Álvarez y Ramón González Peña la salida de una nueva columna, rechazada por los comunistas -opuestos también a la partida de las anteriores-, y con el apoyo esta vez de los anarquistas y de los socialistas de izquierda que lideraba Javier Bueno.
“Muy felices iban todos los milicianos, con pañolones rojos, levantando el puño y cantando la Internacional”, contará en julio de 2009 en el diario 'La Nueva España' quien con 12 años y desde cerca de Campomanes vio pasar los dos trenes de mineros, “el grande seguido de otro más pequeño”. A “las tres columnas que conformaban la expedición de los mineros, partidas de Oviedo una por carretera y dos en tren”, alude algún autor. Serían dos, considerando la columna ferroviaria como una sola formada por dos trenes, arrastrado el más largo por dos locomotoras y otro más corto por una, además del tren expreso que había salido antes.
Los cinco efectivos de Asalto alcanzaban en la estación de Ujo al convoy ferroviario, “unos 24 vagones que llenaban dos mil hombres”, uniéndose allí a ella y repartiendo a los mineros hasta llegar a Mieres las armas largas recibidas en Oviedo. Esto declara el guardia Manuel Mier en el Sumario 168/37 que lo condenará a muerte.
De Oviedo habría partido “un convoy formado por tres unidades incorporadas al tren correo que iniciaba a las 21.50 horas en Gijón su recorrido, separadas en Ujo para unirlas allí a dos trenes especiales”, asegura en el Sumario 467/36 el gobernador civil de León, Emilio Francés Ortiz de Elguea, que sería fusilado en noviembre de 1936 con otros muchos notables leales leoneses.
La traición de Aranda
Según anota años después en sus 'Memorias' el alzado general Rafael Latorre Roca sobre las dudas, la indecisión -o ambigüedad-, la vacilación y la tardanza de Aranda en sumarse al golpe de Estado hasta el 19 de julio, es posible que no se contara con él en la conjura para la sublevación, ya que era tenido por republicano, descreído, antipático de Franco y masón, aunque nunca fue lo último. De otro modo, hubiera puesto a buen recaudo la Fábrica de Cañones de Trubia, lo que no hizo.
Afirma además el general que habría estado, desde luego, “comprometido con los revolucionarios asturianos, aunque en los últimos momentos cayó del lado de los patriotas de Oviedo, decantando para ellos la ciudad”. Sería tal vez este el motivo -o uno de ellos- del ostracismo con el que después lo castigaría el dictador.
En el diario 'Mundo Obrero' se publicaría el 7 de agosto de 1936 lo siguiente: “Se tiene ya una referencia exacta de cómo se produjeron en Oviedo los sucesos que han levantado a toda la zona minera asturiana contra la capital. Concretamente se saben las características que presenta la traición del coronel Aranda y la adecuada respuesta que en los momentos actuales le preparan nuestros camaradas. Parece que el mencionado coronel hasta el último momento estuvo ofreciendo a los trabajadores asturianos, como asimismo al gobernador civil, una firme garantía de su republicanismo”.
“Cuando en toda España se producían chispazos precursores del alzamiento militar, varios diputados socialistas, entre los que se hallaban González Peña, Amador Fernández y Graciano Antuña, sostuvieron con el coronel una entrevista en el despacho del gobernador civil, apremiándole para que armase al pueblo. Se habían recibido informes confidenciales de que la tropa andaba presta a sublevarse. El coronel, que taimadamente había maquinado una traición de marca mayor, no tuvo inconveniente en ofrecer a una columna de mineros una cantidad pequeña de armamento, prometiendo equiparla en determinado punto de León, siempre y cuando se organizasen en seguida los medios de trasladarla al mencionado sitio”.
“En el Cuartel de Asalto esperaba la traición”, prosigue narrando el rotativo comunista: “Allí se trasladaron varios camiones de mineros. Mientras tanto, como el tiempo apremiaba y las noticias que en Oviedo se recibían eran cada vez más graves, el coronel Aranda, haciendo siempre protestas de su republicanismo, invitó a los dirigentes obreros a que llevasen al cuartel Santa Clara de Asalto a grupos de trabajadores, que irían siendo armados con el material allí existente. Sin poderse materialmente recelar todavía la traición, fueron compareciendo los obreros en dicho lugar. Cuando se hallaban dentro, el coronel Aranda, desde las galerías donde tenía apostados fuertes núcleos de facciosos (dos secciones de guardias civiles), comenzó a fusilar a las inocentes víctimas que a su merced tenía. En dicho instante las tropas tomaron las calles a sangre y fuego. De Oviedo tuvieron que escapar a punta de lanza aquellos que pudieron por las circunstancias del momento. Entre ellos González Peña y Amador Fernández. Graciano Antuña quedó en poder de los rebeldes”.
Los planes de 1934
Con el envío de la expedición de mineros asturianos pareció materializarse, al menos en su esquema, lo planificado en julio de 1934 en Oviedo en una reunión de responsables de los socialistas Sindicato Minero Castellano de León y Federación de Mineros de Asturias para cuando se produjera el movimiento revolucionario que se preparaba: “Ocasión en la que serán allí (en Asturias) dueños de la situación en dos horas, marchando luego unas columnas a Madrid, armando a los de León para unirse a ellas y continuar todos hacia la capital de la nación, a la que ya entonces se estaba transportando dinamita para ser utilizada en tal momento por los centenares de mineros que arribarían a ella”.
Aparecen tales planes en el documento “sobre el movimiento de octubre” que le intervienen el 30 de julio de 1936 en León en su domicilio, al apresarlo, a Antonio Fernández Martínez, secretario del citado Sindicato, procesado, condenado y fusilado el 21 de noviembre junto a Emilio Francés y otros numerosos directivos políticos y sindicales leoneses. Por diversos motivos estas previsiones no se llevarían a la práctica cuando a primeros de octubre de aquel mismo año 1934 se declaró en el país la huelga general revolucionaria.
19 de julio. Mineros burlados en León
A primera hora de la mañana del domingo día 19 anuncia el diario 'Avance' que de Oviedo y con destino a Madrid, vía Valladolid, ha salido un tren especial repleto de mineros.
En torno a las diez de la mañana llegaba a la Estación del Norte en León, de paso para la capital de España, el convoy ferroviario compuesto por los dos trenes de mineros asturianos, el largo especial y el más corto de vagones sumados a los del tren correo, unas 40 unidades en total. Su arribo sorprendió a los directivos socialistas locales, que se felicitaron por ello y les dieron la bienvenida. Impresionó también al general Carlos Bosch, máximo responsable militar de la plaza y de la provincia, que estaba ya dispuesto a sublevarse siguiendo el ejemplo de Valladolid y sin esperar órdenes de La Coruña, de donde orgánicamente dependía.
Mucha gente, especialmente los obreros, los aclama tras esperarlos, entusiasmada, agradecida y curiosa, en medio del revuelo que supone su llegada. Vitorean también a los expedicionarios que siguiendo una ruta paralela se han adelantado al ferrocarril viniendo en casi una treintena de autobuses y camiones y llegados dos horas antes a las inmediaciones de la misma estación, esperando allí por sus compañeros para desperdigarse después todos por la urbe.
Las promesas “del compañero coronel” Aranda
A unos y a otros se sumaron por el camino mineros leoneses de las cuencas transitadas, como se les añadirían otros izquierdistas en León y en las demás localidades en las que en su travesía iban haciendo un alto. La ciudad les pertenece. Hacen primero una demostración de su poder en plena calle. Algunos tiran petardos, lo que asusta en el extrarradio a los vecinos, que creen que continúan los disparos de la noche pasada, cesando cuando otros los reprenden. Entran en la población por Ordoño II y ocupan el Bar Central, el Café Victoria y otros bares mientras sus mandos reclaman en el Gobierno Civil “las armas prometidas por el compañero coronel Aranda”.
Después, en el Cuartel de Infantería del Cid les suministran pan, chorizo y unas latas de conserva, además de algunos fusiles -mosquetones, no más de unos 200, que les darán más tarde-, que no son, ni mucho menos, suficientes para todos, pues los recién llegados son numerosos. Y corre la voz de que la Guardia Civil les entregará más.
Manda la expedición, de unos cinco mil hombres entre las dos columnas, la ferroviaria y la motorizada, el socialista Francisco Martínez Dutor, sargento retirado que ya se había puesto de parte de la revolución en octubre del 34, y trae como ayudante al obrero Luis Bayón.
La Columna Otero de los cerca de tres mil trabajadores venidos en tren es mandada por quien le da nombre: Manuel Otero Roces, ugetista de Sama de Langreo, el cual caería en febrero de 1937 en la fuerte ofensiva de entonces sobre el cercado Oviedo, y es Alejandro García Menéndez, teniente de Asalto, su jefe de Estado Mayor y quien militarmente la dirige, “vestido de mono azul” y ayudado por tres guardias del mismo cuerpo.
Años más tarde José Otero Roces, uno de aquellos mineros, rememorará: “Salimos al anochecer de La Felguera y llegamos a León por la mañana. Al teniente Menéndez, el pobre, no le hacía caso ni dios. Él hacía lo que podía. Nos acompañaba como oficial del Ejército, más que nada”.
El también teniente de Asalto Francisco Lluch Urbano (de 35 años) es el responsable militar de la Columna Acero de los quinientos hombres que se mueven en camiones, y que capitanea el comunista Damián Fernández Calderón.
Las cifras de la expedición
Hay gran discordancia entre las fuentes respecto al número de efectivos de las columnas, mineros y otros trabajadores, desde los 3.000 del total, a los 4.000, 5.000 e incluso 6.000, y a los 2.000 mil de la columna motorizada. Creemos que pudieran ser entre 2.500 y 3.000 los de la ferroviaria Columna Otero, y en torno a 500 los de la motorizada Columna Acero.
Dos de los expedicionarios aluden varias veces en el Sumario 168/36 a “cuatro mil y pico o cinco mil asturianos partidos de las cuencas mineras”. Ni unos ni otros traen muchos fusiles -más de dos tercios de ellos carecen de armamento-, pero sí abundante dinamita tomada de los polvorines de las minas. El coronel Antonio Aranda les ha dicho que en León, en el depósito militar, les darán armas para luchar en Madrid.
De las tres columnas de mineros formadas y enviadas desde Asturias a la capital de la República por aquel militar, una primera habría partido ya el día anterior, pasadas las siete y media de la tarde, desde Gijón en el último tren expreso diario que la comunicaba con Madrid para llegar allí en las primeras horas de la mañana del domingo 19 -según dirán algunos, o en la tarde de aquel día, según otros-.
Las otras dos que alcanzaban ahora León, la formada por dos trenes y la que viaja por carretera, habían partido horas más tarde, se juntaban en San Marcos, y los efectivos de Asalto que formaban parte de ellas se reunían con el teniente Emilio Fernández Fernández y varios compañeros más de la plantilla leonesa de la 38ª Compañía del mismo Cuerpo, viéndose también al capitán de Infantería Eduardo Rodríguez Calleja con ellos y entre los mineros.
La avanzadilla asturiana desfila por Madrid
Aquella mañana de domingo se decía en Madrid que algunos mineros asturianos, la vanguardia embarcada en los primeros trenes -el expreso que con urgencia había partido de Gijón- y camiones, habían sobrepasado Valladolid, alzado desde la noche-madrugada del día antes, y estaban llegando a la capital. Lo harían por la tarde unos 2.000, atravesando sin tropiezos ni reveses una Castilla ya casi toda sublevada, y con tiempo para ser destinatarios de algunos de los primeros 5.000 fusiles repartidos a los milicianos en la capital. También tendrían ocasión de participar al día siguiente, dirigidos por el teniente coronel Julio Mangada, en la toma del rebelde Cuartel de la Montaña, y de ser algunos de ellos agregados a la artillería que lo asedia y lo rinde.
De aquellos mineros asturianos y leoneses dirá el bañezano Ernesto Méndez Luengo en una de sus obras que llegaron a Madrid en la madrugada del 19 de julio como una pequeña fuerza obrera antifascista armada venida en avanzadilla de una poderosa columna de más de cinco mil efectivos enviados por ferrocarril y carretera en ayuda de las organizaciones que defienden al Gobierno.
Pudieran ser algunos de ellos de quienes el historiador Gabriel Jackson afirma que “un grupo de asturianos fue al hospital militar de Madrid, en Carabanchel, el 16 de agosto para matar al general Eduardo López de Ochoa allí convaleciente, al que hacían responsable de la feroz sofocación de la revuelta de Asturias en octubre de 1934 y de la cruel represión que la siguió”.
El general, bárbaramente asesinado, antiguo masón, y vinculado a la conspiración golpista desde finales de marzo de 1936, había liderado la iniciativa -frustrada, como otras anteriores y ulteriores- de asestar en Madrid un improvisado, audaz, y sangriento golpe de mano el 11 de mayo, cuando Azaña se dirigiera al Congreso con la comitiva oficial tras su toma de posesión como presidente de la República el día antes.
Próxima entrega: domingo 23 de marzo.
José Cabañas González es autor del libro Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León. Con una Primera Parte: El Golpe de julio de 2022, y la Segunda Parte: La Guerra, de junio de 2023, ambas publicadas en Ediciones del Lobo Sapiens. Esta es su página web