Entrañable, amena y solemne fue este fin de semana la presentación en Villablino del libro 'El inxeniousu fidalgu Don Quixote de La Mancha', primera y única traducción al patsuezu de la universal obra de don Miguel de Cervantes en un concurrido acto en las instalaciones de la Fundación Sierra Pambley.
Entrañable y ameno, por las intimidades propias de todo el proceso de confección de la obra publicada. Por la relación entre el mecenas, Julián Fernández, y el traductor Manuel Gancedo que, según confesó este último, después de seis años de contacto telemático no se conocieron físicamente hasta ayer mismo.
También Por el cariño hacia el traductor del público, la familia y las personalidades que le acompañaban en el acto. Una estima fácilmente perceptible en los rostros de relajada atención de los asistentes a la narración que Manolo hizo del porqué y el cómo se hizo posible esta ardua labor de traslación a la legua vernácula de la extensa obra.
Un mecenas 'escondido'
Entrañable también por el cariño mostrado por todos los oradores hacia la persona de Julián Fernández, instigador y promotor de esta obra y de centenares más como mecenas, que hizo posible la publicación y reunir en el acto a tan ilustres personalidades. Permaneció en un segundo plano, “escondido entre el público”, hasta que al finalizar lo forzaron a darse a conocer y decir unas palabras. Y en ellas agradeció sus elogios: “Ya sé que el halago debilita, pero me ha resultado agradable”. Además, fue él quien realizó y preparó una exposición con varios paneles explicativos sobre El Quijote en las escuelas e hizo posible el reparto de una bolsa con regalos a todos los asistentes al acto.
Julián Fernández es un exitoso empresario cántabro, con raíces familiares en San Miguel de Laciana, lugar de nacimiento de sus ancestros incluido su padre. Su abuelo Amador Fernández, fue alumno de la novena promoción de la Escuela de Sierra Pambley en Villablino. Un reconocimiento y recuerdo a estas raíces es este libro, que en su contracubierta reproduce una foto de los alumnos y profesores de esa promoción.
No es frecuente reunir en un acto de presentación de un libro, en el ambiente localista del mundo rural y de un dilecto autóctono, a un grupo de personalidades de reconocido prestigio, como las que acompañaban a Gancedo. El primero en tomar la palabra fue el presidente de la Sociedad Cántabra de Escritores, José Ramón Saiz, en su primera visita a Laciana, un viaje en el que estuvo acompañado de un grupo de más de 30 personas llegadas en autobús desde Santander. Dijo sentirse feliz de poder participar en el acto y tuvo elogiosas palabras para Julián Fernández.
“Hace diez años, a través de Amichi editó y costeó El Quijote en cántabro, para evitar que nuestra comunidad fuese la única del estado que no propiciara una edición propia con motivo del IV Centenario”. Y ahora, “con la edición en patsuezu , rinde homenaje a sus antepasados que eran naturales del Valle de Laciana”.
Patsuezu en la lengua y el corazón
Esther García, presidenta de la Asociación de Escritores de Asturias, tomó la palabra a continuación. Se dirigió a los asistentes en una variante del bable occidental, muy similar al patsuezu. Y en su intervención hizo un alegato en favor de la conservación y difusión de las lenguas autóctonas minoritarias.
Manolo Gancedo transmitió su peripecia vital con el patsuezu. De como un madrileño con raíces lacianiegas terminó logrando acometer esta laboriosa traducción que le ocupó más de dos años de su vida de jubilado. Demostrando que hay jubilaciones muy productivas y provechosas.
La concejal de Cultura de Villablino, Mercedes Fisteus, leyó un texto del patrono de la Fundación Sierra Pambley, Pedro González, quien no pudo asistir al acto. En el que incidió en la confraternidad entre Sierra Pambley con el geólogo, mineralogista y zoólogo cántabro Augusto González de Linares, uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza.
Cerró el acto Francisco González de Posada, socio de honor y Estela de Oro de las Letras de Cantabria 2024. Prologuista de la edición, afamado y experto conocedor de la obra cervantina, con sus artículos, conferencias, participación en simposios y multitud de actividades relacionadas. Su presencia y palabras dieron a la mañana el empaque y porte más académico del acto. Comenzó con un comentario filológico, recordándole a la representante municipal, la señorita Fisteus, que su acreditación “es conejal, como nos manda la filología, no concejala”.
Entre la exposición de sus conocimientos sobre la novela cervantina, propuso tanto al traductor, Manolo Gancedo, como al filántropo y mecenas, Julián Fernández. Organizar una presentación solemne de esta edición en el Instituto Cervantes.
Por fin, dio a entender que este no va a ser su último prólogo a una obra quijotesca, pues recientemente, “hace tres meses me han encargado el prólogo”, para la obra “El diccionario moral del Quijote”, del catedrático emérito de sociología de la Universidad Complutense, Francisco Parra Luna.