Ponferradina y Cultural, los centenarios encadenados de dos equipos que son algo más que clubes de fútbol
Los conjuntos representativos de los dos principales núcleos de la provincia de León llegan a un siglo de vida en buen estado de salud y con una rivalidad deportiva que retroalimenta la territorial
El 8 de septiembre de 1923 se enfrentaron por primera vez la Deportiva Ponferradina y la Cultural Leonesa. No hay consenso sobre cuál fue el resultado. El partido sí abrió una trayectoria paralela de dos entidades que son algo más que simples clubes de fútbol para sus ciudades y zonas de influencia respectivas hasta el punto de que Renfe y Feve ajustaban horarios de los trenes a los partidos. Y, pese a no coincidir muchas veces en la misma categoría, fueron forjando una rivalidad deportiva que en cierto modo retroalimenta la territorial entre los dos grandes núcleos de la provincia. Cien años después, ahora sí hay consenso para destacar la actual estabilidad institucional y económica que hace presagiar un buen futuro alejando la sombra de la desaparición que llegó a cernirse sobre ambos.
El partido del 8 de septiembre de 1923 (día de la Encina) sirvió para inaugurar el campo de Santa Marta y alejar otra sombra, la que llegó a amenazar con convertir el Castillo de los Templarios en estadio de fútbol. La posibilidad, rocambolesca a los ojos de hoy, se sustentaba en argumentos como su idoneidad para controlar el acceso sin burlar la compra de entradas. Habían llegado a encargarse las obras para allanar el terreno cuando una iniciativa logró arrancar para la fortaleza la condición de Monumento Nacional. El investigador y cronista deportivo José Cruz Vega, que certificó con documentos el cambio de partida de nacimiento de la Ponferradina para retrasarla de la primera versión de 1905 al 7 de junio de 1922, sugiere que el fútbol llegó a la zona por influjo de personas que estudiaban fuera de la ciudad.
Rodrigo Ferrer, autor del libro 'Historia de la Cultural y Deportiva Leonesa: 90 años de una parte de nosotros', pone como fondo histórico de la masiva creación de clubes de fútbol en aquella década la plata cosechada por la selección española en los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920, los que asentaron la identificación de la 'furia' con el 'A mí, Sabino, el pelotón, que los arrollo'. La tendencia llegó a León, “una ciudad de pequeña, pero con cierto poder económico, de provincias”. La Cultural se fundó el 5 de agosto de 1923 con un espíritu abierto para acoger varias disciplinas, “aunque al final se impuso el fútbol”. Apenas un mes después ya tuvo lugar el primer partido contra la Deportiva Ponferradina, el que abrió una rivalidad que también cumple un siglo ahora que ambos centenarios se encabalgan en el tiempo.
El fútbol había llegado unos años antes. “Hubo más equipos en la zona, pero la Ponferradina fue el que conservó el nombre”, cuenta Cruz Vega para acreditar que el berciano es el más antiguo de Castilla y León ahora que rastrea documentos que sitúan partidos ya en 1908 con motivo de la coronación de la Virgen de la Encina y la concesión a Ponferrada del título de ciudad. La Cultural se sumó a la ola de los felices veinte hasta chocar contra los efectos del crack del 29, cuya repercusión económica lo dejó sin competir entre 1931 y 1935. No llegó a desaparecer. “No hubo ni sentencia judicial ni acuerdo de los socios para ello”, precisa Ferrer. En la temporada 1935-1936, Ponferradina y Cultural volvieron a enfrentarse.
"En los años cuarenta Renfe y Feve retrasaban los horarios de los trenes para que los aficionados pudieran regresar a sus pueblos"
La Guerra Civil puso un paréntesis, si bien en Ponferrada incluso se documentan partidos amistosos en los que participan militares destacados en la zona. La dureza de la posguerra se mitigaba en la capital berciana con un período de ebullición económica que le endosó a la ciudad el apelativo de la Ciudad del Dólar. “No había muchas distracciones. Y el fútbol atraía a la atención. La afición era muy fiel”, cuenta Cruz Vega. La Cultural también retomó la actividad. El hecho de que el fútbol ya era todo un acontecimiento social en un país desolado por las consecuencias del conflicto fratricida lo ilustra Rodrigo Ferrer con una anécdota: “En los años cuarenta Renfe y Feve retrasaban los horarios de los trenes para que los aficionados pudieran regresar a sus pueblos”.
Aquella temporada en Primera
La Cultural, que en su etapa inicial protagonizó una itinerancia de campos hasta jugar incluso cerca de la plaza de Guzmán, vivió el primero de sus grandes momentos históricos con el fugaz paso por la Primera División en la temporada 1955-1956, la que supuso el comienzo del reinado del Real Madrid en la Copa de Europa. Salvando las distancias, Rodrigo Ferrer destaca el impacto promocional que supuso aquella aventura en la élite. “Se hablaba de la Cultural en los periódicos y las radios de Madrid”, destaca para situar los otros dos hitos históricos en la pujanza del equipo en Segunda División a principios de los setenta y los primeros años del cambio de siglo con el estreno del actual Estadio Reino de León.
La Ponferradina asentó su primera edad de oro sobre el campo de Santa Marta, en la parte alta de la ciudad. Casa Cubelos, el mítico bar y restaurante junto al puente fundacional rebautizado popularmente con el apellido del negocio, está en el ecuador de una Ponferrada en la que el relevo económico lo tomaba ya la parte baja, en la órbita del barrio de La Puebla. Ramón 'Nino' Cubelos, el que en 2009 echó la trapa de la casa de comidas que hizo del pulpo su principal enganche, se recuerda ya de niño vinculado al fútbol. “Todos los jugadores pasaban por el bar y me subían a ver los entrenamientos y los partidos”, cuenta. Fue a principios de los sesenta tercer portero del club. “Apenas jugué un amistoso”, matiza quien pasó mientras hacía la mili por la cantera del Real Madrid.
Había dos itinerarios para subir al campo de Santa Marta: por el Castillo o por General Vives. Las familias iban unidas. “Pero las mujeres se quedaban en el parque” del Plantío, señala Marcos Tyrone, que fue por primera vez con seis años en 1958. “Los niños no pagaban. Y entrábamos de la mano de cualquier señor”, dice. Muchos años antes de convertirse en capitán y ostentar la condición de máximo goleador de la historia blanquiazul hasta que fue superado por el brasileño Yuri de Souza, se recuerda de chaval dedicando un día del fin de semana al fútbol y otro al cine.
Nacido en la cuenca minera de Fabero, Mariano Arias Chamorro 'Marianín' podría haber sido el máximo goleador de la historia de la Ponferradina, que no supo ver las cualidades de este delantero apodado por su fiereza en el área 'El jabalí del Bierzo'. Hacía la mili en La Virgen del Camino cuando firmó por la Cultural ya sobrepasado el ecuador de la década de los sesenta hasta ser parte protagonista de aquella segunda edad de oro que cristalizó con el ascenso a Segunda División a principios de los setenta e incluso rondar en la campaña 1971-1972 los puestos que la habrían devuelto a Primera División. “Había un ambiente increíble con el ascenso a Segunda”, rememora.
José Magín Cantón, 'Magín' para todos en León, ya iba de niño al fútbol con su padre, Sindo, que tenía el carné de socio número 15 de la Cultural Leonesa. Hacían la tarde en La Puentecilla, primero pasaban por el bar y luego al campo de fútbol rebautizado después como Antonio Amilivia. Hay una que está grabada a fuego en su memoria: la lluviosa de junio de 1971 en la que la Cultural consumó el ascenso a Segunda frente al Bilbao Athletic. Cayó una tromba de agua. Su padre, que rompió unos cuantos transistores sufriendo por derrotas del equipo, estaba desesperado por un paraguas que no le dejaba ver el partido. “No se cogía en el campo. Fue uno de los partidos que más me prestó”, resalta quien ahora está vinculado a la iconografía culturalista con una chapela, un bombo y una cuchara de madera al recordar el gol de Javier Larrauri.
Con el corazón partido
“¿Vas a ir a León, con el frío que hace?”, le preguntó su madre a Javier Larrauri cuando le contó que había fichado por la Cultural Leonesa todavía sin sospechar que se convertiría en el héroe del ascenso. Llegó algo así como bendecido a una ciudad en la que ya a las primeras de cambio conocería a la que luego sería su mujer, con la que se recuerda abordado por aficionados mientras paseaban de novios por la ciudad. “Esta gente me da de comer”, le decía. “La gente vivía por y para la Cultural”, rememora ahora este vasco de nacimiento al relatar una carrera itinerante primero como cedido por el Real Madrid que le depararía luego el paso por el eterno rival, la Deportiva Ponferradina.
'La ciudad de Ponferrada saluda al pueblo de León', rezaba una pancarta jocosa para dar la bienvenida a la afición de la Cultural a la capital berciana. "Hasta me hizo gracia", confiesa Larrauri, que pasó de culturalista a deportivista
La curiosa circunstancia hace del de Larrauri uno de los testimonios más acreditados para hablar de una rivalidad deportiva que dejaba anécdotas que han pasado a la historia como aquella pancarta jocosa que rezaba 'La ciudad de Ponferrada saluda al pueblo de León' para dar la 'bienvenida' a los aficionados culturalistas al llegar a la capital berciana. “Hasta me hizo gracia”, admite quien pasó de componer una mítica delantera junto a Ovalle, Villafañe, Marianín y Zuazaga a alienarse junto a Marcos Tyrone o Paco Varela en una Ponferradina que ya había dejado el campo de la parte alta de la ciudad para jugar en el de la localidad de Fuentesnuevas.
Menos amable era la rivalidad para un berciano convertido en 'cazurro' como Marianín, que las pasó canutas en un derbi de rivalidad territorial en el que fue expulsado en Ponferrada. “Y la Ponferradina ya me había denunciado por considerar ilegal mi carta de libertad en el Bembibre”, señala. “Lo pasé bastante mal. Yo defendía al equipo que me daba de comer”, reconoce. Claro que la rivalidad deportiva no era ni mucho menos exclusiva de la provincia de León, como comprobó cuando fichó por el Oviedo (con el que sería Pichichi e internacional por España) y tenía que enfrentarse al Sporting de Gijón.
“La rivalidad era más fuerte entre la grada que entre los jugadores”, tercia Tyrone, que se asentó como capitán blanquiazul en un momento en el que había decaído la afición con el traslado a Fuentesnuevas y en el que la coincidencia en la misma categoría con equipos de localidades cercanas como Bembibre, Cacabelos, Toreno o Fabero también alentaba un enfrentamiento comarcal. “Había esa rivalidad, pero la Ponferradina llenaba esos campos”, apunta Nino Cubelos, que ya era entrenador cuando a principios de los ochenta compuso un equipo íntegramente formado por bercianos que plantó cara al Sporting de Gijón en la Copa del Rey. Compatibilizar el banquillo de Fuentesnuevas con la barra de la casa de comidas cuando en cada parroquiano se esconde un seleccionador nacional no resultó sencillo: “Entrenando las pasé canutas”, confiesa.
“La rivalidad no fue de siempre. Al principio, los clubes estaban en esferas distintas”, considera Rodrigo Ferrer para situar el comienzo en los años cincuenta. Preguntado por hasta qué punto ese enfrentamiento deportivo alimenta el territorial, sostiene que ambos ámbitos “se confunden” en la medida en que “al final hay un pique de dos ciudades que lo quieren trasladar a sus zonas” hasta tachar la rivalidad de “un poco artificial” habida cuenta de la existencia de cierto trasvase de aficionados entre uno y otro lado del Manzanal o de enseñas de la Cultural en zonas como el Bierzo Alto.
De las travesías por el desierto a la consolidación
Los dos clubes atravesaron sus particulares travesías del desierto. La Deportiva lo hizo a mediados de los noventa cuando una nefasta gestión económica la puso al borde de la desaparición, esquivada tras una campaña solidaria que incluyó recaudación a pie de calle con venta de botellas de vino. Tyrone, que ya había colgado las botas y entrenaba a los juveniles, se enorgullece de cómo la cantera salió luego al rescate en momentos de horas bajas que se compensaron cuando justo en el año 2000 el club regresó a la ciudad con el estreno del Estadio El Toralín, creció en masa social, saneó su economía y en 2006 subió por primera vez a Segunda División, curiosamente con el gol de un deportivista con pasado culturalista como Fran, en cierto modo el envés del caso de Larrauri.
Los dos clubes, que sortearon la desaparición en algunos momentos, pueden presumir ahora de estabilidad institucional y económica, así como de instalaciones
La Cultural, que se citó varias veces sin éxito en varias promociones de ascenso a Segunda División, también vivió su tercera edad de oro con el cambio de escenario y el estreno del actual Reino de León, a lo que Rodrigo Ferrer suma la concatenación de varias participaciones de mérito en la Copa del Rey, “la competición que más alegrías ha dado”, tras superar otra mala racha económica y burlar la espada de Damocles de la desaparición.
El caso es que los dos clubes soplan las velas del centenario en buen estado de salud. Marianín, que penaba cuando jugaba en Ponferrada, hoy destaca el trato exquisito de la directiva blanquiazul. Las instalaciones de ambos son modélicas. “Siento envidia de que no se hubiera hecho antes El Toralín”, admite Tyrone. Con la Ponferradina en Segunda y la Cultural en la rebautizada como Primera Federación se cierra por ahora una historia centenaria de dos entidades que son para sus zonas algo más que simples clubes de fútbol.
Las aficiones
La grada como termómetro social
La Ponferradina siempre fue la reina deportiva del Bierzo, un protagonismo que al otro lado del Manzanal la Cultural ha tenido que compartir con los años gloriosos del Elosúa de baloncesto o el Ademar de balonmano. Y eso condiciona en alguna medida la masa social de los clubes, aglutinada en torno a federaciones de peñas que también viven a veces al compás de los resultados deportivos o de la situación económica.
La Federación de Peñas de la Ponferradina se constituyó coincidiendo con el primer ascenso del equipo a la Segunda División en 2006 para coordinar actividad y desplazamientos. “Y no necesariamente se ha resentido cuando ha habido malos resultados”, advierte su presidenta, Carmen de la Puente, que venía de la Peña Infierno Verde del JT de baloncesto hasta desembocar en la Piratas del Sil del fútbol. “El baloncesto nunca llegó a hacer sombra. Tampoco el pabellón tenía gran capacidad. Había más tirón cuando jugábamos en El Plantío al aire libre”, señala ahora que El Toralín ya se empieza a quedar pequeño.
“Aquí tenemos diez meses de invierno. Y la gente se acostumbró a ir a los pabellones”, cuenta Nino Cubelos al hilo de sus experiencias en ciudades como Burgos, Ponferrada o León. “Somos el Reino 'del Catarro'. Pero en León la Cultu siempre fue la Cultu”, tercia el presidente de la Federación de Peñas de la Cultural Leonesa, Jorge González Prieto, sin obviar que hay colegas que compatibilizan hasta tres carnés de socio entre el fútbol, el balonmano y el baloncesto.
González Prieto admite que los resultados marcan el diapasón de una animación social que está costando arrancar en la capital leonesa. “El año que ascendió a Segunda se crearon muchas peñas”, dice contraponiendo en primera persona el ejemplo de la suya, El Emburrión, nacida justo tras el descenso inmediatamente posterior. “En el fútbol quedan los culturalistas de verdad”, apunta José Magín Cantón, que sabe lo que es levantar muchas veces a una afición caída. “La afición es fría. Muchas veces tenía que animar el equipo a la afición”, constata Marianín.
Con el paso del tiempo y los éxitos deportivos, la Ponferradina se ha convertido en un estandarte de la ciudad y la comarca. “Es un baluarte. La Encina y la Ponferradina son un sentimiento de todo el Bierzo”, sostiene Marcos Tyrone con el orgullo de ser el futbolista que más veces ha portado el brazalete de capitán blanquiazul. “Es un icono representativo”, coincide José Cruz Vega, que cerró su trayectoria como cronista deportivo en la temporada 2006-2007, la primera en Segunda División: “Y me llamaban muchos compañeros para ver dónde estaba Ponferrada. Nos situó geográficamente en el mapa”.
Aun siendo un “estandarte” de la ciudad, el presidente de la Federación de Peñas de la Cultural considera que León tiene otros referentes por encima de su club de fútbol. “Cuando hablas de León, lo primero que la viene a la gente de fuera es la Catedral y el Húmedo”, indica Jorge González Prieto, quien considera que en la temporada 2017-2018, la última en Segunda, “sí se producía esa identificación”.
Lo que cada vez cuesta más es ver jugadores de la tierra en sus alineaciones. ¿Resta eso identificación con la grada? “Aunque se echan de menos, si no los tienes, no te penaliza; y si los tienes, es un plus de imagen”, responde Rodrigo Ferrer. Nino Cubelos apela a la competitividad en una categoría profesional. “Creo que es necesario que haya gente del Bierzo”, opone Tyrone. El debate se solapa también con el de la paternidad de la gestión y la financiación ahora que en la Cultural entraron fondos procedentes de Catar (adonde llegó a ir Magín con su bombo) en una tendencia cada vez más extendida.
Lo cierto es que la Ponferradina y la Cultural son embajadores y factores de dinamismo económico principalmente para la hostelería y el turismo de sus zonas, si bien el fútbol moderno ha introducido elementos como horarios intempestivos que dificultan el desplazamiento de aficionados. Con carácter más intangible, sus buenos resultados representan dosis de autoestima para zonas castigadas por las crisis y la despoblación. Y son, finalmente, un elemento de evasión, una premisa que justifica Rodrigo Ferrer (“la gente también tiene derecho a pensar en otras cosas dos horas a la semana”) y enfatiza Nino Cubelos al plantearle la hipótesis de que la Ponferradina ascendiera a Primera: “Me pondría loco de contento”.