Poeta, narrador, saxofonista de jazz, miembro fundacional de revistas como 'Cuadernos leoneses de poesía' o 'El signo del gorrión', Ildefonso Rodríguez es uno de los grandes valores actuales de la provincia de León.
Eligió vivir en su tierra, donde se siente a gusto, aunque “uno nunca sabe del todo cuánto hay de elección en esto de vivir aquí o allá”, se plantea Ildefonso, sobre todo “si pensamos en grandes números (emigraciones, exilios, destierros, deportaciones), qué privilegio pasar la vida en el lugar de origen. O qué condena, claro. Yo paso un día no y otro sí por delante de la casa donde nací (suena a copla)”. En la actualidad vive en Villabalter, el pueblo de su amigo, el entrañable Justo Fernández Oblanca, quien fuera Decano de la Facultad de Educación de la Universidad de León. “Qué bien se vive aquí, si podemos tener, de cuando en cuando, lo que otro gran poeta, Juan Larrea, llama 'Afueras periódicas'”, apostilla con ingenio.
Autor de varios poemarios, además de libros narrativos como 'Son del sueño', 'El jazz en la boca', o bien un libro-disco titulado 'Inestables, intermedios' (Editorial Eolas, 2014), el músico y escritor Ildefonso no distingue entre contar y cantar. No en vano, es profesor de un Aula-Taller de Improvisación en la Escuela Municipal de León desde hace bastantes años. Y la relación entre escuchar y tocar, leer y escribir, es absoluta en su caso, y sólo le resulta concebible desde la perspectiva del deseo, porque la enseñanza que no excite el deseo, según él, es inútil y dañina. “El problema es que el Sistema lo es por algo y tiende a amordazar”. No obstante, reconoce que él ha tenido la suerte de contar con buenos maestros y maestras como Lucio García Ortega, Doña Carmen Lorenzana, o su propio abuelo, el maestro Don Eutimio...
Si pensamos en grandes números (emigraciones, exilios, destierros, deportaciones), qué privilegio pasar la vida en el lugar de origen. O qué condena, claro.
Si bien Ildefonso comenzó con la escritura y la afición al saxo le llegó después, hubo algo que apareció junto desde el principio: “la escritura libre y el jazz”, aclara este artista que sigue escribiendo sin saber qué forma tiene lo que escribe, que sigue tocando fiándose del primer impulso improvisado, siempre procurando que el saber acumulado a lo largo de los años no sea impedimento. De ahí surge 'El jazz en la boca', un libro escrito con apuntes experienciales, “iluminaciones, estampas, sueños que pueden aclarar (o confundir aún más) el terreno de juego, pues no nos engañemos, estamos hablando de juegos, es de lo que se trata, de jugar (jouer, play). El libro tiene un último capítulo, 'Número y neuma', dedicado por completo a la escritura en libertad. Todavía no sé de nadie a quien hayan beneficiado sus posibles enseñanzas”.
Esta pasión, tanto por la escritura como por la música, le ha llevado a publicar su hasta ahora último libro-disco, 'Inestables, intermedios'. Un 'librisco', en afortunada expresión de su amigo el poeta Ricardo Pochtar, que está funcionando bien, porque quienes lo leen y escuchan a la vez le dicen a su autor que van bien juntos, el oído y el ojo. “Un privilegio, publicar por fin juntas poesía y música gracias a la generosidad de Héctor Escobar... Ahora Héctor es amigo (y no es poca su ayuda). Editor fogoso y lanzado, tiene ilusión, que es lo más importante en este negocio y en todos, en la vida. Además es cuidadoso, atento, educado. ¿Qué más puedo pedir? Hombre, que un día, salvadas las distancias estilísticas (yo no seguí mucho a los Flechazos, estaba en otras zonas, y eso que soy más mod que otra cosa) toquemos un mambo juntos”.
Un privilegio, publicar por fin juntas poesía y música gracias a la generosidad de Héctor Escobar...
En cuanto a sus facetas como poeta y narrador, también las concibe como íntimamente relacionadas. “De hecho, yo siempre le pido a un poema que me cuente algo”, matiza este creador, que reivindica los poemas narrativos de Celan, a Pavese y su poema 'Los mares del sur', qué menudo relato, (“el prestigio del que vuelve de lejos y pone una gasolinera y se dedica a contar historias que nadie podrá rebatir, no hay testigos. Qué buen plan de vejez: 'La vida debe vivirla uno lejos de su pueblo...'”), todo lo que se cuenta por ejemplo en 'La tierra baldía' o 'La Hydra reverberante' de su colega Víctor M. Díez. “El que escribe siempre tiene que contar algo de lo que vio allí (esté donde esté situado ese allí). Si no nos da un detalle, algo, es que o no estuvo allí o no vio nada”.
Ildefonso, cuya poesía podríamos calificar de surrealista, se ha dedicado sobre todo a contar sueños, como queda constancia en su 'Disolución del nocturno' (Editorial Amargord, 2013), aunque también nos muestra estampas vistas por la calle, como ocurre con 'Despierto y por la calle', una sección en Tam-Tam Press, que está estupendamente ilustrada por Julia D. Velázquez. Asimismo, Ildefonso, que tiene una considerable obra publicada, cuenta con varios inéditos, “prosa porosa”, recuerda que decía Gabriel Ferrater.
Cuenta Ildefonso que su afición por la escritura creativa se forjó a partir de las redacciones escolares a resultas de su carácter (“el carácter es destino”), su forma de ser, sus impulsos propios. Confiesa que era un niño obediente y buen estudiante. Pero también un jugador infatigable. Dice tener dotes para la imitación apayasada, pero no se comporta de un modo dócil ante los modelos. “Hago grupo, pero disfruto perversamente la soledad. Así que cuando empecé a escribir me pareció natural escribir de esa manera, lo que me daba la gana. Y pronto apareció la urgencia, la función de aquello: ser poeta, dedicarse a ello, pero sin ceder en nada de lo tuyo. Y así me va, claro. Eso era escribir: el primer libro medianamente logrado lo titulé 'Libre volador'”.
Y después, en la adolescencia, continuó con su amigo poeta Miguel Suárez haciendo descubrimientos literarios decisivos: Rimbaud, Machado, Ginsberg, Pound, Tzara, Breton, Paz, Lorca, “al que adorábamos”.
Luego cada cual se buscó a los suyos. En su caso, Malcolm Lowry, Kerouac, Bruno Schulz son decisivos para su manera de contarse lo que ve, lo que sueña, lo que imagina. Y Cortázar, el primero de todos, es el gran maestro, aparte de su amigo y maestro el poeta Antonio Gamoneda.
El que escribe siempre tiene que contar algo de lo que vio allí (esté donde esté situado ese allí). Si no nos da un detalle, algo, es que o no estuvo allí o no vio nada.
Nostalgia de otra época
Rememora con nostalgia aquella época en que fundara revistas como 'Cuadernos leoneses de poesía' y 'El signo del gorrión', porque se define como un escritor de grupos, pandillas, grupúsculos, revistas. “Creo que son lo mejor de la escritura, la esponjan en lo colectivo, en el intercambio, en la política de los encuentros. Como músico diría que son la orquesta que busca el solista, y yo he tenido la suerte de haber estado en buenas orquestas. Lo mejor, lo más divertido (y vivido y amargo también a veces) de mi vida como escritor fue haber hecho aquellas revistas y haberlas hecho con todas y todos con quienes las hice. ¡Qué nivel!”.
Ildefonso, que ha recibido al menos dos premios literarios, el Rafael Alberti por 'Mis animales obligatorios' y la Bienal Provincia de León por 'La triste estación de las vendimias', ha sido incluido en algunas antologías decisivas como 'Esto era y no era' (Ámbito, 1985) y 'La prueba del nueve' (Cátedra, 1994) además de en 'Fruta extraña. Casi un siglo de poesía española del jazz', de Juan Ignacio Guijarro (Fundación José Manuel Lara, 2013). “Hace un tiempo lo recordaba en público, con Miguel Casado, el autor de 'Esto era y no era' delante: el que alguien te dedicara un capítulo a ti, prácticamente inédito, al lado de Claudio Rodríguez o Aníbal Núñez, qué pasada. Y, fíjate, allí estaba también Antonio Ortega, el autor de La prueba del nueve, una antología que es importante por ser única, original, no clonada. O sea, seguimos juntos, antólogos y antologizados, y que sea por muchos años”.
En estos momentos, Ildefonso está con una nueva obra en marcha. “Pero hay varias marchas –precisa-. Hacia delante, lo que hay es lo de siempre, lo que el último libro publicado expulsó, las piezas que no entraron en él, por razones compositivas, por azares, por olvidos. Esas piezas, como seres coleantes, piden atención. Entonces, uno abre la carpeta azul, la de las gomas, y a ver qué queda aquí; y vuelve a barajar. Pero hay también la marcha hacia atrás, como los cangrejos o los zapateros (acuáticos)”. En su caso, repasa, resoba un manuscrito del que adelanta el título (“por si aparece editor”): 'Ciclo Tierra de Campos (inacabado). Aventuras de tres amigos en los tiempos del nacionalcatolicismo'. “¡Qué locura! Y encima, inacabado –se lamenta-. Mi única defensa es tratarlo como si fuera el clásico manuscrito encontrado en un arcón; y en cuanto al subtítulo, todo hace pensar que el nacionalcatolicismo, versión patria fundamentalista del fascismo, nunca se ha ido del todo y cada día está más presente”.
Entrevista breve a Ildefonso Rodríguez
“Escribo porque me da la gana”
¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?
¿Uno? 'Las tiendas de color canela', de Bruno Schulz.
Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).
Don Quijote.
Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).
No pude terminar 'El jinete polaco', de Antonio Muñoz Molina. Los libros de Felipe Benítez Reyes, ni siquiera los intenté.
Un rasgo que defina tu personalidad.
Un pasito adelante, un pasito atrás.
Portada de Disolución del nocturno
¿Qué cualidad prefieres en una persona?
Como Robert Walser, la cortesía.
¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
Pregunta descomunal: siempre he sido un poco pasota. Pero voto y, si quieres, te digo a quiénes voto.
¿Qué es lo que más te divierte en esta vida?
Jugar (play, jouer) con las amigas y los amigos. A solas, también, pero es distinto.
¿Por qué escribes?
Perdona que aquí me extienda un poco más. Hace unos días mi amigo Bernardo Martínez me pasó una entrevista que le habían hecho cuando estrenó su primer grupo musical, hace muchos años. A la pregunta, ¿por qué tocas?, respondía: Porque me da la gana. No encuentro mejor respuesta para la tuya. Con sinceridad.
¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
No estoy en ellas. Estoy, y encantado, en el 'maileo': recuperación feraz y feliz del carteo que habíamos perdido casi. Yo siempre fui de escribir cartas. Ahora las escribo (a veces kilométricas) sin pegar sello. ¡Qué regalazo!
¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
Lo que tengo más mano, los papelines en los que apunté algo contra el olvido, la última canción que me ronda, lo que salta de un rincón...
¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
'Tam-Tam Press'.
Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.
A ver, a ver... Pues la que le oí decir a Andrés, un niño amigo (cinco años) este verano, cuando la familia ya se despedía: “Aunque dé besos, no pienso irme...”.