'Padre no hay más que uno 5': nido repleto

Santiago Segura y sus taquillazos de verano parecen haberse convertido en una constante del cine español desde que Padre no hay más que uno (2019), la primera y sin duda más salvable de la saga, recaudara cerca de 14 millones de euros. Los números están ahí y después llegarían la segunda parte, con 11 millones de euros, ¡A todo tren! Destino Asturias (2021) con ocho millones, una tercera aventura familiar con 15 millones y medio, Padre no hay más que uno 4 (2024) acercándose de nuevo a los 14 millones, y finalmente la cinta que nos ocupa y que en solo unos días desde su estreno ya ha dado claros síntomas de convertirse en el nuevo blockbuster del cine patrio. Son todos filmes de muy discutible calidad y a los que cuesta encontrar algún valor cinematográfico, pero también capaces de atraer público a las heroicas salas de cine con precisión estival e indiscutible efectividad.

Con Padre no hay más que uno 5 estira el chicle de las peripecias de la familia de ficción que se ha montado hasta limites bochornosos. Ya no queda ningún atisbo de aquellas pequeñas pinceladas de humor mínimamente gamberro y original que encontrábamos en la primera parte y el nuevo guión está escrito como quien hace tornillos en una factoría, con rutinaria desidia. No se trata de pedirle algún recurso cinematográfico fuera de lo común, sabemos a lo que vamos, pero a su vulgar tono televisivo en la forma se unen unas cuantas situaciones que son resueltas con unos diálogos tan ñoños e impostados que causan rubor.

En esta ocasión la casa está repleta de gente y la película se mueve con cierta aunque convencional gracia mientras se suceden las situaciones con los niños, los choques generacionales y los enredos cotidianos que caben en el hogar, unos más hilarantes que otros pero la mayoría buscando la sonrisa del espectador desde cierta simpleza cómica. Porque de nuevo Santiago Segura decide no arriesgar lo más mínimo, ha encontrado la fórmula del éxito y se trata de seguir alimentando la gallina de los huevos de oro. Nada que objetar al afán recaudador, pero tampoco podemos celebrar su falta de riesgo creativo o la ausencia total de audacia en su propuesta. Está muy bien que la gente se refugie al abrigo del aire acondicionado de las salas mientras afuera se quema el mundo, que sea cine para disfrutar en familia y sin pedantes prejuicios estorbando el espectáculo, pero eso no quita que también tengamos que recordar que el humor también puede ser complejo e ingenioso.