El Auditorio 'Ciudad de León' recibe este viernes a dos pesos pesados de la escena española. Los actores Concha Cuetos y Ernesto Alterio protagonizan 'Yo, el heredero', una comedia de gusto amargo escrita por el dramaturgo italiano Eduardo di Filippo en el año 1941 y que invita al público a reflexionar sobre la caridad y los falsos valores.
La obra, dirigida por el napolitano Franceso Saponaro, como en otros textos de Di Filippo, gira en torno a la herencia, aunque en esta ocasión con un curioso y extravagante matiz. El protagonista, Ludovico Ribera, pretende heredar la caridad de la que había vivido su padre, Próspero, y que durante treinta y siete anos le había dispensado el patriarca de la acaudalada familia Selciano.
Con firmeza, ironía y cinismo se presenta en casa del abogado Amadeo, hijo del viejo y caritativo Selciano, dispuesto a ocupar el lugar tanto físico como sentimental que había dejado su progenitor a su muerte y del que reivindica ser merecedor con irrefutables argumentos, y con alguna que otra muestra de fuerza bruta. La historia se repite y Ludovico Ribera, como su padre, se dispone a continuar con lo bueno y lo malo de ser mantenido por los Selciano: sufrir la burla de la familia y, a su vez, disfrutar del amor clandestino de una de las mujeres.
Eduardo di Filippo se escuda en esta historia para lanzar una crítica a esa pretendida caridad de la sociedad burguesa, mostrando otros aspectos implícitos. Por un lado, el beneficio que supone para quien es generoso con el prójimo, ya que alimenta su espíritu altruista con el que cree ganarse el cielo y del que además se enorgullece. Y por otro, la gratitud obligada de los que reciben un acto de caridad, así como la condición degradante del necesitado que acaba reduciendo su existencia a la voluntad de su benefactor.
La obra se divide en tres actos a modo de introducción, nudo y desenlace. Entre los dos primeros sólo hay un día de diferencia, mientras que en el último ha pasado un mes. Esta versión está ambientada en la década de los cuarenta. La acción transcurre en un único espacio, un salón comedor, que constituye uno de los lugares escénicos preferidos por el dramaturgo y del que se sirve para múltiples usos. En este caso, es el comedor de la vivienda de la familia Selciano, ubicada en la cuarta planta de un antiguo palacio napolitano.
Los personajes
En las obras del napolitano aparece la familia como eje a partir del que se entrecruzan otros personajes del exterior (conductores de tranvía, porteros, taxistas, desempleados,...). Y es curioso que aunque no haya escenas de calle, la vía napolitana está siempre de forma indirecta en sus obras. Ocurre también en 'Yo, el heredero'. Por un lado, con la alusión a personajes que no están físicamente en la obra (en concreto, zapateros, peluqueros, dependientes, cocheros, procuradores o los necesitados). Y por otro lado, con la aparición en escena del sastre Cassese, las señoras de la beneficencia y el mismo protagonista, Ludovico. Todos ellos ayudan a construir la vida de la sociedad napolitana.
Ludovico Ribera no se sabe de dónde procede; se dice, sin concretar demasiado, que viene del mar. Es el personaje que viene de fuera y que saca a relucir un elemento detonante que desestabiliza la vida de los otros personajes. Encarna el espíritu denunciador del Pulcinella. Ludovico, como acostumbraban a ser los protagonistas de las comedias de Di Filippo, es físicamente hablando, un hombre maduro. Es un personaje misterioso, bufonesco, cómico y reflexivo que con un comportamiento lleno de ironía tratará de desenmascarar la ingenua e hipócrita bondad de la burguesía acomodada. También personifica a otra de las grandes figuras del teatro universal, Próspero, el protagonista de 'La Tempestad' de Shakespeare (obra muy admirada por Eduardo di Filippo, y que tradujo en 1983 al dialecto napolitano característico del siglo XVII).
Próspero había sido enviado a morir al mar en una barca junto a su hija Miranda (personaje que muestra connotaciones con el de Bea). Sobrevivió en una isla donde aprendió magia y ciencias ocultas para así poder controlar y dominar a los otros.
Al igual que el protagonista del dramaturgo inglés, Ludovico no deseaba tanto la venganza como cierta concienciación y arrepentimiento de los personajes. Amadeo Selciano es abogado y, tras la muerte de su padre es el cabeza de familia, heredero de su casa, su profesión y su fortuna. Constituye el antagonista del personaje de Ludovico Ribera y representa el orden, la autoridad y la razón.
Bea es hija de la difunta portera encargada del despacho de abogados de los Selciano. Fue acogida por la familia y vive de su caridad. La joven en un principio vive sumisa a todo lo que sus benefactores disponen para ella. La aparición de Ludovico es el factor clave para su transformación.
Otro aspecto que cabe destacar es la gran variedad de personajes de distintas edades y estados civiles presentes en la obra. Tenemos a la mujer joven y casadera en Bea de 17 años; la casada, en el personaje de Margherita, esposa de Amedeo; la solterona, encarnada en Dorotea Selciano, hermana del difunto Matteo Selciano; y la mujer divorciada, en Adele que es hermana de Amadeo.
También aparece el hombre en los treinta, Amedeo Selciano, en los cuarenta, Ludovico y en los sesenta años, Lorenzo De Ricco, que es el administrador de la familia. Con ello se consigue un amplio abanico de identificación con el público.