Hay dos formas de abordar el tema de la movilidad: con cinismo, diciendo que a mí me la sopla el tema de las restricciones al tráfico, porque vivo en el centro y saco el coche dos veces al mes, o con un mínimo de responsabilidad, recordando que hay gente que trabaja en los polígonos industriales o tiene que llevar a los niños al colegio antes de incorporarse al trabajo.
Los primeros, por supuesto, están de enhorabuena viendo como se revalorizan sus viviendas y de la que se libraron el día que decidieron no irse a vivir a las afueras, por mucho que les vendiesen independencia y espacio arbolado. Los segundos están viendo que además de apaleados, ahora resulta que son insolidarios, por no comprarse una bici, un patinete, o un coche eléctrico para hacer mas sostenibles sus desplazamientos.
Podemos estar de acuerdo en que hay que bajar las emisiones en el centro de las ciudades, pero cuando se baja la velocidad en determinados tramos, no se está reduciendo emisión alguna. ¿Qué contamina más, un coche a sesenta kilómetros por hora, o ese mismo coche a treinta? Pues depende del régimen del motor, porque a treinta, es indudable, tarda el doble de tiempo en recorrer la misma distancia, lo que significa que está echando humo el doble de tiempo en ese tramo de calle. ¿Vierte menos humo? Pues puede ser, o no, pero lo que sabemos seguro es que lo vierte el doble de tiempo.
Estas consideraciones, sin embargo, quedan fuera de la mente de nuestros políticos, y no me refiero sólo a los locales, que ni consideraciones tienen: copian las directrices que les mandan los lumbreras de arriba y rezan para que no los muevan de las listas en las próximas elecciones. Eso es todo. Y el que se mueva, no sale en la foto.
Los verdaderos responsables están mucho más lejos y viven siempre en grandes ciudades, con un transporte público que disfruta redes y frecuencias varias veces superiores a las de las ciudades medianas y pequeñas. Por no hablar ya del mundo rural, esa especie a extinguir, donde no tener coche equivale a cumplir una condena de arresto domiciliario.
Los falsos urbanitas 'verdes' que deciden
Esa gente, tan urbanita y tan verde, es la que pide que aumente el precio de los combustibles y se mejore la frecuencia y la capacidad del Metro. La misma, sí, que luego va a una casa rural y pide troncos de árbol para quemar en la chimenea o que se les ponga la calefacción a veinticuatro grados. Esa gente es la que te dice que vayas a Onzonilla en cercanías y a Villacedré en patinete. Esa gente es la que exige ahora que no se puedan alquilar las viviendas que no cumplan con un determinado nivel de eficiencia energética, pero van a los bares que ponen una estufa en la terraza, en la puñetera calle, en lo que constituye la demostración más gráfica de lo que realmente le importa a nadie la eficiencia energética.
En realidad, de lo que se trata es de rebañar un poco más el cazo de las pequeñas poblaciones, a ver si se consigue meter a más ovejas en el mismo redil masificado de las grandes urbes.
En realidad, en una ciudad como León, de lo que se trata es de convertir barrios enteros en centros de día para mayores, que al fin y al cabo bastan como votantes para ganar unas elecciones, y el que quiera trabajar o poner una empresa, que vaya emigrando, que aquí estamos ya talluditos para esas molestias.
Y es que vamos a lo de siempre: cuando el que tiene ganas de hacer algo se ve obligado a pedir permiso para ello al que no tiene ganas de hacer nada, la ruina es inevitable.
___Javier Pérez es un escritor leonés que ha ganado, entre varios, el premio Azorín en 2006 y el Ciudad de Badajoz en 2011, y ha publicado 16 libros. El último 'Catálogo informal de todos los Papas' este año 2021.
'Catálogo informal de todos los Papas'